A todos los sacerdotes, transfórmalos en Ti, Señor. Que el Espíritu Santo los posea, y que por ellos renueve la faz de la tierra.

miércoles, 17 de febrero de 2016

OH SEÑOR Jesucristo, al presentarnos ante Tu adorable Rostro para pedirte a Ti las gracias que más necesitamos, Te rogamos, por sobre todo, nos concedas la disposición interior para nunca dejar de hacer en ningún momento lo que Tu requieres de nosotros con Tus santos mandamientos y divinas inspiraciones. Amén.

Imagen del sitio de las Hermanas Hijas de la Inmaculada


Evangelio
según san Lucas 11, 29-32

En aquel tiempo, la gente se aglomeraba alrededor de Jesús y él se puso a decir:
"Esta es una generación malvada; pide una señal, pero no se le dará una señal diferente a la de Jonás. Pues así como Jonás fue una señal para los ninivitas, así el Hijo del hombre lo será para esta generación.
La reina del sur se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino desde el extremo de la tierra a escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien que es más importante que Salomón.
Los habitantes de Nínive se levantarán el día del juicio contra esta generación y la condenarán, porque ellos hicieron penitencia por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien que es más importante que Jonás".
Palabra del Señor.


Fiesta de la Santa Faz


 Mensaje de Jesús el 21-11-1938 a la Beata María Pierina de Micheli, «Apóstol del Divino Rostro», Religiosa de las «Hijas de la Inmaculada Concepción» de Buenos Aires:“He dado mi corazón como objeto sensible de mi gran amor por los hombres y mi Rostro lo doy como objeto sensible de mi dolor por los pecados de los hombres y deseo que sea honrado con una fiesta particular el martes de quincuagésima…”


Santa Teresita de Lisieux y la Santa Faz






Es precisamente este pasaje de Isaías que mueve tanto el corazón de Santa Teresita del Niño Jesús que por ello, pide permiso y le es concedido, para añadir a su nombre "del Niño Jesús y de la Santa Faz". 

En una carta a Pauline, nos revela como su devoción a la Santa Faz es el fundamento para su espiritualidad del camino escondido y pequeño, espiritualidad que la llevó a ser proclamada Doctora de la Iglesia: "A través de ti he entrado en las profundidades de los misterios de amor escondidos en el Rostro de nuestro esposo. He entendido cual es la verdadera gloria. Aquel cuyo reino no es de este mundo me ha enseñado que la verdadera sabiduría consiste en desear no ser conocido ni tomado en cuenta. Es encontrar gozo en el olvido de si. Ah! Deseo, como el Rostro de Jesús, que el mío esté escondido y que nadie en la tierra me reconozca " (cf. Is 53,3). Tengo sed de sufrir y debo ser olvidada. (SS A 71r; ET 152).

Santa Teresita llevaba dentro de su hábito y cerca de su corazón escrito sobre una imagen del Santo Rostro: "Haz que yo me asemeje a Ti, Oh Jesús". Para Sta. Teresita, el contemplar el Santo Rostro del Señor, significaba imitar todo lo que en El veía: un Dios con vida oculta, humilde, mansa y pobre; El Corazón de Dios siendo revelado en su Rostro.

Para ella, también, esta contemplación le llevaba necesariamente a la consolación y recomendaba a su hermana Celine "se otra Verónica que limpia el rostro de Jesús lleno de Sangre y Lágrimas." La misma sangre y agua que fluirían de su Corazón al ser traspasado.

Sta. Teresita invita a su hermana a consolar el Rostro de Jesús convirtiendo pecadores: "Consuela a nuestro Señor en su Agonía, revelada en su Rostro, pero especialmente calmando su sed de almas". En uno de sus poemas escribe: "¡Oh quisiera para consolarte ignorada del mundo estar! La belleza que Tú ocultas me descubre tu misterio. Tu Rostro Salvador es divina flor de mirra que tener quiero sobre el corazón! Tu Rostro es mi riqueza y ya nada pido . Yo Jesús me oculto en él y a Ti me asemejaré.. Deja en mi la señal divina de tus rasgos de dulzura, solo así llegaré a ser santa atrayendo a Ti los corazones."




Para Sta. Teresita, la santidad necesariamente se debe revelar en el rostro, pues la abundancia del corazón se refleja en el rostro. Así como la santidad se refleja en el rostro, la santidad a la vez representa el verdadero rostro de Cristo.
 SS Juan Pablo II nos dice en NMI: "la santidad representa al vivo el rostro de Cristo":
En la fiesta de la Transfiguración, el 6 de Agosto de 1896, día que se celebraba la Fiesta de la Santa Faz en el Carmelo de Lisieux, Sta. Teresita con dos novicias (ella era maestra de novicias en ese tiempo) hicieron un acto de consagración a la Santa Faz. Las tres pidieron "ser escondidas en el secreto de tu Santo Rostro", que significaba el deseo de imitar la vida oculta y el amor sufriente de Cristo, con el propósito de ejercitarse tanto en el amor que pronto fuesen consumidas en ese amor y así no atarse a las cosas de la tierra y pronto alcanzar la visión de Jesús, cara a cara (ET 91). En la consagración expresan el deseo de convertirse en otras Verónicas, consolando a Jesús en su pasión y ofreciéndole almas como consuelo. La oración concluyó: "¡Oh adorable rostro de Jesús! Mientras esperamos el día en que contemplaremos tu gloria infinita, nuestro único deseo es escondernos bajo tus ojos divinos y así no ser reconocidas en la tierra."

En sus escritos Teresa revela cómo la Virgen María –a quien llamaba su “madrecita”- la ayudó a profundizar el misterio del Rostro de Cristo, que no es otro que el de la Eucaristía y el Sagrado Corazón: el misterio del Amor de un Dios que se encarna y toma rostro humano, ama con corazón humano y quiere permanecer entre nosotros y ser uno con nosotros convertido en pan: “No había sondeado hasta entonces la profundidad de los tesoros que encierra la Santa Faz; mi madrecita fue quien se afanó en revelármelos. Fue en esta ocasión cuando me los reveló y comprendí...Comprendí como nunca dónde se encuentra la gloria verdadera...Aquel, cuyo reino no es de este mundo, me evidenció que la única realeza codiciable consiste en querer ser desconocido y estimado en nada, en poner nuestro contento en el propio menosprecio. ¡Ah! Deseaba que mi rostro ,como el de Jesús, estuviera escondido a todos los ojos, que nadie me conociera en el mundo; amaba el padecer y el ser olvidada”.
Son innumerables los textos en que Teresa de Lisieux habla de la Sta. Faz. Demasiados para citarlos en un resumen de estas dimensiones. Vaya éste sacado del proceso de beatificación: “La Santa Faz era el espejo donde Sor Teresa veía el Alma y el Corazón de su Amado; el libro de meditación donde bebió la ciencia del amor. Fue en la meditación de la Santa Faz que aprendió ella la humildad”.

Oremos


ADORABLE Rostro de mi Jesús, mi único amor, mi luz y mi vida, permíteme conocerte, amarte y servirte sólo a Ti, que yo pueda vivir Contigo, de Ti, a través de Ti y para Ti. Amén.

ETERNO Padre, a Ti te ofrezco el adorable Rostro de Tu Amado Hijo por el honor y la gloria de Tu Nombre, por la conversión de los pecadores y por la salvación de los moribundos.

OH DIVINO Jesús, a través de Tu Rostro y Nombre, sálvanos. ¡Nuestra esperanza está en la virtud de Tu Santo Nombre!





Oracion de Santa teresita a La Santa Faz

¡Faz adorable de Jesús. única hermosura que arrebata mi corazón! Dígnate imprimir en mí tu divina semejanza, para que no puedas mirar el alma de tu pequeñita esposa sin mirarte a ti mismo. ¡Oh Amado mío! Por tu amor acepto no ver aquí abajo la blandura de tu mirada ni sentir el inefable beso de tus labios, pero te suplico que me abrases con tu amor, el cual me consuma rápidamente y conduzca pronto a tu presencia.
Vivir de amor es enjugar tu Rostro e implorar el perdón de los pecadores. ¡Oh, cuántas gracias he recibido, durante mi vida, de esta Santa Faz!
Santa Teresa de la Santa Faz

Hemos visto en otro lugar lo arraigada de la devoción a la Sta. Faz en Francia, concretamente en Tours y el apostolado que desarrolló Monsieur Dupont propagando la devoción y traduciéndola en obras prácticas de atención al prójimo. Teresa de Lisieux hizo lo propio desde su encierro del Carmelo: dedicó numerosas poesías a la Sta Faz, la pintó en casullas y estampas, inculcó a sus novicias y hermanas de comunidad esta devoción en lo que tiene de más auténtico: la identificación con Cristo en la bonanza y en las dificultades; la menciona en cartas y comunicaciones.

Duro fue para ella ver como su padre perdía sus facultades físicas y mentales durante los seis últimos años de su vida. Este fue su comentario: “Así como la Faz adorable de Jesús se entristeció durante su pasión, así hubo de velarse en los días de su humillación la faz de su servidor fiel (su padre) para merecer ser abrillantada en los cielos”. Y es que el mundo doliente es el que mejor puede identificarse con la Santa Faz de Cristo Crucificado.

Lo que importa de verdad a una persona se manifiesta en el momento supremo de la muerte: salen a flote los sentimientos más profundos, algunas veces ocultos por un fárrago de trivialidades. En Teresa de Jesús no ocurrió eso: murió como vivió. Una testigo que la atendía en la enfermería manifiesta: “Cerca de su lecho habíamos colocado un lienzo de la Santa Faz, a la que tenía gran devoción, para festejar el 6 de Agosto, la Transfiguración del Señor”. Y a esta compañera de comunidad le confiesa en la intimidad: “¡Qué bien hizo Nuestro Señor en bajar sus ojos al ofrecernos su retrato! Porque los ojos son el espejo del alma y nosotras hubiéramos muerto de gozo al poder entrever su alma. ¡Qué gracias me ha concedido la Santa Faz en mi vida! Al escribir mi Cántico Vivir de Amor me ayudó hasta a redactarle con suma facilidad. Transcribí de memoria durante los tres cuartos de hora de silencio por la noche las quince estrofas que había rimado durante el día. Mi devoción, o hablando más exactamente mi piedad para con la Santa Faz está inspirada en las palabras de Isaías: “ Le falta hermosura y esplendor..; le vimos y no tenía expresión...Despreciado y como el último de los hombres, varón de dolores, conocedor de la enfermedad; tenía la Faz semioculta y como llena de vergüenza, y no le hemos apreciado”. Yo también no deseo tener ni fulgor ni hermosura...pisar yo sola las uvas en el lagar, vivir desconocida de todos”.

Y como se reseña en el proceso de beatificación: “Tenía la Santa Faz colgada en las cortinas de su cama durante su última enfermedad: su vista le ayudó a soportar su largo martirio”. Se ahogaba –tenía tuberculosis- y en su angustia la contemplaba una y otra vez...Para finalizar este apartado trascribimos casi literalmente su Cántico a la Santa Faz. A algunos oídos modernos les podrá parecer exagerado...No es eso. Son frases tejidas por una poeta, una mística...un alma enamorada.


“¡Jesús! Tu imagen inefable es el astro que guía mis pasos. Tú lo sabes bien. Tu dulce rostro es aquí en la tierra mi paraíso. Mi amor descubre los encantos de tus ojos embellecidos por el llanto. Cuando contemplo tus dolores sonrío a través de mis lágrimas. Deseo vivir ignorada y solitaria para consolar tu belleza; esa belleza que se oculta en tu Faz bajo el misterio del dolor y que tan fuertemente me atrae a Ti. Tu faz es mi sola patria; ella es mi reino de amor, mi prado risueño, mi dulce sol de cada día. Ella es el lirio del valle, cuyo perfume misterioso consuela mi afligida alma y le hace gustar la paz de los cielos. Ella es mi reposo, mi dulzura y mi melodiosa lira. Tu rostro, dulce Salvador, es el divino ramillete de mirra que yo quiero guardar en mi corazón. Tu Faz es mi sola riqueza, no quiero nada fuera de ella. Jesús yo me asemejaré a Ti, y oculta entre los pliegues del velo de la Verónica, atravesaré la vida desapercibida de las criaturas. Deja en mi la divina impresión de tus besos, llenos de dulzura, y pronto llegaré a ser santa y atraeré a Ti todos los corazones. Cuando tus labios adorados impriman en mi el beso eterno, haz que me abrase de amor, y que este amor levante en el campo de la Iglesia una hermosa cosecha de almas santas”

¡Ojalá que amemos a Cristo así y nuestro amor no sea de palabras sino de obras!

 
Reflexión de Su Santidad, Juan Pablo II, en su visita a la Sábana Santa en Turín
-24 de mayo, de 1998
Imagen del Sitio El Pensador//jesusfraga.blogspot.es
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La Sábana Santa: Espejo del Evangelio.

Catedral de Bs As. Junio 2015


Con la mirada puesta en la Sábana Santa, deseo saludar cordialmente a todos vosotros, fieles de la Iglesia de Turín. Saludo a los peregrinos que durante el período de esta exposición vienen de todas las partes del mundo para contemplar uno de los signos más desconcertantes del amor doloroso del Redentor.

Al entrar en el catedral, que muestra todavía las heridas producidas por el terrible incendio del año pasado, me he detenido en adoración ante la Eucaristía, el Sacramento que situado en el centro de la atención de la Iglesia y que, bajo apariencias humildes, custodia la presencia verdadera, real y substancial de Cristo. A la luz de la presencia de Cristo en medio de nosotros, me he detenido después ante la Sábana Santa, el precioso lino que puede sernos de ayuda para comprender mejor el misterio del amor del Hijo de Dios por nosotros.

Ante la Sábana Santa, imagen intensa y acongojante de un dolor inenarrable, deseo dar gracias al Señor por este don singular, que exige del creyente una atención amorosa y una disponibilidad total al seguimiento del Señor.

La Sábana Santa es una provocación a la inteligencia. Ante todo, requiere el compromiso de todo hombre, en particular del investigador, para acoger con humildad el mensaje profundo que plantea a su razón y a su vida. La fascinación misteriosa ejercitada por la Sábana Santa lleva a formular preguntas sobre la relación entre el sagrado lienzo y la vicisitud histórica de Jesús. Confía a los científicos la tarea de investigar para llegar hasta respuestas adecuadas a los interrogantes ligados a esta sábana que, según la tradición, habría envuelto el cuerpo de nuestro Redentor cuando fue descendido de la cruz. La Iglesia exhorta a estudiar la Sábana Santa sin posiciones preconcebidas, que dan por descontado resultados que no pueden ser considerados como tales; invita a actuar con libertad interior y cuidadoso respeto tanto de la metodología científica como de la sensibilidad de los creyentes.

Lo que cuenta sobre todo para el creyente es que la Sábana Santa es un espejo del Evangelio. De hecho, si se reflexiona sobre el sagrado lienzo, no se puede olvidar que la imagen que se encuentra presente en él tiene una relación tan profunda con lo que narran los cuatro Evangelios sobre la pasión y muerte de Jesús que cada hombre sensible se siente interiormente tocado y conmovido al contemplarla. Quien se acerca a ella es consciente también de que la Sábana Santa no sólo impresiona el corazón de la gente, sino que hace referencia a Aquel a cuyo servicio la ha puesto la Providencia amorosa del Padre. Por lo tanto, es justo alimentar la conciencia de la preciosidad de esta imagen, que todos ven y que nadie puede explicar por ahora. Para toda persona profunda es motivo de hondas reflexiones que pueden llegar a implicar la vida.

La Sábana Santa constituye de este modo un signo verdaderamente singular que hace referencia a Jesús, la Palabra verdadera del Padre, e invita a modelar la propia existencia según la de Aquel que se dio a sí mismo por nosotros.

En la Sábana Santa Se refleja la imagen del sufrimiento humano. Recuerda al hombre moderno, distraído con frecuencia por el bienestar y por las conquistas tecnológicas, el drama de tantos hermanos y le invita a interrogarse sobre el dolor y a profundizar sobre sus causas.

La imagen del cuerpo martirizado del Crucificado, al testimoniar la tremenda capacidad del hombre para causar dolor y muerte a sus semejantes, se presenta como un icono del sufrimiento del inocente de todos los tiempos: de las innumerables tragedias que han marcado la historia pasada y de los dramas que continúan consumándose en el mundo.

Ante la Sábana Santa, ¿cómo es posible no pensar en los millones de hombres que mueren de hambre, en los horrores perpetrados en tantas guerras que ensangrientan las naciones, en el abuso brutal de mujeres y niños, en los millones de seres humanos que viven entre miserias y humillaciones al margen de las metrópolis, especialmente en los países en vías de desarrollo? ¿Cómo es posible no acordarse con angustia y piedad de cuantos no pueden gozar de los derechos civiles elementales, de las víctimas de la tortura, del terrorismo, de los esclavos de organizaciones criminales?

Al evocar estas dramáticas situaciones, la Sábana Santa no sólo nos lleva a salir de nuestro egoísmo, sino que además nos invita a descubrir el misterio del dolor que, santificado por el sacrificio de Cristo, genera salvación para toda la humanidad.

La Sábana Santa es también imagen del amor de Dios y del pecado del hombre. Invita a redescubrir la causa última de la muerte redentora de Jesús. En el sufrimiento inconmensurable que documenta, el amor de Aquel que «tanto amó al mundo que le dio a su Hijo unigénito» (Jn 3, 16) se hace casi palpable y manifiesta sus sorprendentes dimensiones. Ante ella, los creyentes no pueden dejar de exclamar y con plena verdad: «¡Señor, no me podías amar más!» y darse cuenta inmediatamente de que el responsable de este sufrimiento es el pecado: los pecados de cada ser humano».

Al hablarnos de amor y de pecado, la Sábana Santa nos invita a todos nosotros a imprimir en nuestro espíritu el rostro del amor de Dios para excluir la tremenda realidad del pecado. La contemplación de aquel Cuerpo martirizado ayuda al hombre contemporáneo a liberarse de la superficialidad y del egoísmo con el que con mucha frecuencia trata el amor y el pecado. Haciendo eco de la palabra de Dios y de los siglos de conciencia cristiana, la Sábana Santa susurra: cree en el amor de Dios, el tesoro más grande donado a la humanidad, y huye del pecado, la mayor desgracia de la historia.

La Sábana Santa es también imagen de impotencia: impotencia ante la muerte, en la que se revela la máxima consecuencia del misterio de la Encarnación. El lienzo nos empuja a medirnos con el aspecto más perturbador del misterio de la Encarnación, que es también aquel que muestra cómo Dios se ha hecho hombre, asumiendo nuestra condición humana hasta someterse a la impotencia total del momento en el que la vida se apaga. Es la experiencia del Sábado Santo, transición importante del camino de Jesús hacia la Gloria, de la que se desprende un rayo de luz que embiste el dolor y la muerte de cada hombre.

La fe, al recordarnos la victoria de Cristo, nos comunica la certeza de que el sepulcro no es la última meta de la existencia. Dios nos llama a la resurrección y a la vida inmortal.

La Sábana Santa es una imagen del silencio. Existe un silencio trágico de la incomunicación, que en la muerte tiene su máxima expresión, y existe el silencio de la fecundidad, que es precisamente el de quien renuncia a hacerse escuchar por el exterior para alcanzar en lo profundo las raíces de la verdad y de la vida. La Sábana Santa expresa no sólo el silencio de la muerte, sino también el silencio valiente y fecundo de la superación de lo efímero, gracias a la inmersión total en el eterno presente de Dios. De este modo, ofrece la conmovedora confirmación del hecho de que la
omnipotencia misericordiosa de nuestro Dios no puede ser detenida por ninguna fuerza del mal; al contrario, sabe hacer concurrir en el bien la misma fuerza del mal. Nuestro tiempo necesita redescubrir la fecundidad del silencio para superar la disipación de los sonidos, de las imágenes, de los cotilleos que con demasiada frecuencia impiden escuchar la voz de Dios.

¡Queridos hermanos y hermanas! Vuestro obispo, el querido cardenal Giovanni Saldarini, custodio pontificio de la Sábana Santa, ha propuesto como tema para esta exposición solemne las palabras: «Todos los hombres verán tu salvación». Sí, la peregrinación que las muchedumbres están realizando a esta ciudad es precisamente un «venid a ver» este signo trágico e iluminador de la Pasión, que anuncia el amor del Redentor. Este icono de Cristo abandonado en la condición dramática y solemne de la muerte, que desde hace siglos es objeto de significativas representaciones y que desde hace cien años, gracias a la fotografía, se ha difundido a través de muchísimas reproducciones, exhorta a ahondar en el centro del misterio de la vida y de la muerte para descubrir el mensaje grande y consolador que nos ha sido dado. La Sábana Santa nos presenta a Jesús en el momento de su máxima impotencia y nos recuerda que en la anulación de esa muerte está la salvación del mundo entero. La Sábana Santa se convierte de este modo en una invitación a vivir cada experiencia, incluida la del sufrimiento y la de la suprema impotencia, con la actitud de quien cree que el amor misericordioso de Dios vence toda pobreza, todo impedimento, toda tentación de desesperación.

El Espíritu de Dios, que habita en nuestros corazones, suscite en cada uno el deseo y la generosidad necesarios para acoger el mensaje de la Sábana Santa y para hacer de él el criterio inspirador de la existencia.

Con estos deseos, os imparto a todos, a los peregrinos que visitarán la Sábana Santa y a cuantos están espiritual e idealmente unidos en torno a este signo sorprendente del amor de Cristo, una especial bendición apostólica. 


Catedral de Bs As. Junio 2015
Fundacion de La Santa Faz en Buenos Aires


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