Evangelio según san Mateo 20, 20-28
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, la madre de los Zebedeos se acercó a Jesús con sus hijos y se arrodilló para pedirle un favor.
El le preguntó:
"¿Qué quieres?"
Ella contestó:
"Manda que estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda cuando tú reines".
Jesús respondió:
"No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz de amargura que yo voy a beber?"
Ellos dijeron:
"Sí, podemos".
Jesús les respondió:
"Beberán mi cáliz, pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes lo ha reservado mi Padre".
Al oír aquello, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo:
"Ustedes saben que los jefes de las naciones las gobiernan tiránicamente y que los dirigentes las oprimen. No debe ser así entre ustedes. El que quiera ser importante entre ustedes, sea su servidor, y el que quiera ser el primero, que sea su esclavo. De la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate de todos".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Padre Julio Balza . (Colombia) Meditacion del Evangelio Breve
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 4, 33; 5, 12a. 27-33; 12, 1b-2
En aquellos días, los apóstoles daban testimonio con mucha fortaleza de la resurrección de Jesús, el Señor, y todos gozaban de gran estima y realizaban muchos signos y prodigios en medio del pueblo.
Lo hicieron entrar para que compareciera ante el Consejo, y el sumo sacerdote les preguntó:
"¿No les prohibimos terminantemente enseñar en nombre de ése? Y sin embargo, han llenado Jerusalén con sus enseñanzas y además quieren hacernos responsables de la muerte de ese hombre".
Pedro y los apóstoles respondieron:
"Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros antepasados ha resucitado a Jesús, a quien ustedes mataron colgándolo de un madero. Dios lo ha exaltado a su derecha como Príncipe y Salvador, para dar a Israel la ocasión de arrepentirse y de obtener el perdón de los pecados. Nosotros y el Espíritu Santo, que Dios ha dado a los que le obedecen, somos testigos de todo esto".
Ellos, enfurecidos de tales palabras, querían matarlos. Y el rey Herodes mandó ejecutar a Santiago, hermano de Juan.
Palabra de Dios.
Te alabamos Señor.
Salmo 66
¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 4, 33; 5, 12a. 27-33; 12, 1b-2
En aquellos días, los apóstoles daban testimonio con mucha fortaleza de la resurrección de Jesús, el Señor, y todos gozaban de gran estima y realizaban muchos signos y prodigios en medio del pueblo.
Lo hicieron entrar para que compareciera ante el Consejo, y el sumo sacerdote les preguntó:
"¿No les prohibimos terminantemente enseñar en nombre de ése? Y sin embargo, han llenado Jerusalén con sus enseñanzas y además quieren hacernos responsables de la muerte de ese hombre".
Pedro y los apóstoles respondieron:
"Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros antepasados ha resucitado a Jesús, a quien ustedes mataron colgándolo de un madero. Dios lo ha exaltado a su derecha como Príncipe y Salvador, para dar a Israel la ocasión de arrepentirse y de obtener el perdón de los pecados. Nosotros y el Espíritu Santo, que Dios ha dado a los que le obedecen, somos testigos de todo esto".
Ellos, enfurecidos de tales palabras, querían matarlos. Y el rey Herodes mandó ejecutar a Santiago, hermano de Juan.
Palabra de Dios.
Te alabamos Señor.
Salmo 66
¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Que Dios se apiade y nos bendiga, que haga brillar su rostro sobre nosotros; para que se conozcan en la tierra tus caminos, tu salvación en todas las naciones.
¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Que se alegren y canten de júbilo las naciones, porque juzgas rectamente los pueblos, y gobiernas las naciones de la tierra.
¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
La tierra ha dado su fruto, nos bendice el Señor, nuestro Dios. Que Dios nos bendiga, y que lo teman hasta en los más remotos lugares de la tierra.
¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
"Esta maduración de la fe fue llevada a cabo en plenitud por el Espíritu Santo en Pentecostés, de forma que Santiago, cuando llegó el momento del testimonio supremo, no se echó atrás. Al inicio de los años 40 del siglo I, el rey Herodes Agripa, nieto de Herodes el Grande, como nos informa san Lucas, «por aquel tiempo echó mano a algunos de la Iglesia para maltratarlos e hizo morir por la espada a Santiago, el hermano de Juan» (Hch 12, 1-2).
¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
La tierra ha dado su fruto, nos bendice el Señor, nuestro Dios. Que Dios nos bendiga, y que lo teman hasta en los más remotos lugares de la tierra.
¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Oremos
Para que la Iglesia guarde sin alterar en todo el mundo la enseñanza que recibió en sus orígenes por medio de la predicación apostólica y la transmita con fidelidad de generación en generación, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Para que no cesen de nacer en todo el mundo Iglesias, que, como retoño legítimo de las primeras comunidades fundadas por los apóstoles, se alimenten de la Palabra que ellos anunciaron y que arraigó también en nuestra tierra, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Para que, quienes como Santiago, el primero de los apóstoles que derramó la sangre por el nombre de Cristo, sufren persecuciones, sean semilla de una nueva primavera cristiana, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Para que el Señor nos ilumine con el testimonio del martirio de Santiago, y nos fortalezca de manera que estemos dispuestos a beber, como él, el cáliz del sufrimiento, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Señor Jesús, Redentor nuestro, que llamaste a Santiago para que dejase las redes y se hiciera pescador de hombres; escucha nuestra oración y fortalece nuestras débiles voluntades, para que, como él, seamos fieles a tu llamada.
Para que la Iglesia guarde sin alterar en todo el mundo la enseñanza que recibió en sus orígenes por medio de la predicación apostólica y la transmita con fidelidad de generación en generación, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Para que no cesen de nacer en todo el mundo Iglesias, que, como retoño legítimo de las primeras comunidades fundadas por los apóstoles, se alimenten de la Palabra que ellos anunciaron y que arraigó también en nuestra tierra, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Para que, quienes como Santiago, el primero de los apóstoles que derramó la sangre por el nombre de Cristo, sufren persecuciones, sean semilla de una nueva primavera cristiana, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Para que el Señor nos ilumine con el testimonio del martirio de Santiago, y nos fortalezca de manera que estemos dispuestos a beber, como él, el cáliz del sufrimiento, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Señor Jesús, Redentor nuestro, que llamaste a Santiago para que dejase las redes y se hiciera pescador de hombres; escucha nuestra oración y fortalece nuestras débiles voluntades, para que, como él, seamos fieles a tu llamada.
Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Amén.
..
SANTIAGO EL MAYOR, APÓSTOL, patrono de España. Nació en Betsaida; era hijo de Zebedeo y hermano del apóstol Juan. Jesús, pasando junto al lago de Galilea, vio a los dos hermanos, que estaban repasando las redes, y los llamó a su seguimiento. Junto con su hermano y Pedro, Santiago fue uno de los tres discípulos más cercanos a Jesús, en la curación de la hija de Jairo (Mc 5,37), en la Transfiguración (Mt 17,1), en Getsemaní. Por su carácter pronto e impetuoso, el Señor le impuso a él y a su hermano el sobrenombre de «hijos del trueno» (Mc 3,17). Fue decapitado por Herodes Agripa en Jerusalén el año 44. Desde la antigüedad está muy difundida la persuasión de que Santiago predicó el Evangelio en los confines de Occidente, o sea, en España, y de que sus discípulos recogieron sus restos en Jerusalén y vinieron a enterrarlos en lo que hoy es Compostela. Su sepulcro, a lo largo de la Edad Media y hasta nuestros días, es meta de innumerables peregrinaciones de toda la Cristiandad.
SANTIAGO EL MAYOR, APÓSTOL, patrono de España. Nació en Betsaida; era hijo de Zebedeo y hermano del apóstol Juan. Jesús, pasando junto al lago de Galilea, vio a los dos hermanos, que estaban repasando las redes, y los llamó a su seguimiento. Junto con su hermano y Pedro, Santiago fue uno de los tres discípulos más cercanos a Jesús, en la curación de la hija de Jairo (Mc 5,37), en la Transfiguración (Mt 17,1), en Getsemaní. Por su carácter pronto e impetuoso, el Señor le impuso a él y a su hermano el sobrenombre de «hijos del trueno» (Mc 3,17). Fue decapitado por Herodes Agripa en Jerusalén el año 44. Desde la antigüedad está muy difundida la persuasión de que Santiago predicó el Evangelio en los confines de Occidente, o sea, en España, y de que sus discípulos recogieron sus restos en Jerusalén y vinieron a enterrarlos en lo que hoy es Compostela. Su sepulcro, a lo largo de la Edad Media y hasta nuestros días, es meta de innumerables peregrinaciones de toda la Cristiandad.
Oración:
Dios todopoderoso y eterno, que consagraste los primeros trabajos de los apóstoles con la sangre de Santiago, haz que, por su martirio, sea fortalecida tu Iglesia y, por su patrocinio, España (nuestro pueblo) se mantenga fiel a Cristo hasta el final de los tiempos.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
en la audiencia general del miércoles 21-VI-2006
La gloria de Cristo se realiza precisamente en la cruz, participando en nuestros sufrimientos.
De la catequesis de S. S. Benedicto XVIen la audiencia general del miércoles 21-VI-2006
"Esta maduración de la fe fue llevada a cabo en plenitud por el Espíritu Santo en Pentecostés, de forma que Santiago, cuando llegó el momento del testimonio supremo, no se echó atrás. Al inicio de los años 40 del siglo I, el rey Herodes Agripa, nieto de Herodes el Grande, como nos informa san Lucas, «por aquel tiempo echó mano a algunos de la Iglesia para maltratarlos e hizo morir por la espada a Santiago, el hermano de Juan» (Hch 12, 1-2).
La concisión de la noticia, que no da ningún detalle narrativo, pone de manifiesto, por una parte, que para los cristianos era normal dar testimonio del Señor con la propia vida; y, por otra, que Santiago ocupaba una posición destacada en la Iglesia de Jerusalén, entre otras causas por el papel que había desempeñado durante la existencia terrena de Jesús.
Una tradición sucesiva, que se remonta al menos a san Isidoro de Sevilla, habla de una estancia suya en España para evangelizar esa importante región del imperio romano. En cambio, según otra tradición, su cuerpo habría sido trasladado a España, a la ciudad de Santiago de Compostela.
Como todos sabemos, ese lugar se convirtió en objeto de gran veneración y sigue siendo meta de numerosas peregrinaciones, no sólo procedentes de Europa sino también de todo el mundo. Así se explica la representación iconográfica de Santiago con el bastón del peregrino y el rollo del Evangelio, características del apóstol itinerante y dedicado al anuncio de la «buena nueva», y características de la peregrinación de la vida cristiana.
Por consiguiente, de Santiago podemos aprender muchas cosas: la prontitud para acoger la llamada del Señor incluso cuando nos pide que dejemos la «barca» de nuestras seguridades humanas, el entusiasmo al seguirlo por los caminos que él nos señala más allá de nuestra presunción ilusoria, la disponibilidad para dar testimonio de él con valentía, si fuera necesario hasta el sacrificio supremo de la vida. Así, Santiago el Mayor se nos presenta como ejemplo elocuente de adhesión generosa a Cristo. Él, que al inicio había pedido, a través de su madre, sentarse con su hermano junto al Maestro en su reino, fue precisamente el primero en beber el cáliz de la pasión, en compartir con los Apóstoles el martirio.
Y al final, resumiendo todo, podemos decir que el camino no sólo exterior sino sobre todo interior, desde el monte de la Transfiguración hasta el monte de la agonía, simboliza toda la peregrinación de la vida cristiana, entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, como dice el concilio Vaticano II.
Una tradición sucesiva, que se remonta al menos a san Isidoro de Sevilla, habla de una estancia suya en España para evangelizar esa importante región del imperio romano. En cambio, según otra tradición, su cuerpo habría sido trasladado a España, a la ciudad de Santiago de Compostela.
Como todos sabemos, ese lugar se convirtió en objeto de gran veneración y sigue siendo meta de numerosas peregrinaciones, no sólo procedentes de Europa sino también de todo el mundo. Así se explica la representación iconográfica de Santiago con el bastón del peregrino y el rollo del Evangelio, características del apóstol itinerante y dedicado al anuncio de la «buena nueva», y características de la peregrinación de la vida cristiana.
Por consiguiente, de Santiago podemos aprender muchas cosas: la prontitud para acoger la llamada del Señor incluso cuando nos pide que dejemos la «barca» de nuestras seguridades humanas, el entusiasmo al seguirlo por los caminos que él nos señala más allá de nuestra presunción ilusoria, la disponibilidad para dar testimonio de él con valentía, si fuera necesario hasta el sacrificio supremo de la vida. Así, Santiago el Mayor se nos presenta como ejemplo elocuente de adhesión generosa a Cristo. Él, que al inicio había pedido, a través de su madre, sentarse con su hermano junto al Maestro en su reino, fue precisamente el primero en beber el cáliz de la pasión, en compartir con los Apóstoles el martirio.
Y al final, resumiendo todo, podemos decir que el camino no sólo exterior sino sobre todo interior, desde el monte de la Transfiguración hasta el monte de la agonía, simboliza toda la peregrinación de la vida cristiana, entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, como dice el concilio Vaticano II.
Siguiendo a Jesús como Santiago, sabemos, incluso en medio de las dificultades, que vamos por el buen camino.
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