A todos los sacerdotes, transfórmalos en Ti, Señor. Que el Espíritu Santo los posea, y que por ellos renueve la faz de la tierra.

sábado, 28 de noviembre de 2015

...María santísima, Virgen del Adviento, nos obtenga vivir este tiempo de gracia siendo vigilantes y laboriosos, en espera del Señor. .



Evangelio
según san Lucas 21, 34-36


En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:

“Estén alerta, para que los vicios, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida no entorpezcan su mente y aquel día los sorprenda desprevenidos; porque caerá de repente como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra.

Velen, pues, y hagan oración continuamente, para que puedan escapar de todo lo que ha de suceder y comparecer seguros ante el Hijo del hombre”.
Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.



Salmo Daniel 3

Bendito seas por siempre, Señor.

Hombres todos, bendigan al Señor. Pueblo de Israel, bendice al Señor.

Bendito seas por siempre, Señor.

Sacerdotes del Señor, bendigan al Señor. Siervos del Señor, bendigan al Señor.

Bendito seas por siempre, Señor.

Almas y espíritus justos, bendigan al Señor. Santos y humildes de corazón, bendigan al Señor.  


Bendito seas por siempre, Señor



Invoquemos a Cristo, alegría y júbilo de cuantos esperan su llegada, y digámosle: ¡Ven, Señor, y no tardes más!

-Esperamos alegres tu venida: ven, Señor Jesús.

-Tú que existes antes de los tiempos, ven y salva a los que vivimos en el tiempo.

-Tú que creaste el mundo y a todos los que en él habitamos, ven a restaurar la obra de tus manos.

-Tú que no despreciaste nuestra naturaleza mortal, ven y arráncanos del dominio de la muerte.

Oración: Dios todopoderoso, aviva en tus fieles el deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene, acompañados por las buenas obras. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.





El Adviento, Tiempo de profundidad religiosa
Benedicto XVI, Ángelus del 27 de noviembre de 2005

Queridos hermanos y hermanas:

Este domingo comienza el Adviento, un tiempo de gran profundidad religiosa, porque está impregnado de esperanza y de expectativas espirituales: cada vez que la comunidad cristiana se prepara para recordar el nacimiento del Redentor siente una sensación de alegría, que en cierta medida se comunica a toda la sociedad. En el Adviento el pueblo cristiano revive un doble movimiento del espíritu: por una parte, eleva su mirada hacia la meta final de su peregrinación en la historia, que es la vuelta gloriosa del Señor Jesús; por otra, recordando con emoción su nacimiento en Belén, se arrodilla ante el pesebre. La esperanza de los cristianos se orienta al futuro, pero está siempre bien arraigada en un acontecimiento del pasado. En la plenitud de los tiempos, el Hijo de Dios nació de la Virgen María: «Nacido de mujer, nacido bajo la ley», como escribe el apóstol san Pablo
 

 (Ga 4,4).

El Evangelio nos invita hoy a estar vigilantes, en espera de la última venida de Cristo: «Velad -dice Jesús-: pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa»
(Mc 13,35.37). La breve parábola del señor que se fue de viaje y de los criados a los que dejó en su lugar muestra cuán importante es estar preparados para acoger al Señor, cuando venga repentinamente. La comunidad cristiana espera con ansia su «manifestación», y el apóstol san Pablo, escribiendo a los Corintios, los exhorta a confiar en la fidelidad de Dios y a vivir de modo que se encuentren «irreprensibles» (cf. 1 Co 1,7-9) el día del Señor. Por eso, al inicio del Adviento, muy oportunamente la liturgia pone en nuestros labios la invocación del salmo: «Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación» (Sal 84,8).

Podríamos decir que el Adviento es el tiempo en el que los cristianos deben despertar en su corazón la esperanza de renovar el mundo, con la ayuda de Dios. A este propósito, quisiera recordar también hoy la constitución Gaudium et spes del concilio Vaticano II sobre la Iglesia en el mundo actual: es un texto profundamente impregnado de esperanza cristiana. Me refiero, en particular, al número 39, titulado «Tierra nueva y cielo nuevo». En él se lee: «La revelación nos enseña que Dios ha preparado una nueva morada y una nueva tierra en la que habita la justicia
(cf. 2 Co 5,2; 2 P 3,13).

 No obstante, la espera de una tierra nueva no debe debilitar, sino más bien avivar la preocupación de cultivar esta tierra». En efecto, recogeremos los frutos de nuestro trabajo cuando Cristo entregue al Padre su reino eterno y universal. María santísima, Virgen del Adviento, nos obtenga vivir este tiempo de gracia siendo vigilantes y laboriosos, en espera del Señor. 

Hoy La Iglesia recuerda



San Jaime de La Marca.
 Nació en Monteprandone (Marcas, Italia) el año 1394. Estudió en Perusa jurisprudencia, que ejerció hasta que, a los 23 años, profesó la Regla de san Francisco, cuya observancia rigurosa promovió junto con san Bernardino de Siena y san Juan de Capistrano. Ordenado de sacerdote, se dedicó a la predicación evangelizando al pueblo y combatiendo las herejías en gran parte de Italia y en muchas regiones de Europa. Pudo ver a muchos pecadores arrepentidos y a numerosos herejes vueltos a la fe de la Iglesia. Fue gran constructor de paz en los corazones y en las ciudades divididas por facciones. Se le reconocía gran competencia jurídica y autoridad moral. Colaboró en la solución de problemas sociales desde el púlpito y en asambleas legislativas. Fue promotor de la devoción al Nombre de Jesús y muy devoto de la Virgen. En su Orden fue una de las cuatro «columnas» de la reforma de la Observancia. Los papas le confiaron misiones como evangelizador y como legado apostólico. Dejó escritos muy edificantes. Murió en Nápoles el 28 de noviembre de 1476.- 

Oración: Dios de misericordia, que confiaste la predicación de tu Evangelio a san Jaime de la Marca para la salvación de los hombres y conversión de los pecadores, concédenos, por sus méritos, el verdadero arrepentimiento de nuestras culpas y la gracia de la eterna salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Santa Catalina de Laboure


Entró en la congregación de las Hijas de la Caridad, fundada por San Vicente de Paul. Fue admitida el 21 de abril de 1830 en el Seminario de las Hijas de la Caridad, situada en el número 140 de la calle del Bac en París París (al ingresar en aquel convento se encuentra con un retrato idéntico del anciano sacerdote que ella había visto en sus sueños, cuando pregunta de quién se trata esa pintura le dicen que es San Vicente de Paul, fundador de la congregación en la que ella iniciaba su vida religiosa). Días después asistió al traslado de las reliquias de san Vicente (25 de abril de 1830).

Desarrolló particular afecto por la Virgen María durante toda su vida. Después de las apariciones de la Virgen María que recibió en 1830 se dedicó a cumplir la misión que según ella le encomendó la Virgen: acuñar una medalla, alusiva a su Inmaculada Concepción. Los favores celestes que acompañarán la difusión de esta medalla harían que muy pronto se la llame Medalla Milagrosa.

Fue destinada al hospicio de Enghien, en la calle de Reuilly de París. Durante cuarenta y cinco años se dedicó a oficios humildes: cocina, atención a ancianos, portería.

wikipedia
Cuerpo incorrupto de Santa Catalina Labouré. Con tratamiento de cera, su cuerpo se encuentra en la Capilla de las Apariciones en la Rue du Bac (París).

Uno de las ejemplos más significativos de esta santa es su humildad, ya que desde que se dieron las apariciones marianas en la Rue du Bac en 1830 hasta su muerte en 1876, aparte de su confesor nadie supo quien era la vidente de las apariciones de la medalla milagrosa, ni siquiera sus hermanas de comunidad con las que convivió durante años.


Solo ocho meses antes de su muerte, cuando ya se encontraba muy anciana, enferma y agotada por los años de servicio a los más pobres y su antiguo confesor ya había fallecido, le revelo a su superiora que era ella la vidente de las apariciones en la capilla del Bac con todo detalle.

Falleció el 31 de diciembre de 1876.



Oracion Fuente:Vidas Santas
 ¡Oh Santa Catalina!, que por tu fidelidad y generosidad en el servicio de Dios, fuiste elegida para ser instrumento de la bondad de María, para con el mundo y tus ojos gozaron de la vista de la Celestial Señora, concedednos que fieles en el servicio de Dios, podamos gozar en tu compañía, de la eterna visión de Jesús y María en el Cielo.Obténme de Jesús, oh Santa bendita, la gracia que de todo corazón imploro. Amén.

Capilla Nuestra Señora de la medalla Milagrosa en Paris Francia

Historia de las Apariciones de la Santisima Virgen Maria

Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul

Oremos

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Liturgia de las Horas



Bendecid a los que os persiguen, no maldigáis. Alegraos con los que se alegran; llorad con los que lloran. Tened un mismo sentir entre vosotros, sin apetecer grandezas; atraídos más bien por lo humilde. Rm 12, 14-16a


Celebremos la sabiduría y la bondad de Cristo, que ha querido ser amado y servido en los hermanos, especialmente en los que sufren, y supliquémosle insistentemente diciendo:

Señor, acrecienta nuestro amor.
Al recordar esta mañana tu santa resurrección,
te pedimos, Señor, que extiendas los beneficios de tu redención a todos los hombres.
 

Señor, acrecienta nuestro amor.
Que todo el día de hoy sepamos dar buen testimonio del nombre cristiano
y ofrezcamos nuestra jornada como un culto espiritual agradable al Padre.

Señor, acrecienta nuestro amor.

 Enséñanos, Señor, a descubrir tu imagen en todos los hombres
y a saberte servir a ti en cada uno de ellos.
 

Señor, acrecienta nuestro amor.

Cristo, Señor nuestro, vid verdadera de la que nosotros somos sarmientos,
haz que permanezcamos en ti y demos fruto abundante para que con ello sea glorificado nuestro Padre que está en el cielo.
Se pueden añadir algunas intenciones libres

Con la confianza que nos da nuestra fe, acudamos ahora al Padre, diciendo como Cristo nos enseñó:

Padre nuestro...

Oremos juntos

Que nuestra voz, Señor, nuestro espíritu y toda nuestra vida sean una continua alabanza en tu honor, y ya que toda nuestra existencia es un don gratuito de tu liberalidad, haz que también cada una de nuestras acciones te esté plenamente dedicada. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

  El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
  Amén.

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