A todos los sacerdotes, transfórmalos en Ti, Señor. Que el Espíritu Santo los posea, y que por ellos renueve la faz de la tierra.

domingo, 28 de julio de 2019

La adquisición de una virtud no se logra con esfuerzos esporádicos, sino con la continuidad en la lucha, la constancia de intentarlo cada día, cada semana, ayudados por la gracia.

Nuestro amor a Cristo se manifestará en el esfuerzo por arrancar el defecto dominante o alcanzar aquella virtud que se presenta difícil adquirir, y en la paciencia que hemos de tener en la lucha interior


Es necesario saber esperar y luchar con paciente perseverancia, convencidos de que con nuestro interés agradamos a Dios. La adquisición de una virtud no se logra con esfuerzos esporádicos, sino con la continuidad en la lucha, la constancia de intentarlo cada día, cada semana, ayudados por la gracia. 
El alma de la constancia es el amor; sólo por amor se puede ser paciente (SANTO TOMÁS, Suma Teológica) y luchar, sin aceptar los defectos y los fallos como algo inevitable.

En nuestro caminar hacia el Señor sufriremos derrotas; muchas de ellas no tendrán importancia; otras sí, pero el desagravio y la contrición nos acercarán todavía más a Dios. Este dolor es el pesar de no estar devolviendo tanto amor como el Señor se merece, el dolor de estar devolviendo mal por bien a quien tanto nos quiere.

Además de ser pacientes con nosotros mismos hemos de serlo con quienes tratamos con más frecuencia, sobre todo si tenemos obligación de ayudarles en su formación, o una enfermedad. Hemos de contar con los defectos de quienes nos rodean. La comprensión y fortaleza nos ayudarán a tener calma, sin dejar de corregir cuando sea oportuno y en el momento indicado.
La impaciencia hace difícil la convivencia, y también vuelve ineficaz la posible ayuda y la corrección. Debemos ser especialmente constantes y pacientes en el apostolado. Las personas necesitan tiempo y Dios tiene paciencia: en todo momento da su gracia, perdona y anima a seguir adelante. Con nosotros ha tenido esta paciencia sin límites. Pidamos a Nuestra Madre paciencia

San Vicente Ferrer, presbítero (1350-1419)

Nació en Valencia, España. Fue gran predicador que removía a las personas y lograba su conversión. Antes de predicar se dedicaba de tres a cinco horas a hacer oración. Fustigaba sin miedo las malas costumbres. Se dice que el santo regalaba un frasquito con agua bendita a las señoras con problemas con sus maridos y recomendaba: "Cuando su esposo empiece a insultarle, tome el agua y no se la pase mientras el otro no deje de ofenderla." Práctico y eficaz consejo.

¿Qué quiere Dios de mí? - Hermana Glenda

Que nuestras oraciones lleguen, hermanos y hermanas, a la presencia del Señor, y que nuestros ruegos sean escuchados por Aquél que escruta el corazón humano.



Evangelio según san Marcos 6, 7-13

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo llamó Jesús a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros. Les ordenó que no tomaran nada para el camino, excepto en bastón. Ni pan, ni morral, ni dinero consigo. Que llevaran sandalias, pero no dos túnicas. Les dijo además:
"Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta que se vayan de aquel lugar. Si en algún sitio no los reciben ni los escuchan, váyanse de allí y sacudan el polvo de la planta de sus pies, como testimonio contra ellos".
Ellos salieron a predicar y exhortaban a la conversión. Expulsaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los sanaban.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.


Nota el Evangelio y las lecturas de este posteo son para meditacion no corresponden al Evangelio del dia



Que nuestras oraciones lleguen, hermanos y hermanas, a la presencia del Señor, y que nuestros ruegos sean escuchados por Aquél que escruta el corazón humano.

Oremos

Pidamos la sabiduría del Hijo de Dios para los que proclaman con fidelidad la palabra divina y para todos los ministros que sirven a la Iglesia, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Por Israel, el pueblo de la antigua alianza, por los cristianos separados de la Iglesia católica y apostólica y por los que no conocen al Dios verdadero, invoquemos al Señor, dueño de toda verdad, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Por los que viven lejos de su casa, por los encarcelados, por los débiles y oprimidos y por los justos que sufren persecución, oremos a Jesús, el Salvador, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Invoquemos con fe y devoción al Señor de la gloria por la paz y felicidad de los que ahora estamos aquí, huéspedes en la casa del Señor, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Escucha, Padre todopoderoso, nuestras oraciones y concédenos considerar por encima de todo la grandeza de los favores que nos has otorgado con tu Hijo amado; para que, llenos del Espíritu Santo, anunciemos al mundo, de palabra y con las obras, el plan que has proyectado realizar en nuestros tiempos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo los Efesios 3, 14-19

Hermanos: Me arrodillo ante el Padre, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra, para que, conforme a los tesoros de su bondad, les conceda que su Espíritu los fortalezca interiormente y que Cristo habite por la fe en sus corazones.
Así arraigados y cimentados en el amor, podrán comprender con todo el pueblo de Dios, la anchura y la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo, y experimentar ese amor que sobrepasa todo conocimiento humano, para que así queden ustedes colmados con la plenitud misma de Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.



 Salmo 118

Enséñame, Señor, a gustar tus mandamientos.

Sólo cumpliendo todos tus mandatos puede un joven vivir honestamente.
Enséñame, Señor, a gustar tus mandamientos.

Con todo el corazón te estoy buscando, de tu ley no permitas que me aleje.
Enséñame, Señor, a gustar tus mandamientos.

Guardo tus mandamientos es mi pecho para nunca ofenderte.
Enséñame, Señor, a gustar tus mandamientos.

Bendito eres, Señor, enséñale a tu siervo lo que ordenas.
Enséñame, Señor, a gustar tus mandamientos.

Todos los mandamientos de tu boca mis labios enumeran.
Enséñame, Señor, a gustar tus mandamientos.

Me gozo más cumpliendo tus preceptos, que teniendo riquezas.
Enséñame, Señor, a gustar tus mandamientos.


Aleluya, aleluya.
Su Maestro es uno solo, Cristo, y su Padre es uno solo, el del cielo, dice el Señor.
Aleluya.


Que el mayor de ustedes sea el servidor de ustedes

 Evangelio según san Mateo 23, 8-12

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a su discípulos:
"No dejen que los llamen "maestros", porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A ningún hombre sobre la tierra lo llamen "padre", porque el Padre de ustedes es sólo el Padre celestial. No se dejen llamar "guías", porque el guía de ustedes es solamente Cristo.
Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús


El Señor, presente de muchas maneras entre nosotros, se nos muestra muy cercano en la figura del sacerdote.

 Cada sacerdote es un inmenso regalo de Dios al mundo; es Jesús, que pasa haciendo el bien, curando enfermedades, dando paz y alegría a las conciencias; es «el instrumento vivo de Cristo» en el mundo Cfr. Conc. Vat. II, Decr. Presbyterorum ordinis, 12,  presta a Nuestro Señor la voz, las manos, todo su ser,  Cfr. San Josemaría Escrivá. o. c., p. 71.  
En la Santa Misa renueva  el mismo Sacrificio redentor del Calvario. Hace presente y eficaz en el tiempo la Redención obrada por el Señor



«Jesús –recordaba Juan Pablo II a los sacerdotes brasileños– nos identifica de tal modo consigo en el ejercicio de los poderes que nos confirió, que nuestra personalidad es como si desapareciese delante de la suya, ya que es Él quien actúa por medio de nosotros», Juan Pablo II, Homilía 2-VII-1980
En la Santa Misa es Jesucristo quien cambia la sustancia del pan y del vino en su Cuerpo y en su Sangre. Y «es el propio Jesús quien, en el sacramento de la Penitencia, pronuncia la palabra autorizada y paterna: Tus pecados te son perdonados. Y es Él quien habla cuando el sacerdote, ejerciendo su ministerio en nombre y en el espíritu de la Iglesia, anuncia la Palabra de Dios. Es el propio Cristo quien cuida a los enfermos, a los niños y a los pecadores, cuando les envuelve el amor y la solicitud pastoral de los ministros sagrados».
Juan Pablo II, Homilía 2-VII-1980

Un sacerdote es para la humanidad más valioso que todos los bienes materiales y humanos juntos. Hemos de pedir mucho por la santidad de los sacerdotes, hemos de ayudarles y sostenerlos con la oración y con nuestro aprecio. Debemos ver en ellos al mismo Cristo.

 Jesús elige a los Apóstoles como representantes personales suyos, no solo mensajeros, profetas y testigos.

Esta nueva identidad se ha de manifestar en una vida sencilla y austera, santa; debe mostrarse en una entrega sin límites a los demás. El Evangelio de la Misa nos relata que Jesús los envió dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más: ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja...

Dios toma posesión del que ha llamado al sacerdocio, lo consagra para el servicio de los demás hombres, sus hermanos, y le confiere una nueva personalidad. Y este hombre elegido y consagrado al servicio de Dios y de los demás, no lo es solo en determinadas ocasiones, por ejemplo, cuando está realizando una función sagrada, sino que «lo es siempre, en todos los momentos, lo mismo al ejercer el oficio más alto y sublime como en el acto más vulgar y humilde de la vida cotidiana. Exactamente lo mismo que un cristiano no puede dejar a un lado su carácter de hombre nuevo, recibido en el Bautismo, para actuar “como si fuese” un simple hombre, tampoco el sacerdote puede hacer abstracción de su carácter sacerdotal para comportarse “como si” no fuera sacerdote. Cualquier cosa que haga, cualquier actitud que tome, quiéralo o no, será siempre la acción y la actitud de un sacerdote, porque él lo es siempre, a todas horas y hasta la raíz de su ser, haga lo que haga y piense lo que pensare»
 F. Suárez,(El sacerdote y su ministerio, Rialp, Madrid 1969, p. 21.)



Meditemos hoy junto al Señor cómo es nuestra oración por los sacerdotes, con qué finura los tratamos, cómo les agradecemos que hayan querido corresponder a la llamada del Señor, cómo les ayudamos para que sean fieles y santos. Pidamos hoy «a Dios Nuestro Señor que nos dé a todos los sacerdotes la gracia de realizar santamente las cosas santas, de reflejar, también en nuestra vida, las maravillas de las grandezas del Señor»
 San Josemaría Escrivá.

Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban... También los sacerdotes son como una prolongación de la Humanidad Santísima de Cristo, pues a través de ellos se siguen obrando en las almas los mismos milagros que realizó el Señor en su paso por la tierra: los ciegos ven, quienes apenas podían andar recuperan las fuerzas, los que habían muerto por el pecado mortal recuperan la vida de la gracia en el sacramento de la Confesión...

El sacerdote no busca compensaciones humanas, ni honra personal, ni prestigio humano, ni mide su labor por las medidas humanas de este mundo... No viene a ser partidor de herencias  
 Lc 12, 13 entre los hombres, ni a redimirlos de sus deficiencias materiales –esa es tarea de todos los cristianos y de todos los hombres de buena voluntad–, sino que viene a traernos la vida eterna. Esto es lo específico suyo; es, también, de lo que más necesitado anda el mundo; por eso hemos de pedir tanto que haya siempre los sacerdotes necesarios en la Iglesia, sacerdotes que luchen por ser santos. Hemos de pedir y fomentar estas vocaciones, si es posible, entre los miembros de la propia familia, entre los hijos, entre hermanos... ¡Qué inmensa alegría para una familia si Dios la bendice con este don! Todos los fieles tienen la gratísima obligación de ayudar a los sacerdotes, especialmente con la oración: para que celebren con dignidad la Santa Misa y dediquen muchas horas al confesonario; para que tengan en el corazón la administración de los sacramentos a enfermos y ancianos y cuiden con esmero la catequesis; para que se preocupen del decoro de la Casa de Dios y sean alegres, pacientes, generosos, amables y trabajadores infatigables para extender el Reino de Cristo... Les ayudaremos en sus necesidades económicas con generosidad, procuraremos prestarles nuestra colaboración en aquello que podamos... Y jamás hablemos mal de ellos. «¡De los sacerdotes de Cristo no se ha de hablar más que para alabarles!»San Josemaría Escrivá. Surco, n. 904.

Si alguna vez vemos en alguno de ellos faltas y defectos, procuremos excusarlos, disculparles, y hacer como aquellos buenos hijos de Noé: taparlos con la capa grande de la caridad 
Camino, n. 75
Será .un motivo más para ayudarles con un comportamiento ejemplar y con nuestra oración y, cuando sea oportuno, con una corrección fraterna y filial a la vez
Para crecer en amor y veneración a los sacerdotes nos pueden ayudar estas palabras que Santa Catalina de Siena pone en boca del Señor: «No quiero que mengüe la reverencia que se debe profesar a los sacerdotes, porque la reverencia y el respeto que se les manifiesta no se dirige a ellos, sino a Mí, en virtud de la Sangre que Yo les he dado para que la administren. Si no fuera por esto, deberíais dedicarles la misma reverencia que a los seglares, y no más . 
No se les ha de ofender: ofendiéndolos, se me ofende a Mí, y no a ellos. Por eso lo he prohibido, y he dicho que no admito que sean tocados mis Cristos".
Santa Catalina de Siena, El Diálogo, en Obras de..., BAC, cap. 16.18.
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Para imprimir y difundir
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sábado, 20 de julio de 2019

"Ven, Espíritu Santo, ven, por medio de la poderosa intercesión del Corazón Inmaculado de María, Tu Amadísima Esposa, ven¨" (se repite tres veces).



Evangelio según san Mateo 12, 14-21
Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, los fariseos se confabularon contra Jesús para acabar con él. Al saberlo, Jesús se retiró de allí. Muchos lo siguieron y él curó a todos los enfermos y les mandó enérgicamente que no lo publicaran, para que se cumplieran las palabras del profeta Isaías:
Miren a mi siervo, a quien sostengo; a mi elegido, en quien tengo mis complacencias.En él he puesto mi Espíritu, para que haga brillar la justicia sobre las naciones. No gritará ni clamará, no hará oír su voz en las plazas, no romperá la caña resquebrajada, ni apagará la mecha que aún humea, hasta que haga triunfar la justicia sobre la tierra; y en él pondrán todas las naciones su esperanza.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.


salmo 135

Demos gracias al Señor, porque él es bueno.

Demos gracias al Señor, porque él es bueno; él se acordó de nosotros en nuestra humillación y nos libró de nuestros enemigos.
Demos gracias al Señor, porque él es bueno.

Demos gracias al que hirió a los primogénitos egipcios y sacó a Israel de aquel país con mano poderosa, con brazo extendido.
Demos gracias al Señor, porque él es bueno.

Demos gracias al que en dos partió el mar Rojo, condujo a Israel entre las aguas y arrojó en el mar Rojo al faraón y a su ejército.
Demos gracias al Señor, porque él es bueno.



Oremos
Oremos por la Iglesia y por los que anuncian el Evangelio en todo el mundo.
Por los que aún no han oído hablar de Jesús.
Te lo pedimos, Señor. 
Por los misioneros que anuncian la buena noticia de la salvación. 
Te lo pedimos, Señor. 
Por la Iglesia de Cristo, que sea una en el amor.
Te lo pedimos, Señor. 
Por los cristianos que dan testimonio de su fe.
Te lo pedimos, Señor.
 Por todos los que apoyan y cooperan la tarea misionera de la Iglesia desde sus sufrimientos, su plegaria y su contribución económica.
Te lo pedimos, Señor. 
Por todos los que apostamos por el Evangelio y tratamos de vivirlo.
Te lo pedimos, Señor



Te damos gracias, Padre, porque siempre nos escuchas, y te pedimos que tu mensaje de amor y salvación universal llegue hasta los confines de la tierra. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Demos gracias a Dios Padre que, por la acción de su Espíritu, purifica nuestros corazones y los llena de su amor, y digámosle: Derrama sobre nosotros tu Espíritu.
-Concédenos, Señor, el espíritu de fe y de acción de gracias, para recibir siempre con gozo lo bueno y soportar con paciencia lo adverso.
Derrama sobre nosotros tu Espíritu.

-Haz que practiquemos la caridad no únicamente en los acontecimientos importantes, sino, ante todo, en la vida ordinaria.
Derrama sobre nosotros tu Espíritu.

-Concédenos vivir con austeridad cristiana y compartir nuestro pan con los hambrientos.
Derrama sobre nosotros tu Espíritu.

-Danos llevar en nuestro cuerpo la muerte de tu Hijo, para que, como dice san Pablo, sea Cristo quien viva en nosotros.
Derrama sobre nosotros tu Espíritu.

Oración: Padre nuestro, que premias a los justos y perdonas a los pecadores que hacen penitencia, danos, por la humilde confesión de nuestras culpas, tu paz y tu perdón. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén



Recemos el Santo Rosario
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Por la santificación de todos los sacerdotes, diáconos y religiosos.
- Por un aumento en las vocaciones sacerdotales y religiosas.
- Para que siempre sean obedientes a la Madre Iglesia, amando a la Eucaristía, la Liturgia y propagadores de la devoción a María Santísima.


Te pedimos Señor, que bendigas a los párrocos

Te pedimos Señor, que bendigas a los vicarios parroquiales.

Te pedimos Señor, que bendigas a los misioneros

Te pedimos Señor, que bendigas a los Sacerdotes y Diáconos capellanes, en la diversidad de tareas que realizan.

Te pedimos Señor, que bendigas a los Sacerdotes y Diáconos, asesores de los diversos movimientos eclesiales.

Te pedimos Señor, que purifiques el alma de los Sacerdotes y Diáconos que ya han partido de esta vida, para que puedan entrar en el Reino de los cielos.

Te pedimos Señor, que bendigas a tus Sacerdotes y Diáconos que estén atravesando alguna crisis profunda y que les concedas una renovada fidelidad.

Te pedimos Señor, que bendigas a tus Sacerdotes y Diáconos, concediéndoles la docilidad a tu SantoEspíritu, junto con el fervor y la alegría.

Te pedimos Señor, que infundas tu Espíritu a quienes se han consagrado a ti, en obediencia.

Te pedimos Señor, que Te pedimos Señor, que infundas tu Espíritu, a las monjas y a los monjes de clausura.

Te pedimos Señor, que infundas tu Espíritu a quienes se han consagrado a ti, en la Evangelización a tiempo completo.

“Danos Señor, santos sacerdotes, santos religiosos, laicos santos comprometidos con tu Iglesia. Amén”
“Jesús, Buen Pastor: en tus manos ponemos a todos tus Pastores, para que llenos de tu Espíritu Santo, sepan interpretar los signos de los tiempos actuales y guíen al rebaño, a ellos encomendado, hacía pastos verdes y aguas de vida. Amén.”


A todos los sacerdotes, transfórmalos en Ti, Señor. Que el Espíritu Santo los posea, y que por ellos renueve la faz de la tierra.Divino Corazón de Jesús, Corazón lleno de celo por la gloria de tu Padre, te rogamos por todos los sacerdotes, Señor. Por tu Espíritu Santo llénalos de fe, de celo y amor. Así sea

Oración de Misericordia a los Corazones de Jesús y María

San Juan Eudes
Oh benevolísimo y misericordísimo
Corazón de Jesús,
estampa en nuestros corazones
una imagen perfecta de tu gran misericordia,
para que podamos cumplir
el mandamiento que nos diste:
"Serás misericordioso
como lo es tu Padre ".

Madre de la misericordia,
vela sobre tanta desgracia, tantos pobres,
tantos cautivos, tantos prisioneros,
tantos hombres y mujeres que sufren persecución
en manos de sus hermanos y hermanas,
tanta gente indefensa,
tantas almas afligidas,
tantos corazones inquietos,

Madre de la misericordia,
abre los ojos de tu clemencia
y contempla nuestra desolación.
Abre los oídos de tu bondad
y oye nuestra súplica.

Amorosísima y poderosísima abogada,
demuéstranos que eres en verdad
la Madre de la Misericordia.

OFRECIMIENTO A LOS DOS CORAZONES
San Juan Eudes

Oh Jesús, el Unico Hijo de Dios,
el Unico Hijo de María,
te ofrezco el Corazón bondadosísimo
de tu Madre Divina,
el cual para ti es el más precioso
y agradable de todos.

Oh María, Madre de Jesús,
te ofrezco el Corazón Sagradísimo
de tu amado Hijo,
quien es la vida y el amor de tu Corazón.

SALUDO AL CORAZÓN DE JESÚS Y DE MARÍA
San Juan Eudes

Te saludamos, Corazón santo,
Te saludamos, Corazón manso,
Te saludamos, Corazón humilde,
Te saludamos, Corazón puro,
Te saludamos, Corazón sacerdotal,
Te saludamos, Corazón sabio,
Te saludamos, Corazón paciente,
Te saludamos, Corazón obediente,
Te saludamos, Corazón atento a la voluntad del Padre,
Te saludamos, Corazón fiel,
Te saludamos, Corazón fuente de felicidad,
Te saludamos, Corazón misericordioso,
Te saludamos, Corazón amante,

Te adoramos,
Te alabamos,
Te glorificamos,
Te damos gracias,
Te amamos,
Con todo nuestro corazón,
Con toda nuestra alma,
Con todas nuestras fuerzas,

Te ofrecemos nuestro corazón,
Te lo damos,
Te lo consagramos,
Te lo ofrecemos,
Recíbelo y poséelo totalmente,

Purifícalo,
Ilumínalo,
Santifícalo,
Y vive y reina en él, ahora y por siempre jamás. AMEN.

domingo, 14 de julio de 2019

Dios, Padre nuestro, que a la Madre de tu Hijo la hiciste también madre nuestra, concédenos que, perseverando en la penitencia y la plegaria por la salvación del mundo, promovamos cada día con mayor eficacia el reino de Cristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén



Evangelio según san Lucas 10, 25-37
Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, se presentó ante Jesús un doctor de la ley para ponerlo a prueba, y le preguntó:
"Maestro, qué debo hacer para conseguir la vida eterna?"
Jesús le dijo:
"Qué es lo que está escrito en la ley?, ¿qué lees en ella?"
El doctor de la ley contestó:
"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y a tu prójimo como a ti mismo". Jesús le dijo:
"Has contestado bien. Si haces eso vivirás".
El doctor de la ley, para justificarse, preguntó a Jesús:
"Y ¿quién es mi prójimo?"
Jesús dijo: "Un hombre bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos ladrones, los cuales lo robaron, lo hirieron y lo dejaron medio muerto. Coincidió que por el mismo camino bajaba un sacerdote, y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Lo mismo hizo un levita que pasó por allí: lo vio y siguió adelante. Pero un samaritano, que iba de viaje, al verlo, se compadeció de él, se le acercó, ungió sus heridas con aceite y vino y se las vendó; luego lo puso sobre su cabalgadura, lo llevó a un mesón y cuidó de él. Al día siguiente sacó unas monedas, se las dio al dueño del mesón y le dijo:
"Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a mi regreso".
¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que fue asaltado por los ladrones?" El doctor de la ley le respondió:
"El que tuvo compasión de él". Entonces Jesús le dijo:
"Anda y haz tú lo mismo".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.


salmo 68

Escúchame, Señor, porque eres bueno.

A ti, Señor, elevo mi plegaria, ven en mi ayuda pronto; escúchame conforme a tu clemencia, Dios fiel en el socorro. Escúchame, Señor, pues eres bueno y en tu ternura vuelve a mí tus ojos.
Escúchame, Señor, porque eres bueno.

Mírame enfermo y afligido; defiéndeme y ayúdame, Dios mío. En mi cantar exaltaré tu nombre, proclamaré tu gloria, agradecido.
Escúchame, Señor, porque eres bueno.

Se alegrarán al verlo los que sufren; quienes buscan a Dios tendrán más ánimo, porque el Señor jamás desoye al pobre ni olvida al que se encuentra encadenado.
Escúchame, Señor, porque eres bueno.

Ciertamente el Señor salvará a Sión, reconstruirá a Judá; la heredarán los hijos de sus siervos, quienes aman a Dios la habitarán.
Escúchame, Señor, porque eres bueno


Pidamos la sabiduría del Hijo de Dios para los que proclaman con fidelidad la palabra divina, y para todos los ministros que sirven a la Iglesia, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Por Israel, el pueblo de la antigua alianza, por los cristianos separados de la Iglesia católica y apostólica y por los que no conocen al Dios verdadero, invoquemos al Señor, dueño de toda verdad.
Escúchanos, Señor.

Por los que viven lejos de su casa, por los encarcelados, por los débiles y oprimidos, y por los justos que sufren persecución, oremos a Jesús, el Salvador.
Escúchanos, Señor.

Invoquemos con fe y devoción al Señor de la gloria por la paz y felicidad de los que ahora estamos aquí, huéspedes en la casa del Señor.
Escúchanos, Señor.

 Dios misericordioso y omnipotente, que has querido resumir todos los preceptos de tu ley en el mandamiento del amor, escucha nuestras oraciones y danos un corazón solícito y generoso hacia los sufrimientos de nuestros hermanos, a imagen de tu Hijo, el buen samaritano del mundo, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.

«Altísimo, omnipotente, buen Señor,
tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, corresponden,
y ningún hombre es digno de hacer de ti mención.
Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas...
Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre tierra,
la cual nos sustenta y gobierna,
y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba» (Cánt 1-3.9).


Por la Iglesia: para que, confiando humildemente en María, se entregue cada día al cuidado de sus hijos, que viven rodeados de tantos peligros.

-Por todos los ministros de la Iglesia: para que, sostenidos por el ejemplo de María en el calvario, puedan guiar al pueblo cristiano por los caminos del Señor.

-Por los pecadores: para que la solicitud de María madre y el ejemplo de los hermanos los encamine a la conversión.

-Por los creyentes: para que pidamos intensamente la conversión de los pecadores y expiemos con amor los pecados del mundo.

-Por los niños: para que crezcan en edad, sabiduría y gracia en un ambiente familiar en el que reinen el amor y el sentido cristiano de la vida.

Oración: Dios, Padre nuestro, que a la Madre de tu Hijo la hiciste también madre nuestra, concédenos que, perseverando en la penitencia y la plegaria por la salvación del mundo, promovamos cada día con mayor eficacia el reino de Cristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén





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