Evangelio según san Juan 18, 33-37
En aquel tiempo preguntó Pilato a Jesús:
"¿Eres tú el rey de los judíos?"
Jesús le contestó:
"¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?"
Pilato le respondió:
"¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?"
Jesús le contestó:
"Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis seguidores habrían luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero no, mi Reino no es de aquí".
Pilato le dijo:
"Conque ¿tú eres rey?"
Jesús le contestó:
"Tú lo dices: soy Rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz".
Palabra del Señor.
Sal 92,
El Señor reina, vestido de esplendor.
El Señor es rey; está vestido de esplendor; el Señor, está vestido y rodeado de poder.
El Señor reina, vestido de esplendor.
Firme e inconmovible está la tierra. Tu trono está firme desde siempre, tú existes desde la eternidad.
El Señor reina, vestido de esplendor.
Tus mandamientos son inmutables, Señor, la santidad adorna tu templo por años sin fin.
El Señor reina, vestido de esplendor.
Oremos
Para que los pastores y fieles de la Iglesia se esfuercen con celo para reconciliar el universo con Dios y en pacificar por la sangre de la cruz de Jesucristo a todas las criaturas, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Para que la semilla evangélica, escondida en las diversas religiones y culturas, germine y se manifieste, y todos los seres humanos reconozcan con gozo que Cristo es Señor, para la gloria de Dios Padre, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Para que quienes aún viven bajo el dominio de la ignorancia, el pecado o el sufrimiento, sean trasladados al reino de Cristo y encuentren el fin de sus penas, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Para que los que hoy celebramos la solemnidad de Jesucristo, Señor supremo del universo, a quien están destinadas todas las cosas, participemos también un día en la herencia del pueblo santo, en el reino de la luz, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Para que los pastores y fieles de la Iglesia se esfuercen con celo para reconciliar el universo con Dios y en pacificar por la sangre de la cruz de Jesucristo a todas las criaturas, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Para que la semilla evangélica, escondida en las diversas religiones y culturas, germine y se manifieste, y todos los seres humanos reconozcan con gozo que Cristo es Señor, para la gloria de Dios Padre, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Para que quienes aún viven bajo el dominio de la ignorancia, el pecado o el sufrimiento, sean trasladados al reino de Cristo y encuentren el fin de sus penas, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Para que los que hoy celebramos la solemnidad de Jesucristo, Señor supremo del universo, a quien están destinadas todas las cosas, participemos también un día en la herencia del pueblo santo, en el reino de la luz, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Celebremos la bondad de Dios, que por Cristo se reveló como Padre nuestro, y digámosle de todo corazón: Acuérdate, Señor, de que somo hijos tuyos.
-Concédenos vivir con plenitud el misterio de la Iglesia, a fin de que encontremos en ella un sacramento eficaz de salvación.
-Padre bueno, que amas a todos los hombres, haz que cooperemos al progreso de la comunidad humana y al establecimiento de tu reino en ella.
-Haz, Señor, que tengamos hambre y sed de justicia, y que, para saciarlas, acudamos a nuestra fuente, que es Cristo.
-Perdona, Padre, nuestros pecados, y dirige nuestra vida por el camino de la sencillez y del amor.
-Enséñanos, Dios nuestro, a contemplar tu belleza, tanto en la naturaleza como en las obras de arte, a fin de ser tocados por la luz de tu rostro, y así convertirnos en luz para nuestro prójimo.
Oración: Padre de bondad y de misericordia, que amas la inocencia y la devuelves a quien la ha perdido, atrae hacia ti nuestros corazones y abrásalos en el fuego de tu Espíritu, para que permanezcamos firmes en la fe y eficaces en el bien obrar. Por Jesucristo, nuestro Señor.Amen.
Virgen romana y mártir en la primera mitad del siglo III. Aunque son inciertas las noticias sobre su persona, su época y su muerte, consta que ya en el siglo V se le dedicó una basílica en el Trastévere de Roma. Su culto se difundió ampliamente a partir del relato de su martirio o Passio, que es del siglo VI, en el que es ensalzada como ejemplo perfecto de la mujer cristiana, que abrazó la virginidad y sufrió el martirio por amor a Cristo. Según esa fuente, Cecilia, que era de familia noble, fue dada en matrimonio a Valeriano; pero la misma noche de bodas, Cecilia, mientras sonaba un órgano y cantando a Dios en su corazón, manifestó a su esposo que se había consagrado a Dios; él la respetó; más aún, se convirtió y murió mártir también. "....."Tengo que comunicarte un secreto. Has de saber que un ángel del Señor vela por mí. Si me tocas como si fuera yo tu esposa, el ángel se enfurecerá y tú sufrirás las consecuencias; en cambio si me respetas, el ángel te amará como me ama a mí." Valeriano replicó: "Muéstramelo. Si es realmente un ángel de Dios, haré lo que me pides." Cecilia le dijo: "Si crees en el Dios vivo y verdadero y recibes el agua del bautismo verás al ángel." Valeriano accedió y fue a buscar al obispo Urbano, quien se hallaba entre los pobres, cerca de la tercera mojonera de la Vía Apia. Urbano le acogió con gran gozo. Entonces se acercó un anciano que llevaba un documento en el que estaban escritas las siguientes palabras: "Un solo Señor, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está por encima de todo y en nuestros corazones." Urbano preguntó a Valeriano: "¿Crees esto?" Valeriano respondió que sí y Urbano le confirió el bautismo. Cuando Valeriano regresó a donde estaba Cecilia, vio a un ángel de pie junto a ella. El ángel colocó sobre la cabeza de ambos una guirnalda de rosas y lirios. Poco después llegó Tiburcio, el hermano de Valeriano y los jóvenes esposos le ofrecieron una corona inmortal si renunciaba a los falsos dioses. Tiburcio se mostró incrédulo al principio y preguntó: " ¿Quién ha vuelto de más allá de la tumba a hablarnos de esa otra vida?" Cecilia le habló largamente de Jesús. Tiburcio recibió el bautismo, y al punto vio muchas maravillas. mas en corazones.org
Desde el siglo XV se celebra a Cecilia como patrona de los músicos.-
Oración:Acoge nuestras súplicas, Señor, y, por intercesión de santa Cecilia, dígnate escucharnos con bondad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Oremos Unidos
Jesús misericordiosísimo, te pido por la intercesión de tus santos y, especialmente, por la intercesión de tu amadísima Madre que te crió desde la niñez, bendice a mi Patria. Te ruego, Jesús, no mires nuestros pecados, sino las lágrimas de los niños pequeños, el hambre y el frío que ellos sufren. Jesús, en nombre de estos inocentes, concédeme la gracia que te pido para mi Patria Santa Faustina (286).¡Oh Jesús! te suplico, concede a tu Iglesia el amor y la luz del Espíritu Santo. Da a tus sacerdotes el amor y la luz de tu Espíritu, que las palabras de los sacerdotes convenzan a los corazones más endurecidos, se arrepientan y vuelvan a ti, oh Señor.
Señor, danos sacerdotes santos; consérvalos tú mismo en la santidad. ¡Oh Divino Sumo Sacerdote, haz que tu Misericordia los asista en cualquier lugar y los defienda contra las insidias y tentaciones que el demonio tiende sin cesar al alma de cada Sacerdote!
Que el poder de la Divina Misericordia, ¡oh buen Salvador! aplaste y aniquile todo aquello que pudiera manchar la santidad de un sacerdote, porque tú lo puedes todo. Te suplico, Jesús que bendigas con una luz especial a los sacerdotes con los que me confesaré a lo largo de mi vida. Amén.
(Diario III, 11)
En presencia del cielo y de la tierra, en presencia de todos los coros angélicos, en presencia de la Santísima Virgen María, en presencia de todas las Potencias Celestiales declaro a Dios, en la Santísima Trinidad, que hoy, en unión con Jesucristo, el Redentor de las almas, me ofrezco voluntariamente por la conversión de los pecadores y en particular por las almas que han perdido confianza en la Misericordia Divina.
Mi ofrenda consiste en aceptar, con sumisión total a la voluntad de Dios, los sufrimientos, los temores y las congojas que afligen a los pecadores y, en cambio, les ofrezco todas las consolaciones de mi alma, que resultan de mi unión con Dios. En una palabra, ofrezco por ellos todo: las santas Misas, las comuniones, las penitencias, los sacrificios y las oraciones. No temo los dardos de la Justicia Divina, pues estoy unido a Jesús. ¡Oh mi Dios!, deseo de esta forma expiar por las almas que desconfían de vuestra bondad.
Contra toda esperanza, tengo confianza en el océano de la Misericordia Divina. ¡Señor y Dios mío, mi bien por toda la Eternidad! No fundo este acto de consagración en mis propias fuerzas, sino en el poder que dimana de los méritos de Jesucristo. Repetiré cotidianamente este acto de consagración con la oración siguiente, que Jesús mismo me ha enseñado: «¡Oh Sangre y agua, que habéis brotado del Corazón de Jesús, manantial de misericordia para nosotros; en Ti confío!»
“Oh Jesús, tu Corazón traspasado es el océano de infinita Misericordia de donde manan, copiosamente, tu Sangre y Agua. Sangre que libera nuestros pecados, y Agua que purifica y vivifica nuestros corazones. Tú eres la fuente abierta de salvación, en la cual deseamos sumergirnos para ser transformados con el poder redentor de tu Misericordia.
www.corazones.or
No hay comentarios:
Publicar un comentario