Evangelio según san Mateo 1, 18-23
Gloria a ti, Señor.
Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con José, y antes de vivir juntos, sucedió que ella esperaban un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió dejarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el ángel del Señor le dijo en sueños:
"José, hijo de David, no dudes en recibir a María como tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados".
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por el profeta Isaías:
La virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Enmanuel, que quiere decir "Dios-con-nosotros".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Libro del profeta Miqueas 5, 1-4a
Esto dice el Señor:
"Pues tú, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel; sus orígenes se remontan a tiempos pasados, a los días más antiguos.
Por eso el Señor abandonará a los suyos hasta el tiempo en que dé a luz la que ha de dar a luz. Entonces el resto de sus hermanos se unirá a los hijos de Israel. El se levantará para pastorear a su pueblo con la fuerza y la majestad del Señor, su Dios. Ellos habitarán tranquilos, porque extenderá su poder hasta los extremos de la tierra; él mismo será la paz".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo 12, 6ab:6cd
Me llenaré de alegría en el Señor.
Confío, Señor, en tu lealtad, mi corazón se alegra con tu salvación.
Me llenaré de alegría en el Señor.
Cantaré al Señor por el bien que me ha hecho, tocaré mi música
en honor del Dios altísimo.
Me llenaré de alegría en el Señor.
Padre Dario
Me llenaré de alegría en el Señor.
Padre Dario
Oremos
Para que los fieles que han consagrado a Dios su cuerpo y el amor
Para que los fieles que han consagrado a Dios su cuerpo y el amor
exclusivo de su espíritu, a imitación de María amen cada día
más intensamente la virginidad que han prometido, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Para que en el pueblo de la antigua alianza, del cual nació María,
Escúchanos, Señor.
Para que en el pueblo de la antigua alianza, del cual nació María,
arraigue cada vez con más fuerza la fe en el Dios único,
y llegue a conocer también en Jesucristo al Mesías esperado,
roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Para que el Padre del cielo, que dispuso que el nacimiento de María
Escúchanos, Señor.
Para que el Padre del cielo, que dispuso que el nacimiento de María
anunciase la alegría al mundo entero, se compadezca de los que lloran
y ven este mundo como un valle de lágrimas, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Para que todos nosotros, ayudados por la intercesión poderosa de María,
Escúchanos, Señor.
Para que todos nosotros, ayudados por la intercesión poderosa de María,
Virgen fiel, perseveremos en el bien hasta la muerte, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Escucha, Dios de bondad, las oraciones de tu pueblo y accede a nuestra peticiones, ya que nos ponemos bajo la protección de la Madre de tu Hijo, Jesucristo, el Señor, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén
Escúchanos, Señor.
Escucha, Dios de bondad, las oraciones de tu pueblo y accede a nuestra peticiones, ya que nos ponemos bajo la protección de la Madre de tu Hijo, Jesucristo, el Señor, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén
Natividad de la Virgen María, descendiente de Abrahán, nacida de la tribu de Judá y de la progenie del rey David, de la cual nació el Hijo de Dios, hecho hombre por obra del Espíritu Santo, para liberar a la humanidad de la antigua servidumbre del pecado. La celebración del cumpleaños de la Virgen, en que los fieles le ofrecen su homenaje e imploran su protección, está ligada a la basílica de Santa Ana, construida en el siglo V en el ámbito de la piscina Probática (Jn 5,1-9), junto al templo de Jerusalén. La tradición localizaba allí la casa de Joaquín y de Ana, padres de la Virgen. El protoevangelio apócrifo de Santiago fija el lugar del nacimiento de María en las cercanías del Templo, y ya en el siglo V los peregrinos visitaban junto a la piscina Probática «la iglesia de Santa María, en la que ella nació».
La basílica actual fue edificada por los cruzados; en la cripta se venera la casa de Joaquín y de Ana, y el lugar del nacimiento de su hija María. La liturgia une el aniversario del nacimiento de la Virgen con la perspectiva del comienzo de los misterios de la salvación. La celebración mariana es la primicia de los bienes que su Hijo nos traerá. En esta misma fecha, o en los días inmediatos, se celebra también a la Virgen bajo múltiples nombres y advocaciones.- Oración: Concede, Señor, a tus hijos el don de tu gracia, para que, cuantos hemos recibido las primicias de la salvación por la maternidad de la Virgen María, consigamos aumento de paz en la fiesta de su Nacimiento. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Elevemos nuestras súplicas al Salvador, que quiso nacer de María Virgen, y digámosle: Que tu Madre, Señor, interceda por nosotros.
Oh Sol de justicia, a quien la Virgen inmaculada precedía cual aurora luciente, haz que vivamos siempre iluminados por la claridad de tu presencia.
Verbo eterno del Padre, que elegiste a María como arca incorruptible de tu morada, líbranos de la corrupción del pecado.
Salvador nuestro, que quisiste que tu Madre estuviera junto a tu cruz, concédenos, por su intercesión, compartir con alegría tus padecimientos.
Jesús, que, colgado en la cruz, nos diste a María por madre, haz que también nosotros vivamos como hijos suyos.
Oración: Escucha, Padre todopoderoso, las oraciones de tu pueblo, que venera con amor y gratitud el nacimiento de la Madre de tu Unigénito, y derrama sobre nosotros, por su intercesión, los dones de tu bondad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Dice san Francisco: Sobre todos los que cumplan la voluntad de Dios, «descansará el espíritu del Señor, y hará en ellos habitación y morada. Y serán hijos del Padre celestial, cuyas obras hacen. Y son esposos, hermanos y madres de nuestro Señor Jesucristo... Somos madres, cuando lo llevamos en nuestro corazón y en nuestro cuerpo, por el amor y por una conciencia pura y sincera; y lo damos a luz por medio de obras santas, que deben iluminar a los otros como ejemplo» (2CtaF 48-53).
Elevemos nuestras súplicas al Salvador, que quiso nacer de María Virgen, y digámosle: Que tu Madre, Señor, interceda por nosotros.
Oh Sol de justicia, a quien la Virgen inmaculada precedía cual aurora luciente, haz que vivamos siempre iluminados por la claridad de tu presencia.
Verbo eterno del Padre, que elegiste a María como arca incorruptible de tu morada, líbranos de la corrupción del pecado.
Salvador nuestro, que quisiste que tu Madre estuviera junto a tu cruz, concédenos, por su intercesión, compartir con alegría tus padecimientos.
Jesús, que, colgado en la cruz, nos diste a María por madre, haz que también nosotros vivamos como hijos suyos.
Oración: Escucha, Padre todopoderoso, las oraciones de tu pueblo, que venera con amor y gratitud el nacimiento de la Madre de tu Unigénito, y derrama sobre nosotros, por su intercesión, los dones de tu bondad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Dice san Francisco: Sobre todos los que cumplan la voluntad de Dios, «descansará el espíritu del Señor, y hará en ellos habitación y morada. Y serán hijos del Padre celestial, cuyas obras hacen. Y son esposos, hermanos y madres de nuestro Señor Jesucristo... Somos madres, cuando lo llevamos en nuestro corazón y en nuestro cuerpo, por el amor y por una conciencia pura y sincera; y lo damos a luz por medio de obras santas, que deben iluminar a los otros como ejemplo» (2CtaF 48-53).
Consagracion a Maria
.Padre Jose de Jesus
Al término este 22 de noviembre del encuentro con los sacerdotes, religiosos, seminaristas y catequistas en Tailandia, el Papa Francisco invitó a todos a recitar la siguiente oración para pedir a Cristo para que en más familias nazcan vocaciones al sacerdocio y la vida religiosa.
La oración, adaptada del Mensaje del Papa
por el 51° Día Mundial de la Oración por las Vocaciones, es la siguiente:
Señor de la cosecha,
Bendice a la juventud con el don de la valentía
Bendice a la juventud con el don de la valentía
para que respondan a tu llamado.
Abre sus corazones a grandes ideales y a grandes cosas.
Inspira a todos tus discípulos al amor y servicio mutuo
Inspira a todos tus discípulos al amor y servicio mutuo
Para que florezcan vocaciones en la tierra fértil de tu pueblo fiel.
Inculca en los que viven la vida religiosa,
Inculca en los que viven la vida religiosa,
sirven en ministerios parroquiales y nuestras familias,
la confianza y la gracia de invitar a otros
a abrazar el camino audaz y noble de una vida consagrada a Ti.
Únenos a Jesús a través de la oración y los sacramentos
Únenos a Jesús a través de la oración y los sacramentos
para poder cooperar contigo en la construcción del Reino
de la misericordia, de la verdad, de la justicia y de la paz. Amén.
Caminando con Maria
ASCENDENCIA, NACIMIENTO E INFANCIA DE MARIA
ASCENDENCIA, NACIMIENTO E INFANCIA DE MARIA
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
CUBANATIVIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
De la homilía de Juan Pablo II en Frascati el 8-IX-1980
Queridísimos hermanos y hermanas:
Estamos reunidos para proclamar el alegre mensaje de la esperanza cristiana porque celebramos hoy «con alegría el nacimiento de María, la Virgen; de ella salió el sol de justicia, Cristo, nuestro Dios».
Esta festividad mariana es toda ella una invitación a la alegría, precisamente porque, con el nacimiento de María Santísima, Dios daba al mundo como la garantía concreta de que la salvación era ya inminente: la humanidad que, desde milenios, en forma más o menos consciente, había esperado algo o alguien que la pudiese liberar del dolor, del mal, de la angustia, de la desesperación, y que dentro del pueblo elegido había encontrado, especialmente en los profetas, a los portavoces de la palabra de Dios, confortante y consoladora, podía mirar finalmente, conmovida y emocionada, a María «Niña», que era el punto de convergencia y de llegada de un conjunto de promesas divinas, que resonaban misteriosamente en el corazón mismo de la historia.
Precisamente esta Niña, todavía pequeña y frágil, es la «Mujer» del primer anuncio de la redención futura, contrapuesta por Dios a la serpiente tentadora: «Pongo perpetua enemistad entre ti y la mujer y entre tu linaje y el suyo; éste te aplastará la cabeza, y tú le morderás a él el calcañal». Precisamente esta Niña es la «Virgen» que «concebirá y parirá un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que quiere decir "Dios con nosotros"». Precisamente esta Niña es la «Madre» que parirá en Belén «a aquel que señoreará en Israel».
La liturgia de hoy aplica a María recién nacida el pasaje de la Carta a los Romanos, en el que san Pablo describe el designio misericordioso de Dios en relación con los elegidos: María es predestinada por la Trinidad a una misión altísima; es llamada; es santificada; es glorificada (Rom 8,30).
Dios la ha predestinado a estar íntimamente asociada a la vida y a la obra de su Hijo unigénito. Por esto la ha santificado, de manera admirable y singular, desde el primer momento de su concepción, haciéndola «llena de gracia»; la ha hecho conforme con la imagen de su Hijo: una conformidad que, podemos decir, fue única, porque María fue la primera y la más perfecta discípulo del Hijo.
El designio de Dios en María culminó después en esa glorificación, que hizo a su cuerpo mortal conforme con el cuerpo glorioso de Jesús resucitado; la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo representa como la última etapa de la trayectoria de esta criatura, en la que el Padre celestial ha manifestado, de manera exaltante, su divina complacencia.
Por tanto, toda la Iglesia no puede menos de alegrarse hoy al celebrar la Natividad de María Santísima, que -como afirma con acentos conmovedores san Juan Damasceno- es esa «puerta virginal y divina, por la cual y a través de la cual Dios, que está por encima de todas las cosas, hizo su entrada en la tierra corporalmente... Hoy brotó un vástago del tronco de Jesé, del que nacerá al mundo una flor sustancialmente unida a la divinidad. Hoy, en la tierra, de la naturaleza terrena, Aquel que en un tiempo separó el firmamento de las aguas y lo elevó a lo alto, ha creado un cielo, y este cielo es con mucho divinamente más espléndido que el primero».
Contemplar a María significa mirarnos en un modelo que Dios mismo nos ha dado para nuestra elevación y para nuestra santificación.
Y María hoy nos enseña, ante todo, a conservar intacta la fe en Dios, esa fe que se nos dio en el bautismo y que debe crecer y madurar continuamente en nosotros durante las diversas etapas de nuestra vida cristiana. Comentando las palabras de san Lucas (Lc 2,19), san Ambrosio se expresa así: «Reconozcamos en todo el pudor de la Virgen Santa, que, inmaculada en el cuerpo no menos que en las palabras, meditaba en su corazón los temas de la fe». También nosotros debemos meditar continuamente en nuestro corazón «los temas de la fe», es decir, debemos estar abiertos y disponibles a la Palabra de Dios, para conseguir que nuestra vida cotidiana -a nivel personal, familiar, profesional- esté siempre en perfecta sintonía y en armoniosa coherencia con el mensaje de Jesús, con la enseñanza de la Iglesia, con los ejemplos de los Santos.
Texto de la carta original
Al hacerme eco de estas palabras de mi gran predecesor, os digo, fieles de Frascati: Cristo Cabeza tiene necesidad de vosotros, porque vosotros sois sus miembros. La Iglesia tiene necesidad de vosotros, porque vosotros la formáis. No os dejéis desanimar por las dificultades ni, mucho menos, fascinar o intimidar por concepciones o ideologías en contraste con el mensaje cristiano. "Esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe" (1 Jn 5, 4), nos asegura San Juan Evangelista; que esta fe sea siempre sólida, profunda, genuina, activa, dinámica.
¡Oh Virgen naciente,
esperanza y aurora de salvación para todo el mundo, vuelve benigna tu mirada materna hacia todos nosotros, reunidos aquí para celebrar y proclamar tus glorias!
¡Oh Virgen fiel,
que siempre estuviste dispuesta y fuiste solícita para acoger, conservar y meditar la Palabra de Dios, haz que también nosotros, en medio de las dramáticas vicisitudes de la historia, sepamos mantener siempre intacta nuestra fe cristiana, tesoro precioso que nos han transmitido nuestros padres!
¡Oh Virgen potente,
que con tu pie aplastaste la cabeza de la serpiente tentadora, haz que cumplamos, día tras día, nuestras promesas bautismales, con las cuales hemos renunciado a Satanás, a sus obras y a sus seducciones, y que sepamos dar en el mundo un testimonio alegre de esperanza cristiana!
¡Oh Virgen clemente,
que abriste siempre tu corazón materno a las invocaciones de la humanidad, a veces dividida por el desamor y también, desgraciadamente, por el odio y por la guerra, haz que sepamos siempre crecer todos, según la enseñanza de tu Hijo, en la unidad y en la paz, para ser dignos hijos del único Padre celestial!
Amén.
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