A vuestros ojos el tiempo no es nada, un solo día es como mil años; vos podéis, pues, prepararme en un instante, para presentarme ante vos...
Para vivir en un acto de perfecto amor, ME OFREZCO COMO VÍCTIMA DE HOLOCAUSTO A VUESTRO AMOR MISERICORDIOSO, suplicándoos que me consumáis sin cesar, dejando desbordar, en mi alma, las olas de ternura infinita que tenéis encerradas en vos y que, de ese modo, me convierta en mártir de vuestro amor, ¡oh, Dios mío!
Que este martirio, después de prepararme para presentarme ante vos, me haga finalmente morir y que mi alma se lance sin tardanza en el abrazo eterno de vuestro amor misericordioso...
Quiero, ¡oh, Amado mío!, a cada latido de mi corazón, renovar esta ofrenda un número infinito de veces, hasta que las sombras se hayan desvanecido y pueda repetiros mi amor en un cara a cara eterno...
MARÍA, FRANCISCA, TERESA DEL NIÑO JESÚS Y DE LA SANTA FAZ, reí. carm. md.Fiesta de la Santísima Trinidad, 9 de junio del año de gracia de 1895
Evangelio según san Juan 9, 1.6-9.13-17.34-38
Gloria a ti, Señor
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un ciego de nacimiento. Escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, se lo puso en los ojos al ciego, y le dijo:
"Ve a lavarte a la piscina de Siloé" (que significa "Enviado").
El fue, se lavó y volvió con vista. Y los vecinos y los que lo habían visto antes pidiendo limosna, comentaban:
"¿No es ése el que se sentaba a pedir limosna?"
Unos decían:
"Sí, es el mismo".
Otros, en cambio, negaban que se trataba del mismo y decían:
"No es él, sino uno que se le parece".
Pero el ciego decía:
"Soy yo".
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego, pues en un sábado Jesús hizo lodo con su saliva y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
El les contestó:
"Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo".
Algunos de los fariseos comentaban:
"Este hombre no puede venir de Dios, porque no respeta el sábado".
Otros replicaban:
"¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?"
Y estaban divididos, y volvieron a preguntarle al ciego:
"Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?"
El contestó:
"Que es un profeta".
Le replicaron:
"¿ Es que pretendes darnos lecciones a nosotros, tú que estás lleno de pecado desde que naciste?"
Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:
"¿Crees en el hijo del hombre?"
El ciego preguntó:
"Y quién es, Señor, para que crea en El?"
Jesús le dijo:
"Lo estás viendo: es el que está hablando contigo".
Entonces el hombre dijo:
"Creo, Señor".
Y se postró ante Jesús.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús
Lectura del primer libro de Samuel 16, 1b.6-7.10-13
En aquellos días, dijo el Señor a Samuel:
"Llena tu cuerno de aceite y ve a la casa de Jesé, en Belén, porque de entre sus hijos me he escogido un rey".
Cuando llegó a Belén y vio a Eliab, el hijo mayor de Jesé, pensó:
"Seguramente éste es el ungido del Señor".
Pero el Señor dijo a Samuel:
"No mires su aspecto ni su gran estatura, pues yo le he descartado. Dios no juzga como juzga el hombre, pues el hombre mira en las apariencias, pero el Señor mira los corazones".
Hizo pasar Jesé a sus siete hijos ante Samuel, pero Samuel dijo:
"A ninguno de éstos ha elegido el Señor".
Luego preguntó a Jesé:
"¿Son éstos todos tus hijos?"
El respondió:
"Falta el más pequeño, que está cuidando el rebaño".
Samuel dijo a Jesé:
"Hazlo venir, porque no comeremos hasta que haya venido".
Jesé lo mandó llamar; era rubio, de ojos vivos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel:
"Levántate y úngelo, porque éste es".
Tomó Samuel el cuerno de aceite y le ungió delante de sus hermanos.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo 22
El Señor es mi pastor, nada me falta.
El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto; así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo.Tu vara y tu cayado me dan seguridad.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
Tú mismo me preparas la mesa, a despecho de mis adversarios; me unges la cabeza con perfume y llenas mi copa hasta los bordes.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
Tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida; y viviré en la casa del Señor por años sin término.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
Carta del apóstol san Pablo a los Efesios 5, 8-14
Hermanos: En otro tiempo eran tinieblas, ahora son luz en el Señor. Caminen como hijos de la luz. Toda bondad, justicia y verdad son frutos de la luz. Busquen lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien repruébenlas abiertamente, pues lo que ellos hacen en secreto, hasta decirlo da vergüenza.
Pero la luz, denunciándolas, las pone al descubierto, y todo lo descubierto es luz.
Por eso se dice:
"Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Oremos, hermanos y hermanas, al Señor, que no desea la muerte del pecador, sino que se convierta y viva, y pidámosle que tenga misericordia de su pueblo penitente:
Para que Dios aumente la fe y fortalezca la voluntad de los que se preparan a recibir en estos días cuaresmales el sacramento de la penitencia y les conceda un verdadero arrepentimiento de sus culpas, roguemos al Señor.
Señor, ten piedad.
Para que el Señor abra la inteligencia y el corazón de los incrédulos, de manera que lleguen al conocimiento de la verdad y en la fe encuentren aquel descanso que tanto desea su corazón, roguemos al Señor.
Señor, ten piedad.
Para que Dios conceda su ayuda a los enfermos, a los pobres, a los que se sienten tentados y a todos aquellos que con su sufrimiento participan de la cruz de Cristo, roguemos al Señor.
Señor, ten piedad.
Para que todos nosotros perseveremos en el esfuerzo cuaresmal y lleguemos, purificados e iluminados, a las fiestas de Pascua que se acercan, roguemos al Señor.
Señor, ten piedad.
Dios nuestro, Padre de la luz, que conoces hasta lo más recóndito de nuestro corazón; no permitas que nos domine el poder de las tinieblas, antes bien, abre nuestros ojos a la luz del Espíritu para que podamos ver a Aquél que has enviado para iluminar al mundo y creamos únicamente en Jesucristo, tu Hijo y Señor nuestro.
Gloria a ti, Señor
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un ciego de nacimiento. Escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, se lo puso en los ojos al ciego, y le dijo:
"Ve a lavarte a la piscina de Siloé" (que significa "Enviado").
El fue, se lavó y volvió con vista. Y los vecinos y los que lo habían visto antes pidiendo limosna, comentaban:
"¿No es ése el que se sentaba a pedir limosna?"
Unos decían:
"Sí, es el mismo".
Otros, en cambio, negaban que se trataba del mismo y decían:
"No es él, sino uno que se le parece".
Pero el ciego decía:
"Soy yo".
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego, pues en un sábado Jesús hizo lodo con su saliva y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
El les contestó:
"Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo".
Algunos de los fariseos comentaban:
"Este hombre no puede venir de Dios, porque no respeta el sábado".
Otros replicaban:
"¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?"
Y estaban divididos, y volvieron a preguntarle al ciego:
"Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?"
El contestó:
"Que es un profeta".
Le replicaron:
"¿ Es que pretendes darnos lecciones a nosotros, tú que estás lleno de pecado desde que naciste?"
Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:
"¿Crees en el hijo del hombre?"
El ciego preguntó:
"Y quién es, Señor, para que crea en El?"
Jesús le dijo:
"Lo estás viendo: es el que está hablando contigo".
Entonces el hombre dijo:
"Creo, Señor".
Y se postró ante Jesús.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús
En aquellos días, dijo el Señor a Samuel:
"Llena tu cuerno de aceite y ve a la casa de Jesé, en Belén, porque de entre sus hijos me he escogido un rey".
Cuando llegó a Belén y vio a Eliab, el hijo mayor de Jesé, pensó:
"Seguramente éste es el ungido del Señor".
Pero el Señor dijo a Samuel:
"No mires su aspecto ni su gran estatura, pues yo le he descartado. Dios no juzga como juzga el hombre, pues el hombre mira en las apariencias, pero el Señor mira los corazones".
Hizo pasar Jesé a sus siete hijos ante Samuel, pero Samuel dijo:
"A ninguno de éstos ha elegido el Señor".
Luego preguntó a Jesé:
"¿Son éstos todos tus hijos?"
El respondió:
"Falta el más pequeño, que está cuidando el rebaño".
Samuel dijo a Jesé:
"Hazlo venir, porque no comeremos hasta que haya venido".
Jesé lo mandó llamar; era rubio, de ojos vivos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel:
"Levántate y úngelo, porque éste es".
Tomó Samuel el cuerno de aceite y le ungió delante de sus hermanos.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo 22
El Señor es mi pastor, nada me falta.
El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto; así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo.Tu vara y tu cayado me dan seguridad.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
Tú mismo me preparas la mesa, a despecho de mis adversarios; me unges la cabeza con perfume y llenas mi copa hasta los bordes.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
Tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida; y viviré en la casa del Señor por años sin término.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
Carta del apóstol san Pablo a los Efesios 5, 8-14
Hermanos: En otro tiempo eran tinieblas, ahora son luz en el Señor. Caminen como hijos de la luz. Toda bondad, justicia y verdad son frutos de la luz. Busquen lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien repruébenlas abiertamente, pues lo que ellos hacen en secreto, hasta decirlo da vergüenza.
Pero la luz, denunciándolas, las pone al descubierto, y todo lo descubierto es luz.
Por eso se dice:
"Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Oremos, hermanos y hermanas, al Señor, que no desea la muerte del pecador, sino que se convierta y viva, y pidámosle que tenga misericordia de su pueblo penitente:
Para que Dios aumente la fe y fortalezca la voluntad de los que se preparan a recibir en estos días cuaresmales el sacramento de la penitencia y les conceda un verdadero arrepentimiento de sus culpas, roguemos al Señor.
Señor, ten piedad.
Para que el Señor abra la inteligencia y el corazón de los incrédulos, de manera que lleguen al conocimiento de la verdad y en la fe encuentren aquel descanso que tanto desea su corazón, roguemos al Señor.
Señor, ten piedad.
Para que Dios conceda su ayuda a los enfermos, a los pobres, a los que se sienten tentados y a todos aquellos que con su sufrimiento participan de la cruz de Cristo, roguemos al Señor.
Señor, ten piedad.
Para que todos nosotros perseveremos en el esfuerzo cuaresmal y lleguemos, purificados e iluminados, a las fiestas de Pascua que se acercan, roguemos al Señor.
Señor, ten piedad.
Dios nuestro, Padre de la luz, que conoces hasta lo más recóndito de nuestro corazón; no permitas que nos domine el poder de las tinieblas, antes bien, abre nuestros ojos a la luz del Espíritu para que podamos ver a Aquél que has enviado para iluminar al mundo y creamos únicamente en Jesucristo, tu Hijo y Señor nuestro.
Que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén
Pensamientos del Padre Pio
Si necesitamos paciencia para tolerar las miserias ajenas, más aún debemos soportarnos a nosotros mismos.
En tus diarias infidelidades, humíllate, humíllate, humíllate siempre. Cuando el Señor te vea humillado hasta el suelo, te tenderá su mano. Él mismo pensará en atraerte hacia Él.
Has construido mal; destruye y reconstruye bien.
Como una señora admitiera que tenía cierta inclinación a, la vanidad, el Padre comentó:"- ¿Ha observado usted un campo de trigo en sazón? Unas espigas se mantienen erguidas, mientras otras se inclinan hacia la tierra. Pongamos a pruebe a los mas altivos, descubriremos que están vacíos, en tanto los que se inclinan, los humildes, están cargados de granos"
Dios enriquece al hombre que ha hecho el vacío en si mismo
«Te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque... estas cosas... las has revelado a los pequeños» (Mateo 11, 25).
Qué apropiadas parecen estas palabras de Jesús, cuando se te aplican a ti, humilde y amado, padre Pío.
Enséñanos también a nosotros, te pedimos, la humildad del corazón para formar parte de los pequeños del Evangelio, a quienes el Padre les ha prometido revelar los misterios de su Reino.
Ayúdanos a rezar sin cansarnos nunca, seguros de que Dios conoce lo que necesitamos, antes de que se lo pidamos.
Danos una mirada de fe capaz de capaz de reconocer con prontitud en los pobres y en los que sufren el rostro mismo de Jesús.
Apóyanos en la hora del combate y de la prueba y, si caemos, haz que experimentemos la alegría del sacramento del perdón.
Transmítenos tu tierna devoción a María, Madre de Jesús y nuestra.
Acompáñanos en la peregrinación terrena hacia la patria bienaventurada, donde esperamos llegar también nosotros para contemplar para siempre la Gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!
Amén
Pensamientos del Padre Pio
Si necesitamos paciencia para tolerar las miserias ajenas, más aún debemos soportarnos a nosotros mismos.
En tus diarias infidelidades, humíllate, humíllate, humíllate siempre. Cuando el Señor te vea humillado hasta el suelo, te tenderá su mano. Él mismo pensará en atraerte hacia Él.
Has construido mal; destruye y reconstruye bien.
Como una señora admitiera que tenía cierta inclinación a, la vanidad, el Padre comentó:"- ¿Ha observado usted un campo de trigo en sazón? Unas espigas se mantienen erguidas, mientras otras se inclinan hacia la tierra. Pongamos a pruebe a los mas altivos, descubriremos que están vacíos, en tanto los que se inclinan, los humildes, están cargados de granos"
Dios enriquece al hombre que ha hecho el vacío en si mismo
Qué apropiadas parecen estas palabras de Jesús, cuando se te aplican a ti, humilde y amado, padre Pío.
Enséñanos también a nosotros, te pedimos, la humildad del corazón para formar parte de los pequeños del Evangelio, a quienes el Padre les ha prometido revelar los misterios de su Reino.
Ayúdanos a rezar sin cansarnos nunca, seguros de que Dios conoce lo que necesitamos, antes de que se lo pidamos.
Danos una mirada de fe capaz de capaz de reconocer con prontitud en los pobres y en los que sufren el rostro mismo de Jesús.
Apóyanos en la hora del combate y de la prueba y, si caemos, haz que experimentemos la alegría del sacramento del perdón.
Transmítenos tu tierna devoción a María, Madre de Jesús y nuestra.
Acompáñanos en la peregrinación terrena hacia la patria bienaventurada, donde esperamos llegar también nosotros para contemplar para siempre la Gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!
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