Primer Mensaje de Maria Madre de las Almas Consagradas
"Hijas mías, estoy enviada por el amor que mi hijo Jesús siente por vosotras, con el mismo amor que una Madre siente por sus hijos.
Si hijitas, quiero tocar vuestros corazones y llenarlos de humildad y sencillez.
Os pido que os unáis en oración; que todas seáis una, que renovéis el espíritu de Fe.
Recordad lo que mi Hijo os dijo: "QUE OS AMÉIS LOS UNOS A LOS OTROS COMO YO OS HE AMADO
Dios Padre ha puesto en vuestras manos el carisma de la Eucaristía y del Sacerdocio. Os pido fidelidad a este compromiso y renovación del espíritu de la Congregación.
Hijitas mías, las cosas del mundo se quedan en este mundo y las cosas que se hacen por amor a Dios suben llevadas por MI INMACULADO CORAZON.
Orad, orad, orad... orad unidas para que, con la gracia que Dios ha derramado sobre vosotras, se alivien la tibieza y la frialdad de mis almas consagradas. Os pido de corazón, orad. El tiempo se aproxima. OS CUBRO CON MI MANTO. OS TENGO EN MI CORAZÓN.”
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Meditemos La Palabra de Dios
Hermanos: Considero que los sufrimientos de esta vida no se pueden comparar con la gloria que un día se manifestará en nosotros; porque toda la creación espera, con seguridad e impaciencia, la revelación de esa gloria de los hijos de Dios.
La creación está ahora sometida al desorden, no por su querer, sino por voluntad de Aquél que la sometió, pero dándole al mismo tiempo esta esperanza: que también ella misma va a ser liberada de la esclavitud de la corrupción, para compartir la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
Sabemos, en efecto, que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto; y no sólo ella, sino también nosotros, los que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, anhelando que se realice plenamente nuestra condición de hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.
Porque ya es nuestra la salvación, pero su plenitud es todavía objeto de esperanza. Esperar lo que ya se posee no es tener esperanza, porque, ¿cómo se puede esperar lo que ya se posee? En cambio, si esperamos algo que todavía no poseemos, tenemos que esperarlo con paciencia.Palabra de Dios. San Pablo a los Romanos 8, 18-25
Salmo 125
Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor. Cuando el Señor nos hizo volver del cautiverio, creíamos soñar; entonces no cesaba de reír nuestra boca, ni se cansaba entonces la lengua de cantar.
Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor. Aun los mismos paganos con asombro decían: "¡Grandes cosas ha hecho por ellos el Señor!" Y estábamos alegres, pues ha hecho grandes cosas por su pueblo el Señor.
Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor. Como cambian los ríos la suerte del desierto, cambia también ahora nuestra suerte, Señor, y entre gritos de júbilo cosecharán aquellos que siembran con dolor.
Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor. Al ir, iban llorando, cargando la semilla; al regresar, cantando vendrán con sus gavillas.
Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Evangelio según san Lucas 13, 18-21
En aquel tiempo, Jesús dijo:
"¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué podré compararlo? Se parece a la semilla de mostaza que un hombre sembró en su huerto; creció y se convirtió en un arbusto grande y los pájaros anidaron en sus ramas".
Y dijo de nuevo:
"¿Con qué podré comparar el Reino de Dios? Con la levadura que una mujer mezcla con tres medidas de harina y que hace fermentar toda la masa".Palabra del Señor.
Oremos a Dios Padre, fuente y origen de todo bien, en nombre de Jesucristo, Príncipe de la Paz.
-Por la Iglesia: para que los hombres vean realizadas en ella sus aspiraciones de paz y de justicia.
-Por los cristianos: para que trabajemos sin descanso en la instauración de la justicia que lleve a una paz estable y duradera.
-Por los gobiernos de las naciones: para que fomenten la solidaridad y busquen el mayor bien y progreso de todos los pueblos.
-Por los discípulos de Cristo: para que con nuestra oración y nuestras obras vayamos construyendo sin cesar el reino de Dios.
Oración
Dios, Padre nuestro, tu Primogénito nos dijo: «La paz os dejo, mi paz os doy»; concédenos a cada uno vivir ese don de tu Hijo con tal intensidad, que redunde en bien de los demás. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Imagen del Sitio Franciscanos.org |
JORNADA DE ORACIÓN POR LA PAZ EN EL «ESPÍRITU DE ASÍS». El 27 de octubre de 1986, invitados por el papa Juan Pablo II, acudieron a Asís los responsables y líderes de las grandes religiones del mundo, para participar en una «Jornada Mundial de Oración por la Paz». En su discurso de bienvenida el Papa les dijo: «Elegí esta ciudad de Asís como lugar para nuestra Jornada de oración por la paz, debido a lo que representa el Santo que aquí se venera, san Francisco, conocido y respetado por infinidad de personas en todo el mundo como un símbolo de paz, de conciliación y de fraternidad». Desde entonces se han venido celebrando otras jornadas semejantes en diversas ciudades del mundo y los Ministros generales de la Familia franciscana establecieron que en sus fraternidades se conmemore aquel encuentro con celebraciones acordes con el «espíritu de Asís», como lo definió Juan Pablo II.
"...Dios no quiere «la pérdida de los vivientes» (cf. Sab 1,13). Es un Dios que «ama la vida» (Sab 12,26). Firmes en esta convicción, común a todos los que creen en Dios, acudiremos juntos a Asís a presentar nuestras súplicas, para que la humanidad no se vea envuelta en una catástrofe. Y estoy seguro de que todos los católicos, así como todos los fieles de otras confesiones, se unirán a nosotros con la oración. La oración es el medio más inofensivo al que se puede recurrir y es, sin embargo, un arma potentísima; es una llave capaz de forzar incluso las situaciones de odio más inveterado.
La oración nace del corazón y tiene sus raíces en un espíritu que cree en la posibilidad de la reconciliación y de la paz.
Nosotros, los cristianos, sabemos que es Jesús quien nos da la paz verdadera (cf. Jn 14,27).
A Él, pues, decimos desde ahora, con la oración que precede a la comunión eucarística: «Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, danos la paz». Y que María, Madre del Cordero Inmaculado, interceda por nosotros ante Él.
Y el Señor, que «ve en los corazones» (cf. 1 Sam 16,7) y sigue desde lo alto del cielo nuestros pasos en la tierra, acogerá -así confiamos- nuestras súplicas, concediéndonos este gran don por el que suspira la humanidad entera.
Así, pues, a Él y a María Santísima, a quien nos dirigimos ahora con el Ángelus, encomendamos la preparación de la Jornada de Asís.
"...doy las gracias a todos los que han hecho posible nuestra presencia aquí; en particular, a nuestros hermanos y hermanas de Asís.
Pero por encima de todo doy gracias a Dios, el Dios y Padre de Jesucristo, por esta Jornada de gracia para el mundo, para cada uno de ustedes y para mí. Lo hago invocando a la Virgen, Reina de la Paz. Y lo hago con las palabras atribuidas a San Francisco, porque reflejan bien su espíritu: ¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz!
Que allí donde haya odio, ponga yo amor;
donde haya ofensa, ponga yo perdón;
donde haya discordia, ponga yo unión;
donde haya error, ponga yo verdad;
donde haya duda, ponga yo fe;
donde haya desesperación, ponga yo esperanza;
donde haya tinieblas, ponga yo luz;
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
¡Oh, Maestro!, que no busque yo tanto
ser consolado como consolar;
ser comprendido, como comprender;
ser amado, como amar.
Porque dando es como se recibe;
olvidando, como se encuentra;
perdonando, como se es perdonado;
muriendo, como se resucita a la vida eterna.
"Dice san Francisco en su Regla: «Los hermanos que van entre infieles, pueden conducirse entre ellos de dos modos. Uno, que no entablen disputas ni contiendas, sino que estén sometidos a toda humana criatura por Dios y confiesen que son cristianos. Otro, que, cuando vean que agrada al Señor, anuncien la palabra de Dios, para que crean en Dios omnipotente y en su Hijo, y para que se bauticen y hagan cristianos» (cf. 1 R 16,5-7).
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