Evangelio según san Marcos 3, 1-6
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo entró Jesús en la sinagoga, donde había un hombre que tenía tullida una mano. Los fariseos estaban espiando a Jesús para ver si curaba en sábado y poderlo acusar. Jesús le dijo al tullido:
"Levántate y ponte allí en medio".
Después les preguntó:
"¿Qué es lo que está permitido hacer en sábado?, ¿el bien o el mal? ¿Se le puede salvar la vida a un hombre en sábado o hay que dejarlo morir?"
Ellos se quedaron callados. Entonces, mirándolos con ira y con tristeza, porque no querían entender, le dijo al hombre:
"Extiende tu mano".
La extendió y su mano quedó sana. Entonces se fueron los fariseos y comenzaron a hacer planes con los del partido de Herodes para matar a Jesús.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
salmo 143
Bendito sea el Señor.
Bendito sea el Señor, mi roca firme; él adiestró mis manos y mis dedos para luchar en lides.
Bendito sea el Señor.
El es mi amigo fiel, mi fortaleza, mi seguro escondite, escudo en que me amparo, el que los pueblos a mis plantas rinde.
Bendito sea el Señor.
Al compás de mi cítara nuevos cantos, Señor, he de decirte, pues tú das a los reyes la victoria y salvas a David, tu siervo humilde.
Carta del apóstol san Pablo
Corintios 4, 7-15
Hermanos: Llevamos un tesoro en vasijas de barro, para que se vea que esta fuerza tan extraordinaria proviene de Dios y no de nosotros mismos. Por eso sufrimos toda clase de pruebas, pero no nos angustiamos; nos abruman las preocupaciones, pero no nos desesperamos; nos vemos perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no vencidos.
Llevamos siempre y por todas partes la muerte de Jesús en nuestro cuerpo, para que en este mismo cuerpo se manifieste también la vida de Jesús. Nuestra vida es un continuo estar expuestos a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De modo que la muerte actúa en nosotros, y en ustedes, la vida.
Y como poseemos el mismo espíritu de fe que se expresa en aquel texto de la Escritura: "Creo, por eso hablo", también nosotros creemos y por eso hablamos, sabiendo que aquel que resucitó a Jesús nos resucitará también a nosotros con Jesús y nos colocará a su lado con ustedes. Y todo esto es para bien de ustedes, de manera que, al extenderse la gracia a más y más personas, se multiplique la acción de gracias para gloria de Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Hermanos: Llevamos un tesoro en vasijas de barro, para que se vea que esta fuerza tan extraordinaria proviene de Dios y no de nosotros mismos. Por eso sufrimos toda clase de pruebas, pero no nos angustiamos; nos abruman las preocupaciones, pero no nos desesperamos; nos vemos perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no vencidos.
Llevamos siempre y por todas partes la muerte de Jesús en nuestro cuerpo, para que en este mismo cuerpo se manifieste también la vida de Jesús. Nuestra vida es un continuo estar expuestos a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De modo que la muerte actúa en nosotros, y en ustedes, la vida.
Y como poseemos el mismo espíritu de fe que se expresa en aquel texto de la Escritura: "Creo, por eso hablo", también nosotros creemos y por eso hablamos, sabiendo que aquel que resucitó a Jesús nos resucitará también a nosotros con Jesús y nos colocará a su lado con ustedes. Y todo esto es para bien de ustedes, de manera que, al extenderse la gracia a más y más personas, se multiplique la acción de gracias para gloria de Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
--Yo soy el buen Pastor, que conozco a mis ovejas, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor (Jn 10,14-16).
SAN VICENTE.
Natural de Huesca, hijo de una familia consular, estudió en Zaragoza, donde llegó a ser diácono del obispo san Valero, que lo dedicó a la predicación. En la persecución del emperador Diocleciano, el prefecto Daciano apresó a ambos y los trasladó a Valencia. Aquí, para hacerles apostatar, los sometió a cruel prisión, hambre, cadenas..., pero no consiguió su propósito. Entonces envió a Valero al destierro y continuó atormentando al joven Vicente, que no cesó de confesar su fe. La tradición narra las múltiples torturas que sufrió hasta morir y el ensañamiento con que maltrataron su cadáver, lo que dio lugar a intervenciones extraordinarias de Dios. Murió en Valencia el 22 de enero del año 304, y de inmediato se extendió su culto por toda la Iglesia. Su basílica sepulcral, extramuros de la ciudad, fue templo de un monasterio ilustre y hogar de la fe cristiana durante la dominación musulmana. San Agustín y Prudencio celebraron en sus escritos el martirio.- Oración:
Dios todopoderoso y eterno, derrama sobre nosotros tu Espíritu, para que nuestros corazones se abrasen en el amor intenso que ayudó a san Vicente a superar los tormentos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
SAN VICENTE PALLOTTI.
Nació en Roma el año 1795. Recibió de sus padres una excelente educación cristiana. Una tía suya, monja clarisa, fue a vivir con ellos cuando los franceses destruyeron su monasterio, y contribuyó a su formación religiosa llevándole a conocer la espiritualidad franciscana y a vivirla como miembro de la Tercera Orden de S. Francisco. Desde su ordenación sacerdotal en 1818, se entregó a un incansable apostolado, al que trató de asociar a los seglares, fomentando la colaboración entre sacerdotes y laicos. Y a unos y a otros incluyó en la congregación por él fundada, la Sociedad del Apostolado Católico. Murió en Roma el 22 de enero de 1850. En 1963, Juan XXIII lo canonizó y lo proclamó patrono principal de la Unión Misional del Clero
Bendito sea el Señor.Dirijamos con fe nuestra oración al Padre, principio de unidad y de paz, para que todos los creyentes en Cristo nos reunamos en la perfecta comunión de su Espíritu:
-Tú que nos has creado a tu imagen, abate todas las barreras del egoísmo que nos separan de ti y nos hacen extraños para nuestros hermanos.
-Tú que has enviado a tu Hijo al mundo para formar un solo rebaño bajo un solo pastor, líbranos de todo principio de discordia y haznos fermento de unidad para todos los pueblos.
-Tú que eres paciencia infinita, concede a todas las confesiones cristianas sentimientos de humildad y de caridad, para que busquemos los caminos de la reconciliación.
-Tú que como Padre de todos quieres vernos unidos en una sola familia, sana el egoísmo y desamor que nos impiden la plena comunión en tu nombre.
Oración: Padre bueno, haz que tus hijos seamos unánimes en la confesión de la fe y concordes en la proclamación de tu alabanza. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
SOBRE EL MARTIRIO DE SAN VICENTE
Del Sermón 276 de san Agustín
A vosotros se os ha concedido la gracia -dice el Apóstol- de estar del lado de Cristo, no sólo creyendo en él, sino sufriendo por él.
Una y otra gracia había recibido el diácono Vicente; las había recibido y, por esto, las tenía. Si no las hubiese recibido, ¿cómo hubiera podido tenerlas? En sus palabras tenía la fe, en sus sufrimientos la paciencia.
Nadie confíe en sí mismo al hablar; nadie confíe en sus propias fuerzas al sufrir la prueba, ya que, si hablamos con rectitud y prudencia, nuestra sabiduría proviene de Dios y, si sufrimos los males con fortaleza, nuestra paciencia es también don suyo.
Recordad qué advertencias da a los suyos Cristo, el Señor, en el Evangelio; recordad que el Rey de los mártires es quien equipa a sus huestes con las armas espirituales, quien les enseña el modo de luchar, quien les suministra su ayuda, quien les promete el remedio, quien, habiendo dicho a sus discípulos: En el mundo tendréis luchas, añade inmediatamente, para consolarlos y ayudarlos a vencer el temor: Pero tened valor: yo he vencido al mundo.
¿Por qué admirarnos, pues, amadísimos hermanos, de que Vicente venciera en aquel por quien había sido vencido el mundo? En el mundo -dice- tendréis luchas; se lo dice para que estas luchas no los abrumen, para que en el combate no sean vencidos. De dos maneras ataca el mundo a los soldados de Cristo: los halaga para seducirlos, los atemoriza para doblegarlos. No dejemos que nos domine el propio placer, no dejemos que nos atemorice la ajena crueldad, y habremos vencido al mundo.
En uno y otro ataque sale al encuentro Cristo, para que el cristiano no sea vencido. La constancia en el sufrimiento que contemplamos en el martirio que hoy conmemoramos es humanamente incomprensible, pero la vemos como algo natural si en este martirio reconocemos el poder divino.
Era tan grande la crueldad que se ejercitaba en el cuerpo del mártir y tan grande la tranquilidad con que él hablaba, era tan grande la dureza con que eran tratados sus miembros y tan grande la seguridad con que sonaban sus palabras, que parecía como si el Vicente que hablaba no fuera el mismo que sufría el tormento.
Es que, en realidad, hermanos, así era: era otro el que hablaba. Así lo había prometido Cristo a sus testigos, en el Evangelio, al prepararlos para semejante lucha. Había dicho, en efecto: No os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis. No seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros.
Era, pues, el cuerpo de Vicente el que sufría, pero era el Espíritu quien hablaba, y, por estas palabras del Espíritu, no sólo era redargüida la impiedad, sino también confortada la debilidad
Del Sermón 276 de san Agustín
A vosotros se os ha concedido la gracia -dice el Apóstol- de estar del lado de Cristo, no sólo creyendo en él, sino sufriendo por él.
Una y otra gracia había recibido el diácono Vicente; las había recibido y, por esto, las tenía. Si no las hubiese recibido, ¿cómo hubiera podido tenerlas? En sus palabras tenía la fe, en sus sufrimientos la paciencia.
Nadie confíe en sí mismo al hablar; nadie confíe en sus propias fuerzas al sufrir la prueba, ya que, si hablamos con rectitud y prudencia, nuestra sabiduría proviene de Dios y, si sufrimos los males con fortaleza, nuestra paciencia es también don suyo.
Recordad qué advertencias da a los suyos Cristo, el Señor, en el Evangelio; recordad que el Rey de los mártires es quien equipa a sus huestes con las armas espirituales, quien les enseña el modo de luchar, quien les suministra su ayuda, quien les promete el remedio, quien, habiendo dicho a sus discípulos: En el mundo tendréis luchas, añade inmediatamente, para consolarlos y ayudarlos a vencer el temor: Pero tened valor: yo he vencido al mundo.
¿Por qué admirarnos, pues, amadísimos hermanos, de que Vicente venciera en aquel por quien había sido vencido el mundo? En el mundo -dice- tendréis luchas; se lo dice para que estas luchas no los abrumen, para que en el combate no sean vencidos. De dos maneras ataca el mundo a los soldados de Cristo: los halaga para seducirlos, los atemoriza para doblegarlos. No dejemos que nos domine el propio placer, no dejemos que nos atemorice la ajena crueldad, y habremos vencido al mundo.
En uno y otro ataque sale al encuentro Cristo, para que el cristiano no sea vencido. La constancia en el sufrimiento que contemplamos en el martirio que hoy conmemoramos es humanamente incomprensible, pero la vemos como algo natural si en este martirio reconocemos el poder divino.
Era tan grande la crueldad que se ejercitaba en el cuerpo del mártir y tan grande la tranquilidad con que él hablaba, era tan grande la dureza con que eran tratados sus miembros y tan grande la seguridad con que sonaban sus palabras, que parecía como si el Vicente que hablaba no fuera el mismo que sufría el tormento.
Es que, en realidad, hermanos, así era: era otro el que hablaba. Así lo había prometido Cristo a sus testigos, en el Evangelio, al prepararlos para semejante lucha. Había dicho, en efecto: No os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis. No seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros.
Era, pues, el cuerpo de Vicente el que sufría, pero era el Espíritu quien hablaba, y, por estas palabras del Espíritu, no sólo era redargüida la impiedad, sino también confortada la debilidad
Camino de Maria
2020
Te contamos que comenzaremos la Novena a Maria Madre de las Almas Consagradas desde aqui y publicaremos el folleto con el rezan en Carrizal, Santuario de Maria Madre de las Almas Consagradas en Venezuela.
Te pedimos que ayudes a difundir la Novena llevando a los conventos y capillas de adoracion para ofrecer esta novena a todos los consagrados del mundo entero,
puedes descargar e imprimir las Imagenes desde aqui o bien escribirnos para hacerte llegar el material de Maria, recuerda que todos somos una familia que reza unida estes donde estes.
Mensaje de Hna Clara Montilla a todos los que rezan por las intenciones de Maria Madre de las Almas Consagradas.
Novena para mandar a imprimir y ayudar a Difundir.
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