«Dios te salve, María, Madre de Dios, Virgen Madre, Estrella de la mañana... Dios te salve, María, la joya más preciosa de todo el orbe...»
San Cirilo, en una homilía pronunciada en aquel Concilio, alaba de esta forma la Maternidad de Nuestra Señora.
«ser Madre de Dios, tiene una dignidad en cierto modo
infinita, a causa del
bien infinito que es Dios. Y en esa línea no puede imaginarse
una dignidad
mayor, como no puede imaginarse cosa mayor que Dios»,
afirma Santo Tomás de Aquino. Está por encima de todos los
ángeles y de todos
los santos. Después de la Humanidad Santísima de su Hijo, es el
reflejo más
puro de la gloria de Dios. En Ella brilla como en ninguna otra
criatura la
participación de los dones divinos: la Sabiduría, la Belleza, la
Bondad... Nada
manchado hay en Ella. Es el
esplendor de la luz eterna, el espejo sin mancha del actuar de
Dios, imagen de
su bondad.
Fuente: Hablar con Dios
Hoy celebramos la Dedicación de la Basílica de Santa María la Mayor de Roma, la iglesia más antigua consagrada en Occidente a la Virgen María, donde han tenido lugar tantos acontecimientos de la historia de la Iglesia. Esta Basílica mariana guarda una estrecha relación con la definición dogmática de la Maternidad divina de María, proclamada en el Concilio de Éfeso. Bajo esta advocación se levantó este templo en el siglo iv, sobre otro ya existente, poco tiempo después de terminado el Concilio. El pueblo de la ciudad de Éfeso celebró con enorme entusiasmo la declaración dogmática de esta verdad, que, por otra parte, creía desde siempre. Esta alegría se extendió a toda la Iglesia, y en Roma se levantó con todo fervor bajo esta advocación una grandiosa Basílica. Ese júbilo nos llega a nosotros también en la fiesta de hoy, en la que debernos alabar a Santa María como Madre de Dios, y también como Madre nuestra.
Según una piadosa leyenda, un patricio romano, llamado Juan, de común acuerdo con su esposa, determinó consagrar su hacienda a honrar a la Madre de Dios, pero sin saber a ciencia cierta cómo hacerlo. Al mismo tiempo tuvo un sueño, y también el Papa, por el que supo que la Virgen deseaba que se edificara un hermoso templo en su honor en el monte Esquilino, que apareció cubierto de nieve, cosa insólita, el día 5 de agosto. Aunque la leyenda es posterior a la edificación de la Basílica, ha servido para que la fiesta de hoy se conozca en muchos lugares como de la Virgen de las Nieves, y para que muchos amantes de las cumbres la tengan como Patrona.
En Roma, desde tiempo inmemorial, el pueblo fiel honra a Nuestra Madre en este templo bajo la advocación de Salus Populi Romani. Allí acuden a pedir favores y gracias, como al lugar en el que son escuchados siempre. El Papa Juan Pablo II también visitó a Nuestra Señora en este templo romano, poco tiempo después de su elección al Pontificado. «María decía entonces el Papa está llamada a llevar a todos al Redentor. A dar testimonio de Él, aun sin palabras, solo con el amor, en el que se manifiesta la índole de madre. A acercar incluso a quienes oponen más resistencia, para los que es más difícil creer en el amor . Está llamada para acercar a todos, es decir, a cada uno, a su Hijo». Y a sus pies hacía esta dedicación de toda su vida y de todos sus afanes a la Madre de Dios, que nosotros imitándole filialmente- podemos hacer nuestra: «Totus tuus ego sum et omnia mea tua sunt. Accipio Te in mea omnia (Soy todo tuyo, y todas mis cosas tuyas son. Sé Tú mi guía en todo). Con su protección iremos bien seguros.
Para Nuestra Madre del Cielo «jamás dejamos de ser pequeños, porque Ella nos abre el camino hacia el Reino de los Cielos, que será dado a los que se hacen niños (cfr. Mt 19, 14).
Hemos de agradecer mucho a Dios que nos haya querido dar una Madre a quien acudir en la Vida de la gracia. Y que esta haya sido su propia Madre. María es Madre nuestra no solo porque nos ama como una madre, o porque hace sus veces. La maternidad espiritual de Nuestra Señora es muy superior, más efectiva que cualquier maternidad legal o de afecto. Es Madre porque realmente nos ha engendrado en el orden sobrenatural. Si se nos ha dado poder de llegar a ser hijos de Dios, de participar en la naturaleza divina. es gracias a la acción redentora de Cristo, que nos hace semejantes a Él. Pero ese influjo pasa a través de María. Y así del mismo modo que Dios Padre tiene un solo Hijo según la naturaleza, e innumerables según la gracia, por María, Madre de Cristo, hemos llegado a ser hijos de Dios. De su mano recibimos todo el alimento espiritual, la defensa contra los enemigos, el consuelo en medio de las aflicciones. Para Nuestra Madre del Cielo «jamás dejamos de ser pequeños, porque Ella nos abre el camino hacia el Reino de los Cielos, que será dado a los que se hacen niños (cfr. Mt 19, 14).
De Nuestra Señora no debemos apartarnos nunca. ¿Cómo la honraremos? Tratándola, hablándole,
manifestándole
nuestro cariño, ponderando en nuestro corazón las escenas de su
vida en la
tierra, contándole nuestras luchas, nuestros éxitos y nuestros
fracasos.
»En las fiestas de Nuestra Señora no escatimemos las muestras de cariño; levantemos con más frecuencia el corazón pidiéndole lo que necesitemos, agradeciéndole su solicitud maternal y constante, encomendándole las personas que estimamos. Pero, si pretendemos comportarnos como hijos, todos los días serán ocasión propicia de amor a María, como lo son todos los días para los que se quieren de verdad»
A Ella le decimos hoy con un antiguo himno de la Iglesia: monstra te esse matrem!, muestra que eres Madre y, que por ti nos atienda el que tomó sangre en tus venas para redimirnos.
Después de la proclamación del dogma de la Maternidad divina de María en el Concilio de Éfeso (año 431), el Papa Sixto III consagró en Roma una Basílica en honor de la Virgen, llamada después Santa María la Mayor. Es la iglesia más antigua dedicada a Nuestra Señora.
La fiesta de hoy también es conocida como Nuestra Señora de las Nieves, debido a una antigua leyenda que cuenta cómo un matrimonio romano, que pedía a la Virgen luz acerca del modo de emplear su fortuna, recibió en sueños el deseo de Santa María de que se le erigiera un templo precisamente donde apareciera cubierto de nieve el monte Esquilino. Esto ocurrió en la noche del 4 al 5 de agosto. Al día siguiente, de modo sorprendente, se encontró cubierto de nieve un solar donde hoy se levanta la Basílica. Jesús Señor nuestro, danos la alegría de poder hacer sonreir a Tu Madre, haznos niños pequeños que muevan sus corazones hacia Tu Sagrado Corazón, a través del Inmaculado Corazón de la Reina del Cielo y la tierra.
Hoy rezamos el santo rosario para pedir por La Iglesia y todo el clero, te invitamos a unirte desde tu lugar en oracion permanente junto a Nuestra Madre Maria pidamos con fe por nuestras intenciones y las de la Madre Iglesia!