A todos los sacerdotes, transfórmalos en Ti, Señor. Que el Espíritu Santo los posea, y que por ellos renueve la faz de la tierra.

jueves, 27 de marzo de 2014

Dios, Padre nuestro, ayúdanos a vivir según tu palabra y a serte fieles en el camino de la Cuaresma por el que estamos avanzando hacia la Pascua. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


  

























Decía san Pablo a los Corintios: -El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta (1 Cor 13,4-7).

  † Lectura del santo Evangelio según san Lucas 11, 14-23

Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, Jesús estaba expulsando un demonio que era mudo. Cuando salió el demonio, habló el mudo y la gente quedó maravillada. Pero algunos dijeron:
"Expulsa a los demonios con el poder de Satanás, el príncipe de los demonios".
Otros, para ponerlo a prueba, le pedían una señal milagrosa. Pero Jesús, que conocía sus malas intenciones, les dijo:
"Todo reino dividido por luchas internas va a la ruina y se derrumba casa por casa. Si también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su reino? Ustedes dicen que yo expulso los demonios con el poder de Satanás. Ahora bien, si yo expulso los demonios con el poder de Satanás, sus hijos, ¿con qué poder los expulsan? Por eso ellos mismos serán sus jueces. Pero si yo expulso los demonios con el poder de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a ustedes.

Cuando un hombre fuerte y bien armado custodia su palacio, sus bienes están seguros. Pero si viene otro más fuerte que él y lo vence, le quita las armas en que confiaba y reparte el botín.
El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.


Oremos al Señor, nuestro Dios, que no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva.

-Para que la Iglesia sea a los ojos del mundo signo de esperanza, acogiendo, animando y consolando a todos.

-Para que todos los cristianos anunciemos a Cristo, que es la resurrección y la vida.

-Para que los que viven en condiciones penosas: los pobres, los enfermos, los abandonados, los drogadictos y cuantos sufren, sientan la cercanía y la amistad de Jesús.

-Para que todos los creyentes dejemos en manos del Señor los juicios y aprendamos de Cristo a ser compasivos y misericordiosos.

Oración: Dios todopoderoso y eterno, ayúdanos a llevar una vida según tu voluntad, para que podamos dar en abundancia frutos de buenas obras en nombre de tu Hijo predilecto. Que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén. 


Meditamos


Dice y repite san Francisco: «La regla y vida de los Hermanos Menores es ésta, a saber, guardar el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, viviendo en obediencia, sin propio y en castidad». «La regla y vida de los hermanos es ésta, a saber, vivir en obediencia, en castidad y sin propio, y seguir la doctrina y las huellas de nuestro Señor Jesucristo» (2 R 1,1; 1 R 1,2).

 Del profeta Jeremías: «Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza. Será un árbol plantado junto al agua, que alarga a la corriente sus raíces; no teme la llegada del estío, su follaje siempre está verde; en año de sequía no se inquieta, ni dejará por eso de dar fruto» (Jer 17,7-8).


San Francisco enseña que la oración nace del encuentro personal con el Señor Jesús y que se hace una con el compromiso de conversión al Evangelio y de caridad operativa para con los hermanos. La fuente de donde brota es la palabra de Dios asimilada y vivida; la madre y maestra que lleva de la mano es María; los polos de atracción y las rampas de lanzamiento son la Cruz y la Eucaristía; la meta y fuente de la alegría es la comunión de vida con la Trinidad divina.

Es el contenido exacto de una pedagogía que se repite en las páginas del Concilio Vaticano II: Optatam totius, 8.

Vaya por delante un matiz que hace evidente un aspecto característico, específico de la oración de san Francisco. El «starets» enseña al «peregrino ruso» cómo ha de orar, sugiriéndole que repita indefinidamente, al ritmo de la respiración, la invocación «¡Señor Jesucristo, ten piedad de mí!». San Francisco, en cambio, responde a los hermanos que le piden que les enseñe a orar: «Cuando oréis, decid: Padre nuestro..., y Te adoramos, Señor Jesucristo, también en todas tus demás iglesias que hay en el mundo entero, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo» (1 Cel 45).

Nuestro Santo pone el acento, no en la oración cuyo beneficiario es el hombre, sino en la alabanza del Señor. Francisco se lanza de inmediato a los brazos del Padre y se extiende, luego, a adorar y bendecir al Señor Jesucristo, que con amor infinito colma las esperanzas del hombre.

De este tipo de oración irradia una luz que lleva a reconocer que Dios «es el bien, todo bien, sumo bien» (AlD 3), y que a Él se deben «las alabanzas, la gloria y el honor, y toda bendición» (Cánt 1). Francisco recibe de Dios y reverbera después el fuego de la caridad con que impulsa a sus hermanos a creer en el Amor, a experimentar de manera sapiencial el Amor (cf. 1 Jn 4,16) y a responder al Amor con generosidad y gozo.

Con una vida proyectada por completo a alabar al Padre por medio del Hijo en el Espíritu Santo, la oración de Francisco se transforma en liturgia del cielo. Síntesis y eco de ella es la convincente y férvida invitación que sella el Cántico de las criaturas: «Load y bendecid a mi Señor, dadle gracias y servidle con gran humildad».


Fuente Franciscanos.org


Propósito

Hoy rezaré un misterio de rosario, pidiendo por todas las personas que están en pecado para que se acerquen a Dios.

Diálogo con Cristo

Señor, recordando esta gran verdad, que Tú tienes poder sobre todas las creaturas, tomo conciencia del gran valor de mi vida de gracia. ¡Qué honor y dignidad tengo al ser hijo de Dios, hijo del Amo y Señor del Universo! Señor Jesús, concédeme la gracia de valorar y proteger nuestra amistad, y también de nunca perder la paz, porque Tú permites que todo suceda para mi bien.


Fuente Catholic.net

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