A todos los sacerdotes, transfórmalos en Ti, Señor. Que el Espíritu Santo los posea, y que por ellos renueve la faz de la tierra.

viernes, 4 de octubre de 2019

San Francisco, hombre de paz, nos obtenga del Señor que sean cada vez más los que aceptan convertirse en «instrumentos de su paz», a través de miles de pequeños gestos de la vida diaria;" .. S. S.Benedicto XVI-



Evangelio según san Lucas 10, 13-16

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo:
"¡Ay de ti, ciudad de Corozaín! ¡Ay de ti, ciudad de Betsaida! Porque si en las ciudades de Tiro y de Sidón se hubieran realizado los prodigios que se han hecho en ustedes, hace mucho tiempo que hubieran hecho penitencia, vestidas de luto y sentadas sobre ceniza. Por eso, el día del juicio será menos severo para Tiro y Sidón que para ustedes. Y tú, Cafarnaún, ¿crees que serás elevada hasta el cielo? No. Serás precipitada en el abismo".

Luego, Jesús dijo a sus discípulos:
"El que los escucha a ustedes, a mí me escucha; el que los rechaza a ustedes, a mí me rechaza; y el que me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.


Salmo 78

Sálvanos, Señor, y perdona nuestros pecados.

Dios mío, los paganos han invadido tu propiedad, han profanado tu santo templo y han convertido a Jerusalén en ruinas.
Sálvanos, Señor, y perdona nuestros pecados.

Han echado los cadáveres de tus siervos a las aves de rapiña, y la carne de tus fieles a los animales feroces.
Sálvanos, Señor, y perdona nuestros pecados.

Hemos sido el escarnio de nuestros vecinos, la irrisión y la burla de los que nos rodean. ¿Hasta cuándo, Señor, vas a estar enojado y arderá como fuego tu ira?
Sálvanos, Señor, y perdona nuestros pecados.

No recuerdes, Señor, contra nosotros las culpas de nuestros padres. Que tu amor venga pronto a socorrernos porque estamos totalmente abatidos.
Sálvanos, Señor, y perdona nuestros pecados.

Para que sepan quién eres, socórrenos, Dios y salvador nuestro. Para que sepan quién eres, sálvanos y perdona nuestros pecados.
Sálvanos, Señor, y perdona nuestros pecados





Carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 6, 14-18

Hermanos: No permita Dios que yo me gloríe en algo que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo. Porque en Cristo Jesús de nada vale el estar circuncidado o no, sino el ser una nueva criatura.
Para todos los que vivan conforme a esta norma y también para el verdadero Israel, la paz y la misericordia de Dios. De ahora en adelante, que nadie me ponga más obstáculos, porque llevo en mi cuerpo la marca de los sufrimientos que he pasado por Cristo.
Hermanos, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con ustedes. Amén.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor

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Salmo 15

Tú, Señor, eres mi herencia.

Protégeme, Dios mío, pues eres mi refugio. Yo siempre he dicho que tú eres mi Señor. El Señor es la parte que me ha tocado en herencia: mi vida está en sus manos.
Tú, Señor, eres mi herencia.

Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor y con él a mi lado jamás tropezaré.
Tú, Señor, eres mi herencia.

Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y de alegría perpetua junto a ti.
Tú, Señor, eres mi herencia.


Omnipotente, altísimo, bondadoso Señor,
tuyas son la alabanza, la gloria y el honor;
tan sólo tú eres digno de toda bendición,
y nunca es digno el hombre de hacer de ti mención.
Loado seas por toda criatura, mi Señor...
Servidle con ternura y humilde corazón.
Agradeced sus dones, cantad su creación.
Las criaturas todas, load a mi Señor (Cánt 1-3.14)



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Nació en Asís (Italia) hacia 1182, hijo de un rico mercader de telas. De joven ayudó a su padre en el comercio y fue el rey de la juventud. Participó en la guerra de su ciudad contra Perusa; la cárcel que sufrió y la enfermedad que contrajo le iniciaron en un nuevo camino, por el que Dios lo fue conduciendo hasta su plena conversión. Renunció a su herencia, abrazó la vida evangélica, se desposó con Dama Pobreza, atendió a pobres y a leprosos. Se le unieron compañeros con los que se presentó al Papa: Inocencio III aprobó su forma de vida, que consistía en seguir las huellas de Cristo que adora al Padre, ama todo y a todos, predica incansablemente la penitencia y conversión. Junto con santa Clara fundó la Segunda Orden, la de las Clarisas, y a los seglares les dio directrices para vivir el Evangelio en su estado y condición, la Tercera Orden. En 1223, Honorio III aprobó su Regla definitiva. En septiembre de 1224, sobre el monte Alverna, las Llagas de Cristo quedaron impresas en el cuerpo de Francisco, quien murió en la Porciúncula al atardecer del 3 de octubre de 1226. Gregorio IX lo canonizó en Asís el 16 de julio de 1228.- 
Oración: Dios todopoderoso, que otorgaste a nuestro Padre san Francisco la gracia de asemejarse a Cristo por la humildad y la pobreza, concédenos caminar tras sus huellas, para que podamos seguir a tu Hijo y entregarnos a ti con amor jubiloso. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Oremos

Para que los cristianos seamos instrumentos de su paz.

- Para que donde haya odio, pongamos amor; donde haya ofensa, perdón, y donde haya discordia, unión.

- Para que donde haya error pongamos verdad; donde haya duda, fe; donde haya desesperanza, esperanza.

- Para que donde haya tinieblas pongamos luz; donde haya tristeza, alegría.

- Para que no busquenos tanto ser consolado como consolar; ser comprendidos, como comprender; ser amados, como amar.

Oración: Escucha nuestras súplicas, Dios Padre todopoderoso, y concédenos sentir los efectos de tu bondad por intercesión de tu siervo Francisco. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén

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MENSAJE DE SAN FRANCISCO DE ASÍS
Benedicto XVI, Ángelus, Asís 17-VI-07

Queridos hermanos y hermanas:

Hace ocho siglos, la ciudad de Asís difícilmente habría podido imaginar el papel que la Providencia le asignaba, un papel que hoy la convierte en una ciudad tan famosa en el mundo, un verdadero «lugar del alma». Le dio este carácter el acontecimiento que tuvo lugar aquí y que le imprimió un signo indeleble. Me refiero a la conversión del joven Francisco, que después de veinticinco años de vida mediocre y soñadora, centrada en la búsqueda de alegrías y éxitos mundanos, se abrió a la gracia, volvió a entrar en sí mismo y gradualmente reconoció en Cristo el ideal de su vida. Mi peregrinación de hoy a Asís quiere recordar aquel acontecimiento, para revivir su significado y su alcance.

Me he detenido con particular emoción en la iglesita de San Damián, en la que san Francisco escuchó del Crucifijo estas palabras programáticas: «Ve, Francisco, y repara mi casa» (2 Cel 10). Era una misión que comenzaba con la plena conversión de su corazón, para transformarse después en levadura evangélica distribuida a manos llenas en la Iglesia y en la sociedad.

En Rivotorto he visto el lugar donde, según la tradición, estaban relegados aquellos leprosos a quienes el santo se acercó con misericordia, iniciando así su vida de penitente, y también el santuario donde se evoca la pobre morada de san Francisco y de sus primeros hermanos. He pasado por la basílica de Santa Clara, la «plantita» de san Francisco, y esta tarde, después de la visita a la catedral de Asís, iré a la Porciúncula, desde donde san Francisco guió, a la sombra de María, los pasos de su fraternidad en expansión, y donde exhaló su último suspiro. Allí me encontraré con los jóvenes, para que el joven Francisco, convertido a Cristo, hable a su corazón.

En este momento, desde la basílica de San Francisco, donde descansan sus restos mortales, deseo hacer mías sobre todo sus palabras de alabanza: «Altísimo, Omnipotente, buen Señor, tuyas son la alabanza, la gloria y el honor y toda bendición» (Cánt 1). San Francisco de Asís es un gran educador de nuestra fe y de nuestra alabanza. Al enamorarse de Jesucristo, encontró el rostro de Dios-Amor, y se convirtió en su cantor apasionado, como verdadero «juglar de Dios». A la luz de las bienaventuranzas evangélicas se comprende la bondad con que supo vivir las relaciones con los demás, presentándose a todos con humildad y haciéndose testigo y constructor de paz.

Considero mi deber dirigir desde aquí un apremiante y urgente llamamiento para que cesen todos los conflictos armados que ensangrientan la tierra, para que callen las armas y por doquier el odio ceda al amor, la ofensa al perdón y la discordia a la unión. Sentimos espiritualmente presentes aquí a todos los que lloran, sufren y mueren a causa de la guerra y de sus trágicas consecuencias, en cualquier parte del mundo.

San Francisco, hombre de paz, nos obtenga del Señor que sean cada vez más los que aceptan convertirse en «instrumentos de su paz», a través de miles de pequeños gestos de la vida diaria; que a cuantos desempeñan papeles de responsabilidad los impulsen un amor apasionado por la paz y una voluntad inquebrantable de alcanzarla, eligiendo medios adecuados para obtenerla.

La Virgen santísima, a quien el Poverello amó con ternura y cantó con palabras inspiradas, nos ayude a descubrir el secreto de la paz en el milagro de amor que se realizó en su seno con la encarnación del Hijo de Dios.



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