A todos los sacerdotes, transfórmalos en Ti, Señor. Que el Espíritu Santo los posea, y que por ellos renueve la faz de la tierra.

miércoles, 1 de julio de 2015

“No hay dos maneras buenas de servir a Dios. Hay una sola: servir como ÉL quiere ser servido”. Hacer sólo aquello que puede ser ofrecido al buen Dios”. San Juan María Vianney


 Evangelio
según san Mateo 8, 28-34

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, cuando Jesús desembarcó en la otra orilla del lago, en tierra de los gadasenos, dos endemoniados salieron de entre los sepulcros y fueron a su encuentro. Eran tan feroces, que nadie se atrevía a pasar por aquel camino.

Los endemoniados le gritaron a Jesús: “¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Acaso has venido hasta aquí para atormentarnos antes del tiempo señalado?”

No lejos de ahí había una numerosa piara de cerdos que estaban comiendo. Los demonios le suplicaron a Jesús: “Si vienes a echarnos fuera, mándanos entrar en esos cerdos”. El les respondió: “Está bien”.

Entonces los demonios salieron de los hombres, se metieron en los cerdos y toda la piara se precipitó en el lago por un despeñadero y los cerdos se ahogaron.

Los que cuidaban los cerdos huyeron hacia la ciudad a dar parte de todos aquellos acontecimientos y de lo sucedido a los endemoniados. Entonces salió toda la gente de la ciudad al encuentro de Jesús, y al verlo, le suplicaron que se fuera de su territorio.
Palabra del Señor.

Salmo 33

El Señor escucha el clamor de los pobres.
El Señor escucha el clamor de los pobres y los libra de todas sus angustias. Junto a aquellos que temen al Señor el ángel del Señor acampa y los protege.
El Señor escucha el clamor de los pobres.
Que amen al Señor todos sus fieles, pues nada faltará a los que lo aman; el rico empobrece y pasa hambre; a quien busca al Señor, nada le falta.

El Señor escucha el clamor de los pobres.
Escúchame, hijo mío: voy a enseñarte cómo amar al Señor, para que puedas vivir y disfrutar la vida.

El Señor escucha el clamor de los pobres.



Oremos al Señor Jesús que nos ha revelado el amor gratuito y universal del Padre y que, de su corazón abierto por la lanza, ha hecho brotar la fuente de toda gracia.

-Cristo, que en la Última Cena instituiste el sacrificio de la nueva alianza en tu sangre, renueva hoy y siempre tu alianza con los hombres.

-Tú que, exaltado en la cruz, quisiste ser traspasado por la lanza del soldado, sana nuestras heridas y perdona nuestras infidelidades.

-De tu corazón traspasado por la lanza salió sangre y agua, dando así nacimiento a tu esposa, la Iglesia; haz que sea santa e inmaculada.

-Cristo, tú que entraste en el santuario del cielo con tu sangre, haz que la Iglesia sea verdadera morada del Altísimo para todos los bautizados.

Oración: Señor Jesucristo, que nos has redimido con tu sangre, convierte del todo nuestros corazones a ti y haz que consigamos ahora tu perdón y la gloria en la eternidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.


Meditacion del Papa Benedicto XVI
 

En el Antiguo Testamento, la aspersión con la sangre de los animales sacrificados representaba y establecía la alianza entre Dios y el pueblo, como se lee en el libro del Éxodo: «Entonces tomó Moisés la sangre, roció con ella al pueblo y dijo: "Esta es la sangre de la alianza que el Señor ha hecho con vosotros, según todas estas palabras"» (Éx 24,8).

A esta fórmula se remite explícitamente Jesús en la última Cena cuando, ofreciendo el cáliz a los discípulos, dice: «Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados» (Mt 26,28). Y efectivamente, desde la flagelación hasta que le traspasaron el costado después de su muerte en la cruz, Cristo derramó toda su sangre, como verdadero Cordero inmolado para la redención universal. El valor salvífico de su sangre se afirma expresamente en muchos pasajes del Nuevo Testamento.


La sangre de Cristo es prenda del amor fiel de Dios a la humanidad. Contemplando las llagas del Crucificado, cada hombre, incluso en condiciones de extrema miseria moral, puede decir: Dios no me ha abandonado, me ama, ha dado la vida por mí; y así volver a tener esperanza.

Que la Virgen María, quien al pie de la cruz, junto al apóstol san Juan, recogió el testamento de la sangre de Jesús, nos ayude a redescubrir la inestimable riqueza de esta gracia y a sentir por ella gratitud íntima y perenne.
LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE CRISTO
Benedicto XVI, Ángelus del día 5 de julio de 2009

Tomado del Sitio Franciscanos.org
Hoy Recordamos a 


 
Beato Ignacio Falzon. 
Nació en La Valetta (Malta) en 1813, y murió allí mismo el 1 de julio de 1865. Pertenecía a una familia respetable y acomodada. Se doctoró en Derecho, pero nunca ejerció de abogado. Miembro de la Orden Franciscana Seglar, fue clérigo, pues recibió las órdenes menores, pero nunca se consideró digno de recibir la ordenación sacerdotal. Vivió una existencia silenciosa. A su vida de oración y de gran devoción a la Eucaristía y a la Virgen, unió una intensa labor de catequista y humanitaria, dirigida particularmente a los numerosos militares y marineros ingleses, incluidos los protestantes y los no cristianos, que entonces se encontraban en la isla de Malta. Además, apoyó a las vocaciones sacerdotales y ayudó a los necesitados. Fue beatificado por Juan Pablo II el año 2001. 
"... Ignacio Falzon halló fuerza e inspiración en la Eucaristía, en la oración ante el Tabernáculo, en la devoción a María y el rosario, y en la imitación de san José. A estas fuentes de gracia todos los cristianos pueden acudir. La santidad y el celo por el reino de Dios florecen especialmente donde las parroquias y las comunidades fomentan la oración y la devoción al santísimo Sacramento. Por eso, os exhorto a cultivar vuestras tradiciones de piedad, purificándolas si fuera necesario, y fortaleciéndolas con una instrucción y una catequesis sólidas. No hay mejor modo de honrar la memoria del beato Ignacio Falzon. 

Homilía de Juan Pablo II en la misa de beatificación 9-V-01
 L´Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 18-V-01

Oremos
 
Te pedimos Señor, que infundas tu Espíritu a quienes se han consagrado a ti, en obediencia.

Jesús, Buen Pastor, Bendícelos.
Te pedimos Señor, que infundas tu Espíritu a quienes se han consagrado a ti, en pobreza.

Jesús, Buen Pastor, Bendícelos.
Te pedimos Señor, Te pedimos Señor, que infundas tu Espíritu a quienes se han consagrado a ti, en castidad.

Jesús, Buen Pastor, Bendícelos.
Te pedimos Señor, que Te pedimos Señor, que infundas tu Espíritu, a las monjas y a los monjes de clausura.

Jesús, Buen Pastor, Bendícelos.
Te pedimos Señor, que infundas tu Espíritu a quienes se han consagrado a ti, sirviéndote en el campo de la salud.

Bendícelos Señor.


Te pedimos Señor, que bendigas a los seminaristas de todas las diócesis del mundo.

Jesús, Buen Pastor, Bendícelos.
Te pedimos Señor, que bendigas a los aspirantes y postulantes de todas las Órdenes y Congregaciones religiosas.

Jesús, Buen Pastor, Bendícelos.
Te pedimos Señor, que bendigas a los novicios y novicias de todas las Órdenes y Congregaciones religiosas. 


Jesús, Buen Pastor: en tus manos ponemos a todos tus Pastores, para que llenos de tu Espíritu Santo, sepan interpretar los signos de los tiempos actuales y guíen al rebaño, a ellos encomendado, hacía pastos verdes y aguas de vida. Amén.

Danos Señor, santos sacerdotes, santos religiosos, laicos santos que trabajen por tu Iglesia. Amén

Jesús, Divino Señor, por Tu dolorosa Pasión, cubre con Tu Preciosísima Sangre, a todos los Obispos, sacerdotes y consagrados. Ten piedad de ellos y líbralos de todo mal, ahora y siempre. El Inmaculado Corazón de la Dulce Virgen María, reprenda con su fuerza Santísima a todo enemigo de Dios y de su Iglesia. Amén






Bendigo yo Tu Santo Nombre
LICENCIADO DUEÑAS
(SIGLO XVI) 


Jesús, bendigo yo tu santo nombre;
Jesús, mi corazón en ti se emplee;
Jesús, mi alma siempre te desee;
Jesús, loete yo cuando te nombre. Jesús, yo te confieso Dios y hombre;
Jesús, con viva fe por ti pelee;
Jesús, en tu ley santa me recree;
Jesús, sea mí gloria tu renombre. Jesús, medite en ti mi entendimiento;
Jesús, mi voluntad en ti se inflame;
Jesús, contemple en ti mi pensamiento. Jesús de mis entrañas, yo te ame;
Jesús, viva yo en ti todo momento;
Jesús, óyeme tú cuando te llame.

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