Evangelio según Lucas 14, 1-6
Un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y éstos estaban espiándolo. Había allí, frente a él, un enfermo de hidropesía, y Jesús, dirigiéndose a los escribas y fariseos, les preguntó: “¿Está permitido curar en sábado o no?”
Ellos se quedaron callados. Entonces Jesús tocó con la mano al enfermo, lo curó y le dijo que se fuera. Y dirigiéndose a ellos les preguntó: “Si a alguno de ustedes se le cae en un pozo su burro o su buey, ¿no lo saca enseguida, aunque sea sábado?” Y ellos no supieron qué contestarle.
Padre Gustavo E. Jamut, omv
San Pablo a los Filipenses 1, 1-11
Nosotros, Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús, deseamos la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo, a todos los hermanos en Cristo Jesús, que están en Filipos, y a sus obispos y diáconos.
Cada vez que me acuerdo de ustedes, le doy gracias a mi Dios, y siempre que pido por ustedes, lo hago con gran alegría, porque han colaborado conmigo en la propagación del Evangelio, desde el primer día hasta ahora. Estoy convencido de que aquel que comenzó en ustedes esta obra, la irá perfeccionando siempre hasta el día de la venida de Cristo Jesús.
Por lo demás, es muy justo que yo tenga estos sentimientos para con todos ustedes, pues los llevo en mi corazón, y tanto en mi prisión como en la defensa y consolidación que hago del Evangelio, ustedes participan conmigo de la gracia de mi apostolado. Dios es testigo de cuánto los amo a todos ustedes con el amor entrañable con que los ama Cristo Jesús.
Y esta es mi oración por ustedes: Que su amor siga creciendo más y más y se traduzca en un mayor conocimiento y sensibilidad espiritual. Así podrán escoger siempre lo mejor y llegarán limpios e irreprochables al día de la venida de Cristo, llenos de los frutos de la justicia, que nos viene de Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios.Palabra de Dios.
San Marcelino Centurión
Un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y éstos estaban espiándolo. Había allí, frente a él, un enfermo de hidropesía, y Jesús, dirigiéndose a los escribas y fariseos, les preguntó: “¿Está permitido curar en sábado o no?”
Ellos se quedaron callados. Entonces Jesús tocó con la mano al enfermo, lo curó y le dijo que se fuera. Y dirigiéndose a ellos les preguntó: “Si a alguno de ustedes se le cae en un pozo su burro o su buey, ¿no lo saca enseguida, aunque sea sábado?” Y ellos no supieron qué contestarle.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Gloria a ti, Señor Jesús.
San Pablo a los Filipenses 1, 1-11
Nosotros, Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús, deseamos la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo, a todos los hermanos en Cristo Jesús, que están en Filipos, y a sus obispos y diáconos.
Cada vez que me acuerdo de ustedes, le doy gracias a mi Dios, y siempre que pido por ustedes, lo hago con gran alegría, porque han colaborado conmigo en la propagación del Evangelio, desde el primer día hasta ahora. Estoy convencido de que aquel que comenzó en ustedes esta obra, la irá perfeccionando siempre hasta el día de la venida de Cristo Jesús.
Por lo demás, es muy justo que yo tenga estos sentimientos para con todos ustedes, pues los llevo en mi corazón, y tanto en mi prisión como en la defensa y consolidación que hago del Evangelio, ustedes participan conmigo de la gracia de mi apostolado. Dios es testigo de cuánto los amo a todos ustedes con el amor entrañable con que los ama Cristo Jesús.
Y esta es mi oración por ustedes: Que su amor siga creciendo más y más y se traduzca en un mayor conocimiento y sensibilidad espiritual. Así podrán escoger siempre lo mejor y llegarán limpios e irreprochables al día de la venida de Cristo, llenos de los frutos de la justicia, que nos viene de Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios.
El 21 de julio del año 298, se celebraba en León (España) la fiesta de los «augustos imperadores». Mientras los demás sacrificaban a los dioses, Marcelo, que militaba en el ejército imperial romano y era centurión ordinario, se quitó las insignias de su función en presencia de la tropa y las arrojó al pie de los estandartes, proclamando que era cristiano y no podía seguir manteniendo el juramento militar, pues debía obedecer solamente a Cristo. El 28 de julio fue interrogado por el presidente Astayano Fortunato, y Marcelo confirmó los hechos. Fortunato, considerada la gravedad del delito, decidió enviarlo a su superior jerárquico, Aurelio Agricolano de Tánger, el cual apenas podía creerse lo que le decía la carta de Fortunato.
El 30 de octubre del año 298, Agricolano interrogó a Marcelo, quien una vez más, ahora en Tánger (Marruecos), confirmó lo sucedido y se ratificó en sus convicciones. Aquel mismo día fue condenado a muerte y decapitado. Leyendas posteriores añadieron otras noticias que no tienen fundamento histórico. En León se levantó en su honor una iglesia preciosa, en la que se guardan sus reliquias.
Beato Ángel de Acri
Beato Ángel de Acri
Nació en Acri (Cosenza, Italia) el año 1669. Su itinerario vocacional fue laborioso, pues, tras dos noviciados frustrados, sólo después del tercero llegó a profesar en los Capuchinos, en 1691. Ordenado de sacerdote en 1700, se dedicó de lleno a la predicación, sencilla y popular, durante casi cuarenta años, por toda Calabria y gran parte del Sur de Italia, labor que completaba con su dedicación al confesonario, donde atendía a multitud de fieles que allí encontraban la gracia, la orientación y el consuelo que necesitaban. El Señor acompañaba su apostolado con carismas y milagros. Sus devociones más sentidas fueron la Eucaristía (las Cuarenta Horas), la pasión de Cristo (el Calvario, el Vía crucis) y la Virgen María (la Dolorosa). En su Orden ejerció con gran celo y no menor caridad diversos oficios como el de maestro de novicios, guardián o superior provincial. Murió en Acri el 30 de octubre de 1739.
San Pablo escribió a los Filipenses: «Todo lo que para mí era ganancia, lo consideré pérdida a causa de Cristo. Más aún: todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo» (Flp 3,7-8).
Oremos, hermanos, a Dios nuestro Padre con filial confianza, pues Jesucristo, por quien hemos renacido del agua y del Espíritu Santo, intercede por nosotros.
-Para que la Iglesia se mantenga firme en la convicción de que debe obedecer a Dios antes que a los hombres.
-Para que los abatidos y todos cuantos sufren sientan la cercanía del Padre que los ama, y nosotros contribuyamos a ello.
-Para que los que tienen poder y autoridad tengan más en cuenta a los pobres y a los marginados.
-Para que los cristianos, que celebramos con gozo a Cristo resucitado, seamos testigos en la vida de lo que celebramos en la fe.
Oración: Atiende, Padre, las oraciones de tus hijos. Te las presenta Jesucristo, tu Hijo, nuestro salvador y redentor, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.
Dice san Francisco:
San Pablo escribió a los Filipenses: «Todo lo que para mí era ganancia, lo consideré pérdida a causa de Cristo. Más aún: todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo» (Flp 3,7-8).
Oremos, hermanos, a Dios nuestro Padre con filial confianza, pues Jesucristo, por quien hemos renacido del agua y del Espíritu Santo, intercede por nosotros.
-Para que la Iglesia se mantenga firme en la convicción de que debe obedecer a Dios antes que a los hombres.
-Para que los abatidos y todos cuantos sufren sientan la cercanía del Padre que los ama, y nosotros contribuyamos a ello.
-Para que los que tienen poder y autoridad tengan más en cuenta a los pobres y a los marginados.
-Para que los cristianos, que celebramos con gozo a Cristo resucitado, seamos testigos en la vida de lo que celebramos en la fe.
Oración: Atiende, Padre, las oraciones de tus hijos. Te las presenta Jesucristo, tu Hijo, nuestro salvador y redentor, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.
Dice san Francisco:
Sobre todos los que cumplan la voluntad de Dios, «descansará el Espíritu del Señor, y hará en ellos habitación y morada. Y serán hijos del Padre celestial, cuyas obras hacen.
Y son esposos, hermanos y madres de nuestro Señor Jesucristo.
Somos esposos cuando, por el Espíritu Santo, el alma fiel se une a Jesucristo. Somos hermanos cuando hacemos la voluntad de su Padre, que está en el cielo. Madres, cuando lo llevamos en nuestro corazón y en nuestro cuerpo; y lo damos a luz por medio de obras santas, que deben iluminar a los otros como ejemplo» (2CtaF 48-53).
La Acción Del Espíritu y La Virgen
Benedicto XVI, "Regina Caeli" del día de Pentecostés (31-V-2009)
Queridos hermanos y hermanas:
La Iglesia esparcida por el mundo entero revive hoy, solemnidad de Pentecostés, el misterio de su nacimiento, de su «bautismo» en el Espíritu Santo (cf. Hch 1,5), que tuvo lugar en Jerusalén cincuenta días después de la Pascua, precisamente en la fiesta judía de Pentecostés. Jesús resucitado había dicho a sus discípulos: «Permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto» (Lc 24,49). Esto aconteció de forma sensible en el Cenáculo, mientras se encontraban todos reunidos en oración junto con María, la Virgen Madre.
La Acción Del Espíritu y La Virgen
Benedicto XVI, "Regina Caeli" del día de Pentecostés (31-V-2009)
Queridos hermanos y hermanas:
La Iglesia esparcida por el mundo entero revive hoy, solemnidad de Pentecostés, el misterio de su nacimiento, de su «bautismo» en el Espíritu Santo (cf. Hch 1,5), que tuvo lugar en Jerusalén cincuenta días después de la Pascua, precisamente en la fiesta judía de Pentecostés. Jesús resucitado había dicho a sus discípulos: «Permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto» (Lc 24,49). Esto aconteció de forma sensible en el Cenáculo, mientras se encontraban todos reunidos en oración junto con María, la Virgen Madre.
Como leemos en los Hechos de los Apóstoles, de repente aquel lugar se vio invadido por un viento impetuoso, y unas lenguas como de fuego se posaron sobre cada uno de los presentes.
Los Apóstoles salieron entonces y comenzaron a proclamar en diversas lenguas que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, que murió y resucitó (cf. Hch 2,1-4).
El Espíritu Santo, que con el Padre y el Hijo creó el universo, que guió la historia del pueblo de Israel y habló por los profetas, que en la plenitud de los tiempos cooperó a nuestra redención, en Pentecostés bajó sobre la Iglesia naciente y la hizo misionera, enviándola a anunciar a todos los pueblos la victoria del amor divino sobre el pecado y sobre la muerte.
El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia. Sin él, ¿a qué se reduciría? Ciertamente, sería un gran movimiento histórico, una institución social compleja y sólida, tal vez una especie de agencia humanitaria. Y en verdad es así como la consideran quienes la ven desde fuera de la perspectiva de la fe. Pero, en realidad, en su verdadera naturaleza y también en su presencia histórica más auténtica, la Iglesia es plasmada y guiada sin cesar por el Espíritu de su Señor. Es un cuerpo vivo, cuya vitalidad es precisamente fruto del Espíritu divino invisible.
Queridos amigos, este año la solemnidad de Pentecostés cae en el último día del mes de mayo, en el que habitualmente se celebra la hermosa fiesta mariana de la Visitación. Este hecho nos invita a dejarnos inspirar y, en cierto modo, instruir por la Virgen María, la cual fue protagonista de ambos acontecimientos. En Nazaret ella recibió el anuncio de su singular maternidad e, inmediatamente después de haber concebido a Jesús por obra del Espíritu Santo, fue impulsada por el mismo Espíritu de amor a acudir en ayuda de su anciana prima Isabel, que ya se encontraba en el sexto mes de una gestación también prodigiosa.
El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia. Sin él, ¿a qué se reduciría? Ciertamente, sería un gran movimiento histórico, una institución social compleja y sólida, tal vez una especie de agencia humanitaria. Y en verdad es así como la consideran quienes la ven desde fuera de la perspectiva de la fe. Pero, en realidad, en su verdadera naturaleza y también en su presencia histórica más auténtica, la Iglesia es plasmada y guiada sin cesar por el Espíritu de su Señor. Es un cuerpo vivo, cuya vitalidad es precisamente fruto del Espíritu divino invisible.
Queridos amigos, este año la solemnidad de Pentecostés cae en el último día del mes de mayo, en el que habitualmente se celebra la hermosa fiesta mariana de la Visitación. Este hecho nos invita a dejarnos inspirar y, en cierto modo, instruir por la Virgen María, la cual fue protagonista de ambos acontecimientos. En Nazaret ella recibió el anuncio de su singular maternidad e, inmediatamente después de haber concebido a Jesús por obra del Espíritu Santo, fue impulsada por el mismo Espíritu de amor a acudir en ayuda de su anciana prima Isabel, que ya se encontraba en el sexto mes de una gestación también prodigiosa.
La joven María, que, llevando en su seno a Jesús y olvidándose de sí misma, acude en ayuda del prójimo, es icono estupendo de la Iglesia en la perenne juventud del Espíritu, de la Iglesia misionera del Verbo encarnado, llamada a llevarlo al mundo y a testimoniarlo especialmente en el servicio de la caridad.
Invoquemos, por tanto, la intercesión de María santísima, para que obtenga a la Iglesia de nuestro tiempo la gracia de ser poderosamente fortalecida por el Espíritu Santo. Que sientan la presencia consoladora del Paráclito en especial las comunidades eclesiales que sufren persecución por el nombre de Cristo, para que, participando en sus sufrimientos, reciban en abundancia el Espíritu de la gloria (cf. 1 Pe 4,13-14).
Saludo con afecto a los fieles de lengua española... En el evangelio de las vísperas de esta solemnidad de Pentecostés, Jesús nos hacía esta invitación: «El que tenga sed, que venga a mí; el que cree en mí que beba» (Jn 7,37). Acudamos a la fuente de su Corazón, de donde mana el torrente de agua viva: el Espíritu Santo Paráclito. Invoquemos la intercesión de la Virgen María, para que brille sobre nosotros el esplendor de la gloria de Dios, que es el Espíritu, y nos veamos fortalecidos los que hemos sido regenerados por la gracia del bautismo.
Glorifiquemos a Cristo, el Señor, que nos envió y sigue enviándonos desde el Padre al Espíritu Santo, y supliquémosle diciendo: Señor Jesucristo, danos tu Espíritu.
-Que tu palabra, oh Cristo, habite entre nosotros en toda su riqueza, para que te demos gracias con salmos, himnos y cánticos inspirados por el Espíritu Santo.
-Tú que por medio del Espíritu Santo nos hiciste hijos de Dios, haz que, unidos a ti, invoquemos siempre a Dios como Padre, movidos por el mismo Espíritu.
-Señor Jesús, haz que obremos guiados por la sabiduría recibida de tu Espíritu, y que realicemos nuestras acciones a gloria de Dios.
-Tú que eres compasivo y misericordioso, concédenos estar en paz con todo el mundo.
Oración: Te pedimos, Señor nuestro Jesucristo, que nos envíes tu Espíritu, para que haga morada en nosotros y nos convierta en templos vivos de la santísima Trinidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Invoquemos, por tanto, la intercesión de María santísima, para que obtenga a la Iglesia de nuestro tiempo la gracia de ser poderosamente fortalecida por el Espíritu Santo. Que sientan la presencia consoladora del Paráclito en especial las comunidades eclesiales que sufren persecución por el nombre de Cristo, para que, participando en sus sufrimientos, reciban en abundancia el Espíritu de la gloria (cf. 1 Pe 4,13-14).
Saludo con afecto a los fieles de lengua española... En el evangelio de las vísperas de esta solemnidad de Pentecostés, Jesús nos hacía esta invitación: «El que tenga sed, que venga a mí; el que cree en mí que beba» (Jn 7,37). Acudamos a la fuente de su Corazón, de donde mana el torrente de agua viva: el Espíritu Santo Paráclito. Invoquemos la intercesión de la Virgen María, para que brille sobre nosotros el esplendor de la gloria de Dios, que es el Espíritu, y nos veamos fortalecidos los que hemos sido regenerados por la gracia del bautismo.
Glorifiquemos a Cristo, el Señor, que nos envió y sigue enviándonos desde el Padre al Espíritu Santo, y supliquémosle diciendo: Señor Jesucristo, danos tu Espíritu.
-Que tu palabra, oh Cristo, habite entre nosotros en toda su riqueza, para que te demos gracias con salmos, himnos y cánticos inspirados por el Espíritu Santo.
-Tú que por medio del Espíritu Santo nos hiciste hijos de Dios, haz que, unidos a ti, invoquemos siempre a Dios como Padre, movidos por el mismo Espíritu.
-Señor Jesús, haz que obremos guiados por la sabiduría recibida de tu Espíritu, y que realicemos nuestras acciones a gloria de Dios.
-Tú que eres compasivo y misericordioso, concédenos estar en paz con todo el mundo.
Oración: Te pedimos, Señor nuestro Jesucristo, que nos envíes tu Espíritu, para que haga morada en nosotros y nos convierta en templos vivos de la santísima Trinidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Rezamos el Cuarto Dia de La Novena a Maria
Pidamos por La Iglesia y sus pastores
Por los cardenales y obispos
por los sacerdotes párrocos
por los dirigentes de movimientos
por los coordinadores de grupos
por los que difunden a Maria Madre de las Almas Consagradas
por el grupo de oracion San Juan Pablo II
En esta Novena ponemos a los Pies de Maria a todos los enfermos del mundo entero
Sánalos Madre, ruega por nosotros! amen.
Rezamos el Santo Rosario
Martes y viernesLa oración de Jesús en el Huerto (Mt 26, 36-37; Lc 22, 41-44)
Va Jesús con ellos a una propiedad llamada Getsemaní, y dice a los discípulos: Sentaos aquí, mientras voy allá a orar. Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia. Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y dijo: Padre si quieres aparta de mí esta copa, pero no se haga mi voluntad sino la tuya. Y sumido en agonía, insitía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra.
Te pedimos Virgen Santísima por todos aquellos jóvenes que sienten duda de la elección e invitación del Señor a la Vida Religiosa. Te pedimos que al igual que Jesús sepan responder: "Padre si quieres aparta de mi esta copa, pero no se haga mi voluntad sino la tuya" Que aún a cuesta de lo que sea sepan responder al Señor.
La flagelación de Jesús (Jn 18, 38-40; 19,1)
(Pilato) volció a salir donde los juidíos y les dijo: Yo no encuentro ningún delito en él(...)¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al Rey de los judios? Ellos volvieron a gritar diciendo:!A ése no; a Barrabás! (...) Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle.
Te pedimos Virgen Santísima que nos des la gacia a todos los que somos llamados a la Vida Religiosa, los del presente y los del futuro, de no negar a Jesús. Danos la gracia de serle fiel hasta el final, de no flagelar nunca su cuerpo místico.
La coronación de espinas (Mt 27, 29-30)
Los soldados trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: Salve, Rey de los judíos!; y después de escupirle, cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza.
Te pedimos Virgen Santísima que hagas de las almas consagradas presentes y futuras, almas puras, entregadas al llamado y elección de Dios. Almas consoladoras que a diario mediten en la Pasión del Señor, y vean en ella el modelo de entrega y amor al que han sido llamados.
Jesús carga con la cruz (Jn 19, 17;Mc 15, 21)
Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle. Y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario. Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene(...) a que llevara su cruz.
Te pedimos Virgen Santísima que con el sí fiel de mcuhos religiosos, ayudemos a cargar la cruz del Señor. No permitas que ninguno de sus elegidos ponga más peso a su cruz. Te pedimos, entrega hasta el extremo y olvido de sí. Te rogamos especialmente por todos aquellos jóvenes que se sienten débiles para responedr al pensar en lo exigente de tu llamado. Dales el amor necesario para la entrega.
La crucifixión y muerte de Jesús (Lc 23, 33-34, 44-46; Jn 19,33-35)
Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron(...) Jesús decía: Padre perdónales, porque no saben lo que hacen(...) Era ya cerca de la hora sexta cuando al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona (...)Jesús, dando un fuerte grito, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu y, dicho esto, expiró. Como le vieron muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua.
Te pedimos Virgen Santísima que por los sufrimientos de tu Hijo en la cruz, y la fecundidad de su Corazón Traspasado, se renueve la Vida Religiosa, bañando a muchos jóvenes con la gracia que ellos necesitan para que en sus vidas germine la semilla de su vocación y por medio de su sí, sean ellos cooperadores de la Nueva Primavera de nuestra Iglesia.
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