A todos los sacerdotes, transfórmalos en Ti, Señor. Que el Espíritu Santo los posea, y que por ellos renueve la faz de la tierra.

miércoles, 17 de julio de 2013

El mismo escapulario nos puede recordar frecuentemente que pertenecemos a Nuestra Madre del Cielo y que Ella nos pertenece, pues somos sus hijos, que tanto le hemos costado.

Te aclamamos, santa Madre de Dios, porque has dado a luz al Rey que gobierna cielo y tierra por los siglos de los siglos.

 Padre todopoderoso, te suplicamos que la santísima Virgen María nos proteja siempre con su maternal intercesión y nos ayude a conocer y a amar a tu Hijo Jesucristo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos...
Amén.


El dia 16 de Julio se celebro en la Iglesia la Fiesta de Nuestra Señora del Carmen, muchos conocen la historia de esta hermosa advocacion, ese dia el grupo de oracion Beato Juan Pablo II fue invitado por las hermanas carmelitas ha la misa en honor a Nuestra Señora del Carmen en el Carmelo de Santa Teresita donde se encuentra peregrinando la Virgencita Maria Madre de las Almas Consagradas.
Alli se celebró la Misa presidida por el Obispo  Mons. Raul Martin
Vicario Episcopal Zona Devoto. Obispo titular de Troina y Auxiliar de Buenos Aires. Acompañado por sacerdotes y con el coro de las carmelitas, tambien nos consagramos a Nuestra Señora del Carmen y el obispo nos entrego los escapularios bendecidos a todos los presentes, verdaderamente una misa muy linda.
Desde aqui en este humilde sitio queremos compartir con todos ustedes nuestros amigos parte de la fiesta las oraciones que se dieron en la misa y los cantos de las monjitas la foto que esta publicada, se entrego a todos los presentes gentileza del Carmelo Seglar , San Nicolas .

Desde aqui nuestro agradecimiento al Carmelo por invitarnos y dejarnos participar de esta hermosa experiencia.
Regocíjate, Jerusalén, pues vengo a vivir en medio de ti
Lectura del libro del profeta Zacarías 2, 14-17
"Canta de gozo y regocíjate, Jerusalén, pues vengo a vivir en medio de ti, dice el Señor. Muchas naciones se unirán al Señor en aquel día; ellas también serán mi pueblo y yo habitaré en medio de ti y sabrás que el Señor de los ejércitos me ha enviado a ti. El Señor tomará nuevamente a Judá como su propiedad personal en la tierra santa y Jerusalén volverá a ser la ciudad elegida".
¡Que todos guarden silencio ante el Señor, pues él se levanta ya de su santa morada!
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.


Ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre.
Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.
Ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre.

Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque
ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre. Y su misericordia llega de generación en generación a los que lo temen.

 Ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre.
Ha hecho sentir el poder de su brazo: dispersó a los de corazón altanero. Destronó a los potentados y exaltó a los humildes. A los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió sin nada.
Ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre.



Señalando con la mano a sus discípulos, dijo: Estos son mi madre y mis hermanos
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 12, 46-50
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús estaba hablando a la muchedumbre, cuando su madre y sus parientes se acercaron y trataban de hablar con él. Alguien le dijo entonces a Jesús:
"Oye, ahí fuera están tu madre y tus hermanos, y quieren hablar contigo".
Pero él respondió al que se lo decía:
"¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?"
Y señalando con la mano a sus discípulos, dijo:
"Estos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumple la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.


 Padre lleno de bondad, que nos socorra el inmenso amor de tu Hijo unigénito para que, quien al nacer de la Virgen María no menoscabó la integridad de la Madre, sino que la consagró, nos libre de nuestras culpas y haga aceptable a ti nuestra oración.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.


 La Virgen prometió, a quienes viviesen y muriesen con el escapulario o la medalla bendecida con el Sagrado Corazón y la Virgen del Carmen, que hace sus veces la gracia para obtener la perseverancia final; es decir, una ayuda particular para que, quienes no estén en gracia, se arrepientan en los últimos momentos de su vida. A esta promesa hay que añadir el llamado privilegio sabatino, que consiste en la liberación del Purgatorio al sábado siguiente a la muerte, y otras muchas gracias e indulgencias. Verdaderamente, “María, con su amor materno, se cuida de los hermanos de su Hijo que todavía peregrinan y se hallan en peligros y en ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada...”. No dejemos de acudir, cada día, muchas veces, a Ella, para que nos ayude y proteja. El mismo escapulario nos puede recordar frecuentemente que pertenecemos a Nuestra Madre del Cielo y que Ella nos pertenece, pues somos sus hijos, que tanto le hemos costado.
  
El 16 de julio de 1251 se apareció la Virgen Santísima a San Simón Stock, General de la Orden de los Carmelitas, y prometió unas gracias y bendiciones especiales para aquellos que llevaran el escapulario. Esta devoción “ha hecho correr sobre el mundo un río caudaloso de gracias espirituales y temporales”. La Iglesia la ha aprobado repetidamente con numerosos privilegios espirituales. Durante siglos, los cristianos se han acogido a esa protección de Nuestra Señora. “Lleva sobre tu pecho el santo escapulario del Carmen. Pocas devociones hay muchas y muy buenas devociones marianas tienen tanto arraigo entre los fieles, y tantas bendiciones de los Pontífices. Además, ¡es tan maternal ese privilegio sabatino!l Elculto y la devoción a la Virgen del Carmen se remonta a los orígenes de la Orden carmelitana, cuya tradición más antigua la relaciona con aquella pequeña nube como la palma de la mano de un hombre, que subía desde el mar 1 Rey 18, 44 y que se divisaba desde la cumbre del Monte Carmelo, mientras el profeta Elías suplicaba al Señor que pusiese fin a una larga sequía. La nube cubrió rápidamente el cielo y trajo lluvia abundante a la tierra sedienta durante tanto tiempo. En esta nube cargada de bienes se ha visto una figura de la Virgen María, quien, dando el Salvador al mundo, fue portadora del agua vivificante de la que estaba sedienta toda la humanidad. Ella nos trae continuamente bienes incontables.El Papa Juan Pablo II, hablando a jóvenes en una parroquia romana dedicada a la Virgen del Carmen, recordaba en confidencia el especial socorro y amparo que recibió de su devoción a la Virgen del Carmen. “Debo deciros les comentaba que en mi edad juvenil, cuando era como vosotros, Ella me ayudó. No podría decir en qué medida, pero creo que en una medida inmensa. Me ayudó a encontrar la gracia propia de mi edad, de mi vocación”. Y añadía: la misión de la Virgen, la que se halla prefigurada y “toma inicio en el Monte Carmelo, en Tierra Santa, está ligada a un vestido. Este vestido se llama santo escapulario. Yo debo mucho, en mis años jóvenes, a este, su escapulario carmelitano. Que la madre sea siempre solícita, se preocupe de los vestidos de sus hijos, de que vayan bien vestidos, es algo hermoso”. Pero cuando estos vestidos se rompen, “la madre trata de reparar los vestidos de sus hijos”. “La Virgen del Carmen, Madre del santo escapulario, nos habla de este cuidado materno, de esta preocupación suya para vestirnos. Vestirnos en sentido espiritual. Vestirnos con la gracia de Dios, y ayudarnos a mantener siempre blanco este vestido”. El Papa hacía mención del vestido blanco que llevaban los catecúmenos de los primeros siglos, símbolo de la gracia santificante que recibían con el Bautismo. Y después de exhortar a conservar siempre limpia el alma, concluía: “Sed también vosotros solícitos colaborando con la Madre buena, que se preocupa de vuestros vestidos, y especialmente del vestido de la gracia, que santifica el alma de sus hijos e hijas”Juan Pablo II, Alocución 15-I-1989