A todos los sacerdotes, transfórmalos en Ti, Señor. Que el Espíritu Santo los posea, y que por ellos renueve la faz de la tierra.

domingo, 25 de octubre de 2015

¡María, que estaba presente con los Apóstoles, los discípulos y las piadosas mujeres, el día de Pentecostés, al comienzo de la Iglesia, permanezca siempre presente en la Iglesia, Ella, la primera misionera, Madre y apoyo de todos los que anuncian el Evangelio!..San Juan Pablo II



Hermanos: Todo sumo sacerdote es tomado de entre los hombres y constituido para intervenir en favor de ellos ante Dios, a fin de ofrecer dones y sacrificios por los pecados. El puede comprender a los ignorantes y extraviados, ya que él también está lleno de debilidades. Por eso, así como debe ofrecer sacrificios por los pecados propios, debe ofrecerlos también por los del pueblo.
Nadie puede apropiarse ese honor, sino aquél que es llamado por Dios, como lo fue Aarón. De igual manera, Cristo no se apropió la dignidad de sumo sacerdote, sino que se la confirió Dios, quien le dijo: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy; o como dice otro pasaje de la Escritura: Tú eres sacerdote eterno, como Melquisedec.
Palabra de Dios.  Hebreos 5, 1-6

 

Evangelio según san Marcos 10, 46-52
En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó en compañía de sus discípulos y de mucha gente, un ciego llamado Bartimeo, el hijo de Timeo, se hallaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno quien pasaba, comenzó a gritar:
"¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!"
Muchos lo reprendían para que se callara. Pero él gritaba más fuerte:
"¡Hijo de David, ten compasión de mí!"
Jesús se detuvo y dijo:
"Llámenlo".
Y llamaron al ciego diciéndole:
"Animo, levántate, que te llama".
El ciego tiró su manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Entonces le dijo Jesús:
"¿Qué quieres que haga por ti?"
El ciego le contestó:
"Maestro, que pueda ver".
Jesús le dijo:
"Vete, tu fe te ha curado".
Y al momento recobró la vista y comenzó a seguirlo por el camino.
Palabra del Señor.

Salmo 125

Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía un sueño: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de canciones.

Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Los paganos decían: "El Señor ha hecho grandes cosas por ellos". El Señor ha hecho grandes cosas por nosotros, y estamos alegres.

Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
¡Cambia, Señor, nuestra suerte, como cambian los torrentes del Negueb! Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre canciones.

Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
Aunque iban llorando cuando llevaban la semilla, regresan contentos, trayendo la cosecha.

Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.



Oremos Unidos
Para que el Señor conceda el espíritu de consejo, fortaleza, ciencia y piedad a nuestros obispos y a todos los pastores de la Iglesia, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Para que los gobiernos de las naciones edifiquen sus comunidades en la paz, equilibrando toda desigualdad injusta, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Para que el Señor alivie los dolores de los que sufren en el cuerpo o en el espíritu, y les dé fuerza para no desfallecer ante la tribulación, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Para que mantenga a nuestras familias firmes en la concordia y seguras en su gracia y amistad, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.


Dios nuestro, luz para los ciegos y consuelo para los afligidos, que en tu Hijo nos has dado al Sumo Sacerdote justo e indulgente hacia los que pecan por ignorancia o por error; escucha las súplicas de tu familia y haz que todos los seres humanos experimenten la intercesión de Jesús, el Señor, y retornen al camino que conduce a ti.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.


Meditamos Junto a San Juan Pablo II

"..roguemos también con constancia y confianza a María Santísima, la Reina de las misiones, para que haga sentir cada vez más en los fieles el afán de la evangelización y la responsabilidad del anuncio del Evangelio. Pidámosle en particular con el rezo del santo Rosario, con el fin de unirnos así y ayudar a los que se fatigan entre dificultades e incomodidades para dar a conocer y amar a Jesús."





HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

Plaza de San Pedro
Sábado 20 de octubre de 1979


Queridísimos hermanos y hermanas.
Queridísimos jóvenes:


Con alegría grande y profunda presido la liturgia eucarística en esta vigilia de la "Jornada mundial de las Misiones", por encontrarme con todos vosotros, fieles de la diócesis de Roma; así me siento más íntimamente unido a todas las diócesis del mundo en esta ocasión tan importante y significativa, y sobre todo a los misioneros y misioneras que, esparcidos por las diversas partes del mundo, anuncian a los hombres con gozo y fatiga el Evangelio de la salvación.

Sí, queridísimos, ésta es una ocasión muy importante para nuestra vida espiritual y para nuestra diócesis: aquí, en el centro de la cristiandad, en esta Basílica Vaticana, sentimos los ecos de la Iglesia universal, percibimos las necesidades de todos los pueblos, participamos en los afanes de todos los que con ardor incansable caminan en nombre de Cristo, dan testimonio, anuncian, convierten, bautizan, fundan nuevas comunidades cristianas.

Meditemos brevemente y busquemos juntos, siguiendo las lecturas de la liturgia, la motivación, la condición y la estrategia de la actividad misionera de la Iglesia. 


 ¿Cuál es la motivación primera y última de esta obra?

He aquí la primera pregunta. Y la respuesta es sencilla y perentoria: la Iglesia es misionera por voluntad expresa de Dios.

Jesús habla muchas veces a los Apóstoles de su mandato, de su misión, del motivo de su elección: "No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca"
(Jn 15, 16).

Antes de ascender al cielo, Jesús da a los Apóstoles, y por medio de ellos a toda la Iglesia, de manera oficial y determinante, la misión de evangelizar: "Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura"
(Mc 16, 15). Y el Evangelista anota: "Ellos se fueron, predicando por todas partes" (Mc 16, 20).

Desde entonces los Apóstoles y los discípulos de Cristo comenzaron a recorrer los caminos de la tierra, a superar incomodidades y fatigas, a encontrar gentes y tribus, pueblos y naciones, a sufrir hasta dar la vida, para anunciar el Evangelio, porque es la voluntad de Dios y respecto a Dios sólo hay la decisión de la obediencia y del amor.

San Pablo escribía a su discípulo Timoteo: "Dios quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad"
(1 Tim 2, 4).

Y la verdad que salva es únicamente Jesucristo, el Redentor, el Mediador entre Dios y los hombres, el Revelador único y definitivo del destino sobrenatural del hombre. Jesús ha dado a la Iglesia la misión de anunciar el Evangelio; cada uno de los cristianos participa en esta misión. Cada uno de los cristianos es misionero por su naturaleza. Pablo VI, de venerada memoria, escribía en la Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi: "La presentación del mensaje evangélico no constituye para la Iglesia algo de orden facultativo: está de por medio el deber que le incumbe, por mandato del Señor, con vistas a que los hombres crean y se salven. Sí, este mensaje es necesario. Es único. De ningún modo podría ser reemplazado. No admite indiferencia, ni sincretismo, ni acomodos. Está en causa la salvación de los hombres. Representa la belleza de la Revelación. Lleva consigo una sabiduría que no es de este mundo. Es capaz de suscitar por sí mismo la fe, una fe que tiene su fundamento en la potencia de Dios. Es la Verdad. Merece que el apóstol le dedique todo su tiempo, todas sus energías y que, si es necesario, le consagre su propia vida"
(núm. 5). "Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar" (núm. 14).

Fuente Vatican.va


Oremos

Oh Dios, que admites a los hombres al incomparable honor de asociarlos a Cristo en la obra de la salvación de las almas, dígnate, te suplicamos, multiplicar entre nosotros las vocaciones y las almas verdaderamente apostólicas. Ensancha tu mirada y dilata nuestros corazones, para que por encima de intereses y ambiciones terrenas, aspiremos a triunfos superiores a los de la fuerza, para contribuir todos de esta manera, según nuestros medios, a la extensión del Reino de Jesucristo. Amén.






Corazón de Jesús, tiende una mirada hacia las tierras de infieles y hacia los trabajos de los misioneros, quienes, por tu amor y por el de las almas, tan preciosas para Ti, han abandonado su casa, su patria y sus cariños más íntimos. Bendice sus trabajos y concédeles la gracia de repartir el pan de la divina Palabra entre los mendigos de la Verdad. Hazles sentir que Tú estás con ellos en sus trabajos y preocupaciones, y dales la gracia de perseverar hasta el fin en la vida de abnegación para la que los has escogido:

Sagrado Corazón de Jesús, por amor de tu misma gloria, protege los esfuerzos de tus Misioneros. Amén.


A todos los sacerdotes, transfórmalos en Ti, Señor. Que el Espíritu Santo los posea, y que por ellos renueve la faz de la tierra.Divino Corazón de Jesús, Corazón lleno de celo por la gloria de tu Padre, te rogamos por todos los sacerdotes, Señor. Por tu Espíritu Santo llénalos de fe, de celo y amor. Así sea.

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