A todos los sacerdotes, transfórmalos en Ti, Señor. Que el Espíritu Santo los posea, y que por ellos renueve la faz de la tierra.

sábado, 29 de abril de 2017

Escucha, Dios Padre, nuestras súplicas y concédenos que el Espíritu Santo nos impulse a seguir más de cerca las huellas de tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén



Evangelio
según san Juan 6, 16-21


A la caída de la tarde, los discípulos bajaron al lago, subieron a una barca y atravesaron el lago hacia Cafarnaún. Era ya de noche y Jesús no había llegado a donde estaban ellos. De pronto se levantó un viento fuerte que agitó el lago. Habían avanzado unos cinco kilómetros cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el lago, y tuvieron mucho miedo. Jesús les dijo:
"Soy yo. No tengan miedo".
Entonces quisieron subirlo a bordo y, al instante, la barca tocó tierra en el lugar al que se dirigían.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.




Sal 32


Aclamen, justos, al Señor.

Alégrense, justos, en el Señor, que la alabanza es propia de los buenos. Den gracias al Señor con el arpa, toquen para él con la lira de diez cuerdas.
Aclamen, justos, al Señor.

La palabra del Señor es sincera, todas sus acciones son leales. El ama la justicia y el derecho, el amor del Señor llena la tierra.

Aclamen, justos, al Señor.

El Señor se fija en quienes lo respetan, en los que esperan en su misericordia, para librarlos de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.
Aclamen, justos, al Señor.



  Santa Catalina de Siena 
 Señor Dios, que hiciste a santa Catalina de Siena arder de amor divino en la contemplación de la pasión de tu Hijo y en su entrega al servicio de la Iglesia; concédenos, por su intercesión, vivir asociados al misterio de Cristo para que podamos llenarnos de alegría con la manifestación de su gloria.
Por nuestro Señor Jesucristo...Amén.




Salmo 102

Bendice al Señor, alma mía.

Bendice al Señor, alma mía, y todo lo que soy, su santo nombre. Bendice al Señor, alma mía, y no eches al olvido sus favores.
Bendice al Señor, alma mía.

Pues el Señor perdona tus pecados y tus dolencias cura; él rescata tu vida del sepulcro y te colma de amor y de ternura.
Bendice al Señor, alma mía.

El Señor es clemente y bondadoso, lento al enojo, pronto a la indulgencia; no está siempre acusando ni su rencor por siglos alimenta.
Bendice al Señor, alma mía.
Como un padre amoroso con su hijo, así es tierno el Señor con quien lo quiere; pues sabe bien de lo que estamos hechos y no olvida que somos barro débil.
Bendice al Señor, alma mía.
El amor del Señor por siempre permanece, y su justicia llega hasta los hijos y a la generación siguiente de los hombres que cumplen con su alianza y sus leyes recitan y obedecen.
Bendice al Señor, alma mía




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Oremos Juntos
Oremos a Dios Padre en la fiesta de santa Catalina de Siena que, desde su total entrega al Señor, trabajó incansablemente al servicio de la Iglesia y de los hombres.

-Por la Iglesia, en la diversidad de comunidades e instituciones: para que manifieste a los ojos del mundo la riqueza del misterio de Cristo.

-Por los religiosos y las religiosas de vida contemplativa: para que su consagración a Dios sea a la vez ejemplo de amor al prójimo.

-Por los religiosos y las religiosas consagrados a los diversos ministerios eclesiales: para que sean espejo de la múltiple acción de Jesús en nuestro mundo.

-Por los laicos que asumen tareas eclesiales: para que sean luz de Cristo en los diversos ambientes en que viven y trabajan.

Oración: Escucha, Dios Padre, nuestras súplicas y concédenos que el Espíritu Santo nos impulse a seguir más de cerca las huellas de tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.





SANTA CATALINA DE SIENA

 virgen y doctora de la Iglesia. 
 Nació en Siena (Italia) el año 1347. En la adolescencia hizo voto de castidad y rehusó contraer el matrimonio que le proponían sus padres. El año 1363 vistió el hábito de la Tercera Orden de Santo Domingo, y a partir de entonces se esforzó en conocer a Dios en sí misma y a sí misma en Dios, y en asemejarse a Cristo crucificado. Supo conjugar su intensa vida contemplativa con su incesante actividad al servicio de la Iglesia. Movida por su gran amor a Dios y al prójimo, promovió la paz y la concordia entre las ciudades y defendió con valentía los derechos y la libertad del Romano Pontífice, favoreciendo también la renovación de la vida religiosa, la de los dominicos en particular. Luchó con energía y sin descanso por el retorno del papa, de Aviñón a Roma, y por la unidad de la Iglesia ante el Cisma. Fue una mujer de alta vida mística, autora de importantes obras de espiritualidad. Murió en Roma el 29 de abril de 1380. Juan Pablo II la nombró en 1999 copatrona de Europa.- 
Oración:  
Señor Dios, que hiciste a santa Catalina de Siena arder de amor divino en la contemplación de la pasión de tu Hijo y en su entrega al servicio de la Iglesia, concédenos, por su intercesión, vivir asociados al misterio de Cristo para que podamos llenarnos de alegría con la manifestación de su gloria. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.




GUSTÉ Y VI
Santa Catalina de Siena,
Diálogo sobre la divina providencia (Cap. 167)


¡Oh Deidad eterna, oh eterna Trinidad, que por la unión de la naturaleza divina diste tanto valor a la sangre de tu Hijo unigénito! Tú, Trinidad eterna, eres como un mar profundo en el que cuanto más busco, más encuentro, y cuanto más encuentro, más te busco. Tú sacias al alma de una manera en cierto modo insaciable, pues en tu insondable profundidad sacias al alma de tal forma que siempre queda hambrienta y sedienta de ti, Trinidad eterna, con el deseo ansioso de verte a ti, la luz, en tu misma luz.

Con la luz de la inteligencia gusté y vi en tu luz tu abismo, eterna Trinidad, y la hermosura de tu criatura, pues, revistiéndome yo misma de ti, vi que sería imagen tuya, ya que tú, Padre eterno, me haces partícipe de tu poder y de tu sabiduría, sabiduría que es propia de tu Hijo unigénito. Y el Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, me ha dado la voluntad que me hace capaz para el amor.

Tú, Trinidad eterna, eres el Hacedor y yo la hechura, por lo que, iluminada por ti, conocí, en la recreación que de mí hiciste por medio de la sangre de tu Hijo unigénito, que estás amoroso de la belleza de tu hechura.

¡Oh abismo, oh Trinidad eterna, oh Deidad, oh mar profundo!: ¿podías darme algo más preciado que tú mismo? Tú eres el fuego que siempre arde sin consumir; tú eres el que consumes con tu calor los amores egoístas del alma. Tú eres también el fuego que disipa toda frialdad; tú iluminas las mentes con tu luz, en la que me has hecho conocer tu verdad.

En el espejo de esta luz te conozco a ti, bien sumo, bien sobre todo bien, bien dichoso, bien incomprensible, bien inestimable, belleza sobre toda belleza, sabiduría sobre toda sabiduría; pues tú mismo eres la sabiduría, tú, el pan de los ángeles, que por ardiente amor te has entregado a los hombres.

Tú, el vestido que cubre mi desnudez; tú nos alimentas a nosotros, que estábamos hambrientos, con tu dulzura, tú que eres la dulzura sin amargor, ¡oh Trinidad eterna!

Fuente; Franciscanos.org




domingo, 16 de abril de 2017

Te damos gracias, Señor, porque eres bueno, porque tu misericordia es eterna. Diga la casa de Israel: Su misericordia es eterna. Este es el día del triunfo del Señor, aleluya.



Evangelio
según san Juan 20, 1-9

Gloria a Ti, Señor.

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando estaba todavía oscuro,
y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo a quien Jesús amaba, y les dijo:
"Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro. Vio las vendas en el suelo y el sudario que había estado sobre la cabeza de Jesús, no con las vendas por el suelo, sino doblado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido las Escrituras: que Jesús había de resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.



salmo 117

Este es el día del triunfo del Señor, aleluya.

Te damos gracias, Señor, porque eres bueno, porque tu misericordia es eterna. Diga la casa de Israel: Su misericordia es eterna.
Este es el día del triunfo del Señor, aleluya.

La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es nuestro orgullo. No moriré, continuaré viviendo para contar las hazañas del Señor.
Este es el día del triunfo del Señor, aleluya.

La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente.

Este es el día del triunfo del Señor, aleluya





Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 1-4 


Hermanos:
Puesto que han resucitado con Cristo, busquen los bienes de allá arriba, donde está Cristo,
sentado a la derecha de Dios.
Aspiren a los bienes del cielo, no a los de la tierra. Porque han muerto, y su vida está con Cristo,
escondida en Dios. Cuando se manifieste Cristo, vida nuestra, entonces también ustedes se manifestarán juntamente con Él, en gloria.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.



Oremos

Oremos a Cristo, autor y señor de la vida, a quien Dios resucitó de entre los muertos, y que por su poder nos resucitará a nosotros. 

 A Cristo que, con su gloriosa resurrección ha vencido la muerte y ha destruido el pecado: pidámosle que todos los cristianos sean siempre fieles a las promesas del bautismo que renovaron en la noche santa de Pascua, roguemos al Señor.
Rey vencedor, escúchanos.

A Cristo que, con su santa resurrección ha hecho renacer a los nuevos hijos de la Iglesia, engendrándolos por el agua y el Espíritu Santo: pidámosle que afirme en ellos los dones que les ha concedido en esta Pascua, roguemos al Señor.
Rey vencedor, escúchanos.
A Cristo que, con su gloriosa resurrección ha abierto las puertas de su reino a los que gemían en el abismo y ha otorgado la vida al humano mortal: pidámosle por todos los que sufren, roguemos al Señor.
Rey vencedor, escúchanos.


A Cristo que, con su gloriosa resurrección anunció la alegría a las mujeres, y por medio de las mujeres a los apóstoles, y por medio de los apóstoles al mundo entero: pidámosle por los que nos hemos reunido para celebrar su triunfo, roguemos al Señor.
Rey vencedor, escúchanos.






-Cristo, luz que brilla en las tinieblas, rey de la vida y salvador de los que han muerto, concédenos vivir siempre en tu alabanza.

-Señor Jesús, que anduviste por los caminos de la pasión y de la cruz, concédenos que, unidos a ti en el dolor y en la muerte, resucitemos también contigo.

-Hijo del Padre, tú que has hecho de nosotros un pueblo de reyes y sacerdotes, enséñanos a ofrecer con alegría nuestro sacrificio de alabanza.

-Rey de la gloria, esperamos anhelantes el día de tu manifestación gloriosa, para poder contemplar tu rostro y ser semejantes a ti.

Oración: Señor Jesucristo, que, vencedor de la muerte, nos has abierto las puertas de la vida, concédenos ser renovados por tu Espíritu, para vivir en el reino de la luz y de la vida. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.







Meditacion

Dios nos contempla, Cristo y sus ángeles nos miran, mientras luchamos por la fe. Qué dignidad tan grande, qué felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo.

Revistámonos de fuerza, hermanos amadísimos, y preparémonos para la lucha con un espíritu indoblegable, con una fe sincera, con una total entrega. Que el ejército de Dios marche a la guerra que se nos declara.

El Apóstol nos indica cómo debemos revestirnos y prepararnos, cuando dice: Abrochaos el cinturón de la verdad, por coraza poneos la justicia; bien calzados para estar dispuestos a anunciar el Evangelio de la paz. Y, por supuesto, tened embrazado el escudo de la fe, donde se apagarán las flechas incendiarias del Malo. Tomad por casco la salvación y por espada la del Espíritu, es decir, la palabra de Dios.

Que estas armas espirituales y celestes nos revistan y nos protejan para que en el día de la prueba podamos resistir las asechanzas del demonio y podamos vencerlo.

Pongámonos por coraza la justicia para que el pecho esté protegido y defendido contra los dardos del Enemigo; calzados y armados los pies con el celo por el Evangelio para que, cuando la serpiente sea pisoteada y hollada por nosotros, no pueda mordernos y derribarnos.

Tengamos fuertemente embrazado el escudo de la fe para que, protegidos por él, podamos repeler los dardos del Enemigo.

Tomemos también el casco espiritual para que, protegidos nuestros oídos, no escuchemos los edictos idolátricos, y, protegidos nuestros ojos, no veamos los ídolos detestables. Que el casco proteja también nuestra frente para que se conserve incólume la señal de Dios, y nuestra boca para que la lengua victoriosa confiese a su Señor, Cristo.

Armemos la diestra con la espada espiritual para que rechace con decisión los sacrificios sacrílegos y, acordándose de la eucaristía, en la que recibe el cuerpo del Señor, se una a él para poder después recibir de manos del Señor el premio de la corona eterna.

Que estas verdades, hermanos amadísimos, queden esculpidas en vuestros corazones. Si meditamos de verdad en estas cosas, cuando llegue el día de la persecución, el soldado de Cristo, instruido por sus preceptos y advertencias, no sólo no temerá el combate, sino que se encontrará preparado para el triunfo.

La lucha por la  FE ; San Cipriano de Cartago, Carta 58, 8-9.11

Recuerdos!!!!

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jueves, 13 de abril de 2017

Padre Jamut oracion de San Benito

En esta tarde santa, en que Jesús quiso prolongar su sacerdocio eterno, oremos por el Santo Padre y por todos los que han sido ungidos para actualizar el sacrificio redentor de Cristo, para que encarnen en sus vidas lo que celebran en el altar. Oremos a Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote.



Evangelio
según San Juan 13,1-15.
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.
Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo,
sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios,
se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura.
Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura.
Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: "¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?".
Jesús le respondió: "No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás".
"No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!". Jesús le respondió: "Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte".
"Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!".
Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos".
El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: "No todos ustedes están limpios".
Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?
Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy.
Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros.
Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes." 




Salmo 116
¿Con qué pagaré al Señor
todo el bien que me hizo?
Alzaré la copa de la salvación
e invocaré el nombre del Señor.

¡Qué penosa es para el Señor
la muerte de sus amigos!
tu servidor, lo mismo que mi madre:
por eso rompiste mis cadenas.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
e invocaré el nombre del Señor.
Cumpliré mis votos al Señor,
en presencia de todo su pueblo.




Carta I de San Pablo a los Corintios 11,23-26.
Hermanos:
Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente:
El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan,
dio gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía".
De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: "Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memora mía".
Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que él vuelva.


 fuente; evangeliodeldia.org


Jueves Santo



 

El Papa Francisco presidió en la mañana del Jueves Santo la Santa Misa Crismal en la Basílica de San Pedro. Durante la celebración, los sacerdotes renovaron las promesas hechas en el momento de la Sagrada Ordenación y después se procedió a la bendición del aceite de los enfermos, del aceite de los catecúmenos y de la confirmación.

Francisco habló de la Buena Noticia


Extractos del texto


«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para que dé la Buena noticia a los pobres, me ha enviado a anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos» (Lc 4, 18). El Señor, Ungido por el Espíritu, lleva la Buena Noticia a los pobres. Todo lo que Jesús anuncia, y también nosotros, sacerdotes, es Buena Noticia. Alegre con la alegría evangélica: de quien ha sido ungido en sus pecados con el aceite del perdón y ungido en su carisma con el aceite de la misión, para ungir a los demás. Y, al igual que Jesús, el sacerdote hace alegre al anuncio con toda su persona. Cuando predica la homilía, —breve en lo posible— lo hace con la alegría que traspasa el corazón de su gente con la Palabra con la que el Señor lo traspasó a él en su oración. Como todo discípulo misionero, el sacerdote hace alegre el anuncio con todo su ser. Y, por otra parte, son precisamente los detalles más pequeños —todos lo hemos experimentado— los que mejor contienen y comunican la alegría: el detalle del que da un pasito más y hace que la misericordia se desborde en la tierra de nadie. El detalle del que se anima a concretar y pone día y hora al encuentro. El detalle del que deja que le usen su tiempo con mansa disponibilidad…



La Buena Noticia nace de la Unción. La primera, la «gran unción sacerdotal» de Jesús, es la que hizo el Espíritu Santo en el seno de María.

En aquellos días, la feliz noticia de la Anunciación hizo cantar el Magníficat a la Madre Virgen, llenó de santo silencio el corazón de José, su esposo, e hizo saltar de gozo a Juan en el seno de su madre Isabel.

Hoy, Jesús regresa a Nazaret, y la alegría del Espíritu renueva la Unción en la pequeña sinagoga del pueblo: el Espíritu se posa y se derrama sobre él ungiéndolo con oleo de alegría (cf. Sal 45,8)...

Las alegrías del Evangelio —lo digo ahora en plural, porque son muchas y variadas, según el Espíritu tiene a bien comunicar en cada época, a cada persona en cada cultura particular— son alegrías especiales. Vienen en odres nuevos, esos de los que habla el Señor para expresar la novedad de su mensaje. Les comparto, queridos sacerdotes, queridos hermanos, tres íconos de odres nuevos en los que la Buena Noticia cabe bien, no se avinagra y se vierte abundantemente.

Un odre nuevo con esta concreción inclusiva nos lo regaló el Señor en el alma samaritana que fue Madre Teresa. Él llamó y le dijo: «Tengo sed», «pequeña mía, ven, llévame a los agujeros de los pobres. Ven, sé mi luz. No puedo ir solo. No me conocen, por eso no me quieren. Llévame hasta ellos». Y ella, comenzando por uno concreto, con su sonrisa y su modo de tocar con las manos las heridas, llevó la Buena Noticia a todos.

El tercer ícono de la Buena Noticia es el Odre inmenso del Corazón traspasado del Señor: integridad mansa —humilde y pobre— que atrae a todos hacia sí. De él tenemos que aprender que anunciar una gran alegría a los muy pobres no puede hacerse sino de modo respetuoso y humilde hasta la humillación. No puede ser presuntuosa la evangelización. No puede ser rígida la integridad de la verdad. El Espíritu anuncia y enseña «toda la verdad» (Jn 16,13) y no teme hacerla beber a sorbos. El Espíritu nos dice en cada momento lo que tenemos que decir a nuestros adversarios (cf. Mt 10,19) e ilumina el pasito adelante que podemos dar en ese momento. Esta mansa integridad da alegría a los pobres, reanima a los pecadores, hace respirar a los oprimidos por el demonio.

Queridos sacerdotes, que contemplando y bebiendo de estos tres odres nuevos, la Buena Noticia tenga en nosotros la plenitud contagiosa que transmite con todo su ser nuestra Señora, la concreción inclusiva del anuncio de la Samaritana, y la integridad mansa con que el Espíritu brota y se derrama, incansablemente, del Corazón traspasado de Jesús nuestro Señor. 


Texto completo en : ACIPRENSA

 

Jueves Santo



Meditacion Dios es amor.
La manifestacion de Dios en Jesus de Nazaret se caracteriza por un amor que llega hasta el limite de la locura. Este amor de Dios es pensado como un servicio de Dios para el hombre y su mundo, como un compromiso de Dios para ayudar a que el ser humano llegue a vivir el amor y la misericordia en este mundo.

Jesucristo nos ha convertido en un reino, y hecho sacerdotes de Dios, su Padre. A Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.


Jueves Santo de la Cena del Señor
Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava
De la muerte, Señor, me has librado
Cumpliré mis promesas al Señor
Escucha Señor, nuestra oración
Este es mi Cuerpo, que se da por vosotros

La Última Cena comienza a la puesta del sol. Jesús recita los salmos con voz firme y con un particular acento. San Juan nos ha transmitido que Jesús deseó ardientemente comer esta cena con sus discípulos.

En aquellas horas sucedieron cosas singulares que los Evangelios nos han dejado consignadas: la rivalidad entre los Apóstoles, que comenzaron a discutir quién sería el mayor; el ejemplo sorprendente de humildad y de servicio al realizar Jesús el oficio reservado al ínfimo de los siervos: se puso a lavarles los pies; Jesús se vuelca en amor y ternura hacia sus discípulos: Hijitos míos..., llega a decirles. “El mismo Señor quiso dar a aquella reunión tal plenitud de significado, tal riqueza de recuerdo, tal conmoción de palabras y de sentimientos



Meditacion
"El Señor se levantó de la mesa, echó agua en un recipiente y se puso a lavar los pies de sus discípulos para darles ejemplo..."
Lo que Cristo hizo por los suyos puede resumirse en estas breves palabras de San Juan: los amó hasta el fin. Hoy es un día particularmente apropiado para meditar en ese amor de Jesús por cada uno de nosotros, y en cómo estamos correspondiendo: en el trato asiduo con Él, en el amor a la Iglesia, en los actos de desagravio y de reparación, en la caridad con los demás, en la preparación y acción de gracias de la Sagrada Comunión, en nuestro afán de corredimir con Él, en el hambre y sed de justicia.



En esta tarde en la que anticipamos el misterio pascual de Cristo y celebramos su amor, oremos con cordial confianza al autor de nuestra salvación. Digamos:

Escucha Señor, nuestra oración.
En esta tarde santa, en la que Cristo hecho Eucaristía, se da a su Iglesia pidamos por ella, para que proclame a nuestra humanidad la fuerza salvadora del Sacramento del Amor.
Oremos a Cristo, Pan de vida.
Escucha Señor, nuestra oración.
En esta tarde santa, en que Jesús quiso prolongar su sacerdocio eterno, oremos por el Santo Padre y por todos los que han sido ungidos para actualizar el sacrificio redentor de Cristo, para que encarnen en sus vidas lo que celebran en el altar.
Oremos a Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote.
Escucha Señor, nuestra oración.
En esta tarde santa, en la que Cristo fue entregado por uno de sus amigos, oremos por los que hoy le traicionan derramando sangre inocente, profanando el amor, renegando de su fe; para que la fuerza del misterio que celebramos se haga vida en sus corazones y en los de todos los que fuimos predestinados para el amor.
Oremos a Cristo, nuestra Víctima Pascual.

Escucha Señor, nuestra oración.
En esta tarde santa, en la que Jesús nos quiere unidos en comunión, oremos por el pueblo de Israel y por los que no le reconocen como el Mesías de Dios, el Salvador que tenía que venir.
Oremos a Cristo, nuestro Salvador.

Escucha Señor, nuestra oración.
En esta tarde santa, en la que Cristo oró por sus amigos, oremos por nuestra Comunidad parroquial, por nuestros enfermos, por los que entregan su vida por el Evangelio, por los que no podrán celebrar estos misterios, y por los que viven alejados de Dios; para que el paso del Señor les alcance la paz, la salud, el perdón y el gozo de su cercanía y amistad.
Oremos a Cristo, nuestro hermano.

Escucha Señor, nuestra oración.
En esta tarde santa, en que Jesús nos dejó el mandato del amor como signo de su pertenencia; oremos por todo el Pueblo de Dios, para que reunido en torno al banquete Pascual, y alimentado de su Cuerpo y de su Sangre, seamos capaces de crear una fraternidad universal rompiendo las ataduras del egoísmo y de todo pecado, siendo constructores de la paz y la justicia que Él nos mereció.
Oremos a Cristo, Príncipe de la paz.

Escucha Señor, nuestra oración.
 

Señor Jesús, que antes de derramar tu Sangre por nuestra salvación quisiste quedarte en la Eucaristía para ser nuestro alimento y nuestra vida, concédenos gustar el Sacramento del amor y ser signos de tu presencia en medio de los hombres. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.Amén.




Jesús se queda con nosotros para siempre en la Sagrada Eucaristía, con una presencia real, verdadera y sustancial. Jesús es el mismo en el Cenáculo y en el Sagrario. En aquella noche los discípulos gozaron de la presencia sensible de Jesús, que se entregaba a ellos y a todos los hombres. También nosotros, esta tarde, cuando vayamos a adorarle públicamente en el Monumento, nos encontraremos de nuevo con Él; nos ve y nos reconoce. Podemos hablarle como hacían los Apóstoles y contarle lo que nos ilusiona y nos preocupa, y darle gracias por estar con nosotros, y acompañarle recordando su entrega amorosa. Siempre nos espera Jesús en el Sagrario.

fuente de esta bella meditacion; Encuentro de Oracion y Fe 





lunes, 10 de abril de 2017

Oremos por la paz

OREMOS POR LA PAZ

 

"Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz..."

Evangelio según San Juan 12,1-11.
Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado.
Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales.
María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo:
"¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?".
Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella.
Jesús le respondió: "Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura.
A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre".
Entre tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado.
Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro,
porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él. 

Palabra del Señor








Adoremos a nuestro Redentor, que por nosotros y por todos los hombres quiso morir y ser sepultado para resucitar de entre los muertos.

-Señor y Maestro nuestro, que por nosotros te sometiste a la muerte, enséñanos a someternos siempre, como Tú, a la voluntad del Padre.

-Tú que quisiste morir en la cruz para destruir la muerte y todo su poder, haz que contigo muramos al pecado y resucitemos a una vida nueva.

-Rey nuestro, que como un gusano fuiste el desprecio del pueblo y la vergüenza de la gente, haz que tu Iglesia no se acobarde ante la humillación.

-Salvador de todos los hombres, que diste tu vida por los hermanos, enséñanos a amarnos mutuamente con un amor semejante al tuyo.

Oración: Padre nuestro, mira con bondad a tu familia, por la cual tu Hijo aceptó el tormento de la cruz, entregándose a sus propios enemigos. Te lo pedimos por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. Amén.




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Oremos con la Liturgia de las horas
  
Señor abre mis labiosY mi boca proclamará tu alabanza

A Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió, venid, adorémosle.

 

Salmo 94

 LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
 A Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió, venid, adorémosle.






Lectura breve    Jr 11, 19-20

Yo como cordero manso, llevado al matadero, no sabía los planes homicidas que contra mí planeaban: «Talemos el árbol en su lozanía, arranquémoslo de la tierra de los vivos, que su nombre no se pronuncie más.» Pero tú, Señor de los ejércitos, juzgas rectamente, escudriñas las entrañas y el corazón; veré tu venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi causa.



Nos has comprado, Señor, por tu sangre.

 Nos has comprado, Señor, por tu sangre.

De entre toda raza, lengua, pueblo y nación.

Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
 Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
 Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
CÁNTICO EVANGÉLICO
  Padre justo, si es verdad que el mundo no te ha conocido, yo si te he conocido y sé que tú me has enviado.

Cántico de Zacarías.

 EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Padre justo, si es verdad que el mundo no te ha conocido, yo si te he conocido y sé que tú me has enviado.

Oremos Unidos

Acudamos a Cristo, nuestro Salvador, que nos redimió con su muerte y resurrección, y supliquémosle, diciendo:

Señor, ten piedad de nosotros.
Tú que subiste a Jerusalén para sufrir la pasión y entrar así en la gloria,
conduce a tu Iglesia a la Pascua eterna.

Señor, ten piedad de nosotros.
Tú que, exaltado en la cruz, quisiste ser atravesado por la lanza del soldado,
sana nuestras heridas.

Señor, ten piedad de nosotros.
Tú que convertiste el madero de la cruz en árbol de vida,
haz que los renacidos en el bautismo gocen de la abundancia de los frutos de este árbol.

Señor, ten piedad de nosotros.
Tú que, clavado en la cruz, perdonaste al ladrón arrepentido,
perdónanos también a nosotros, pecadores.

Señor, ten piedad de nosotros





Como Cristo nos enseñó, pidamos al Padre que perdone nuestros pecados, diciendo:

Padre nuestro...

Oremos

Dios todopoderoso, mira la fragilidad de nuestra naturaleza y, con la fuerza de la pasión de tu Hijo, levanta nuestra esperanza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén



El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
 
Amén. 

domingo, 2 de abril de 2017

Que la intercesión de la Virgen María, Madre de la Iglesia, bajo cuya protección puso su vida y pontificado nuestro querido y recordado Juan Pablo II, nos prepare a vivir intensamente esta última semana de Cuaresma, haciendo de nuestras comunidades recintos de verdad y caridad, de paz y esperanza para todos. Benedicto XVI, Ángelus del 2 de abril de 2006



Evangelio según san Juan 11, 1-45
Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro mandaron decir a Jesús:
"Señor, tu amigo está enfermo".
Al oírlo dijo Jesús:
"Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella".
Por eso Jesús, que amaba a Marta, a su hermana María y a Lázaro, al enterarse de que Lázaro estaba enfermo, se detuvo dos días donde se hallaba. Sólo entonces dice a sus discípulos:
"Vamos otra vez a Judea".
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús:
"Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá".
Jesús le dijo:
"Tu hermano resucitará".
Marta respondió:
"Sé que resucitará en la resurrección del ultimo día".
Jesús le dice:
"Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?"
Ella le contestó:
"Sí, Señor: creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo".
Jesús, muy conmovido, preguntó:
"¿Dónde lo han enterrado?"
Le contestaron:
"Señor, ven a verlo".
Jesús se echó a llorar y los judíos comentaban:
"¡Cómo lo quería!"
Pero algunos dijeron:
"Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?"
Jesús, sollozando de nuevo, llegó a la tumba que era una cueva cubierta con una losa.
Dijo Jesús:
"Quiten la losa".
Marta, la hermana del muerto, le dijo:
"Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días".
Jesús le dijo:
"¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?"
Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo:
"Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea para que crean que tú me has enviado".
Y dicho esto, gritó con voz potente:
"¡Lázaro, ven afuera!"
Y el muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario.
Jesús les dijo:
"Desátenlo y déjenlo andar".
Y muchos judíos que habían ido a casa de Marta y María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.


  

Salmo 129

Perdónanos, Señor, y viviremos.

Desde el abismo de mis pecados clamo a ti, Señor; escucha mi clamor; estén atentos tus oídos a mi voz suplicante.
Perdónanos, Señor, y viviremos.
Si conservaras el recuerdo de las culpas, Señor, ¿quién habría que se salvara? Pero de ti procede el perdón, por eso con amor te veneramos.
Perdónanos, Señor, y viviremos.

Confío en el Señor, mi alma espera y confía en su Palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora.
Perdónanos, Señor, y viviremos.

Porque del Señor viene la misericordia, la abundancia de la redención; y él redimirá a su pueblo de todas sus iniquidades.
Perdónanos, Señor, y viviremos




Para que el Redentor del mundo, que se entregó a la muerte para vivificar a su pueblo, libere a la Iglesia de todo mal, roguemos al Señor.
Te lo pedimos Padre, escúchanos.

Para que el Redentor del mundo, que oró en la cruz por quienes lo crucificaban, interceda ante el Padre por los pecadores, roguemos al Señor.
Te lo pedimos Padre, escúchanos.

Para que el Redentor del mundo, que experimentó en la cruz el sufrimiento y la angustia, se compadezca de los que sufren, les dé fortaleza y paciencia y ponga fin a sus dolores, roguemos al Señor.
Te lo pedimos Padre, escúchanos. Para que el Redentor del mundo a nosotros, que en estos días nos disponemos a recordar con veneración su cruz, nos reconforte con la fuerza de su resurrección, roguemos al Señor.
Te lo pedimos Padre, escúchanos.







Oremos a Dios Padre, que ha querido asociar a la misión de su Hijo a la Virgen María, como corredentora y madre de los apóstoles.

-Por la Iglesia: para que viva siempre el «sí» de María a la palabra de Dios.

-Por las vocaciones y los que aspiran al apostolado: para que en las dificultades se sientan asistidos por María, como Juan al pie de la cruz.

-Por todos los que trabajan al servicio del Evangelio: para que se llenen del Espíritu Santo, como los apóstoles reunidos en oración con María en el cenáculo.

-Por todos los que sufren, enfermos, pobres, marginados: para que les llegue el mensaje de la salvación y vean en María un signo de esperanza cierta.

Oración: Escucha, Padre, nuestra humilde oración, que te presentamos por medio de María, nuestra Madre y Reina, mediadora de tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.







PRIMER ANIVERSARIO DE LA MUERTE
DEL PAPA JUAN PABLO II
Benedicto XVI, Ángelus del 2 de abril de 2006

Queridos hermanos y hermanas:

El 2 de abril del año pasado, precisamente como hoy, el amado papa Juan Pablo II, en estas mismas horas y, aquí, en este mismo apartamento, vivía la última fase de su peregrinación terrena, una peregrinación de fe, de amor y de esperanza, que ha dejado una huella profunda en la historia de la Iglesia y de la humanidad. Su agonía y su muerte constituyeron casi una prolongación del Triduo pascual.

Todos recordamos las imágenes de su último vía crucis, el Viernes Santo: dado que no podía ir al Coliseo, lo siguió desde su capilla privada, teniendo entre las manos una cruz. Después, el día de Pascua, impartió la bendición urbi et orbi sin poder pronunciar palabra alguna, sólo con el gesto de la mano. Nunca olvidaremos esa bendición. Fue la bendición más dolorosa y conmovedora, que nos dejó como último testimonio de su voluntad de desempeñar su ministerio hasta el fin. Juan Pablo II murió así, como siempre había vivido, animado por la indómita valentía de la fe, abandonándose a Dios y encomendándose a María santísima. Esta noche lo recordaremos con una vigilia de oración mariana en la plaza de San Pedro, donde mañana por la tarde celebraré la santa misa por él.

A un año de distancia de su paso de la tierra a la casa del Padre podemos preguntarnos: ¿cuál es el legado de este gran Papa, que introdujo a la Iglesia en el tercer milenio? Su herencia es inmensa, pero el mensaje de su larguísimo pontificado se puede resumir bien en las palabras con las que quiso inaugurarlo aquí, en la plaza de San Pedro, el 22 de octubre de 1978: «¡Abrid; más aún, abrid de par en par las puertas a Cristo!». Este inolvidable llamamiento, que sigue resonando en mí como si fuera ayer mismo, Juan Pablo II lo encarnó con toda su persona y toda su misión de Sucesor de Pedro, especialmente con su extraordinario programa de viajes apostólicos.

Visitando los países de todo el mundo, encontrándose con las multitudes, las comunidades eclesiales, los gobernantes, los líderes religiosos y las diversas realidades sociales, realizó un único gran gesto, como confirmación de aquellas palabras iniciales. Anunció siempre a Cristo, presentándolo a todos, como había hecho el concilio Vaticano II, como respuesta a las expectativas del hombre, expectativas de libertad, de justicia y de paz. Cristo es el Redentor del hombre -solía repetir-, el único Salvador auténtico de cada persona y de todo el género humano.

Durante los últimos años, el Señor lo fue despojando gradualmente de todo, para asimilarlo plenamente a sí. Y cuando ya no podía viajar, y después ni siquiera caminar, y al final tampoco hablar, su gesto, su anuncio se redujo a lo esencial: a la entrega de sí mismo hasta el fin. Su muerte fue la culminación de un testimonio coherente de fe, que tocó el corazón de numerosos hombres de buena voluntad. Juan Pablo II nos dejó un sábado, día dedicado en particular a María, hacia la que siempre profesó una devoción filial. A la Madre celestial de Dios le pedimos ahora que nos ayude a atesorar todo lo que nos dio y enseñó este gran Pontífice.

[Después del Ángelus] Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española... Que la intercesión de la Virgen María, Madre de la Iglesia, bajo cuya protección puso su vida y pontificado nuestro querido y recordado Juan Pablo II, nos prepare a vivir intensamente esta última semana de Cuaresma, haciendo de nuestras comunidades recintos de verdad y caridad, de paz y esperanza para todos.






SAN JUAN PABLO II
 Papa de 1978 a 2005.
 Karol Józef Wojtyla nació en Wadowice (Polonia) el año 1920. Durante la ocupación nazi tuvo que trabajar en una cantera y luego en una fábrica química. Estudió en las universidades de Cracovia, Roma y Lublin. Se ordenó de sacerdote en 1946 y en 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia. Participó en el Concilio Vaticano II. Elegido papa el 16 de octubre de 1978, tomó el nombre de Juan Pablo II. Ejerció su ministerio petrino con incansable espíritu misionero. Realizó muchos viajes apostólicos. Celebró innumerables encuentros con el pueblo de Dios y con los responsables de las naciones. Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las Jornadas Mundiales de la Juventud. Su atención hacia la familia se puso de manifiesto con los encuentros mundiales de las familias, inaugurados por él en 1994. Promovió el diálogo con los judíos y con los representantes de las demás religiones. Para mostrar al pueblo ejemplos de santidad de hoy, declaró 1338 beatos y 482 santos. Publicó incontables documentos, reformó el Código de Derecho Canónico. Falleció el 2 de abril de 2005 y fue canonizado el 27-IV-2014. Su memoria se celebra el 22 de octubre.





SAN FRANCISCO DE PAULA.  
Nació en Paula (Calabria, Italia) el año 1416 de familia humilde. Cumpliendo el voto que 
habían hecho sus padres si tenían un hijo, vistió durante dos años el hábito de san Francisco de Asís. Más tarde fundó una congregación de vida eremítica que después se transformó en la Orden de los Mínimos, de vida religiosa en comunidad. Fundó también, más adelante, la Segunda y la Tercera Orden. Él, que había crecido rodeado de privaciones, era un hombre muy austero y quiso para su Orden un estilo de vida estricto y severo. Atendía a los pobres y enfermos con gran caridad, y tuvo fama de taumaturgo. No dudó en denunciar las injusticias que se cometían con los pobres. Cumpliendo órdenes del papa Sixto IV marchó a Francia donde pasó quince años atendiendo espiritualmente a los reyes Luis XI y Carlos VIII, viviendo en pobreza y humildad, predicando al pueblo y fundando numerosos conventos. Murió en Tours (Francia) el 2 de abril de 1507.- 
Oración: Señor, Dios nuestro, grandeza de los humildes, que has elevado a san Francisco de Paula a la gloria de tus santos, concédenos, por su intercesión y a imitación suya, alcanzar de tu misericordia el premio prometido a los humildes. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
 

Oremos Nuestra oracion al Espiritu Santo
(San Agustin rezaba esta oracion al comenzar la jornada todos los dias)


Ven a mí, Espíritu Santo,
Espíritu de sabiduría:
dame mirada y oído interior
para que no me apegue a las cosas materiales,
sino que busque siempre las realidades del Espíritu. Ven a mí, Espíritu Santo,
Espíritu de amor:
haz que mi corazón
siempre sea capaz de más caridad. Ven a mí, Espíritu Santo,
Espíritu de verdad:
concédeme llegar al conocimiento de la verdad
en toda su plenitud. Ven a mí, Espíritu Santo,
agua viva que lanza a la vida eterna:
concédeme la gracia de llegar
a contemplar el rostro del Padre
en la vida y en la alegría sin fin.
Amén. 


Camino de Maria Madre de las Almas Consagradas