Evangelio según san Juan 12, 44-50
En aquel tiempo, Jesús afirmó solemnemente:
"El que cree en mí, no solamente cree en mí, sino también en el que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve también al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como la luz, para que todo el que crea en mí no siga en la oscuridad. No seré yo quien condene al que escuche mis palabras y no haga caso de ellas; porque yo no he venido para condenar al mundo, sino para salvarlo.
Para aquel que me rechaza y no acepta mis palabras hay un juez: las palabras que yo he pronunciado serán las que lo condenen en el último día. Porque yo no he hablado en virtud de mi propia autoridad; el Padre que me envió es el que me ordena lo que debo decir y enseñar. Y sé que su enseñanza lleva a la vida eterna. Así pues, lo que yo digo, es lo que me ha dicho el Padre". Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Salmo 66, 2-3.5.6 y 8
Que te alaben, Señor, todos los pueblos.
Que Dios se apiade y nos bendiga, que haga brillar su rostro sobre nosotros; para que se conozcan en la tierra tus caminos, tu salvación en todas las naciones.
Que te alaben, Señor, todos los pueblos.
Que se alegren y canten de júbilo las naciones, porque juzgas rectamente los pueblos, y gobiernas las naciones de la tierra.
Que te alaben, Señor, todos los pueblos.
Oh Dios, que te den gracias los pueblos, que todos los pueblos te den gracias. Que Dios nos bendiga, y que lo teman hasta en los más remotos lugares de la tierra.
Que te alaben, Señor, todos los pueblos.
Oremos
Dirijamos al Padre nuestras súplicas, por medio de Jesucristo el Señor, que vive siempre e intercede por nosotros.
-Para que el Señor Jesús, Salvador del mundo, dé su paz a la Iglesia y la haga testigo fiel y creíble de su resurrección.
-Para que los gobernantes busquen ante todo la justicia y la paz.
-Para que los que buscan la fe, sean iluminados por la luz de Cristo resucitado y por el ejemplo de los hermanos.
-Para que Jesús, el Señor, vencedor de la muerte, nos confirme a nosotros en la paz que dio a sus discípulos y en la misión de dar testimonio de su resurrección.
Oración:
Padre todopoderoso, te suplicamos que acojas benigno las oraciones que te presenta tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor, que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
Santa Ines Segni de Montepulsiano
Nació cerca de Montepulciano (Toscana, Italia) en la segunda mitad del siglo XIII de familia noble. Su trayectoria es sorprendente y se sale de lo habitual. A los 9 años ingresó en el monasterio de las monjas penitentes «del Saco», así llamadas por su vestido. Cinco años después acompañó a la maestra de novicias a Proceno, junto a Viterbo, para fundar un monasterio del que al año siguiente, con 15 años, fue elegida superiora. Sus cualidades y su santidad, su piedad, ternura e infancia espiritual, sin que le faltaran sufrimientos e incomprensiones, llamaron la atención de todos. En 1306 volvió a Montepulciano como superiora del nuevo monasterio allí construido. Pasados unos años, la comunidad adoptó las Constituciones de las monjas dominicas y se puso bajo la dirección de los frailes predicadores. En sus últimos años Inés sobrellevó con gran paciencia los dolores de una enfermedad del aparato digestivo, y murió el 20 de abril de 1317.-
Oración: Oh Dios, que enriqueciste a tu esposa Santa Inés con un admirable fervor en la oración; concédenos que, a imitación suya, teniendo siempre en ti nuestro corazón, podamos conseguir el fruto excelente de sentirnos hijos tuyos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Meditacion Especial
“Acostúmbrate a elevar tu corazón a Dios, en acción de gracias, muchas veces al día. Porque te da esto y lo otro.Porque no tienes lo que necesitas o porque si lo tienes.
“Porque hizo tan hermosa a su Madre, que es también Madre tuya. Porque creó el sol y la luna y aquel animal y aquella otra planta. Porque hizo a aquel hombre elocuente y a ti te hizo premioso...
“Dale gracias por todo, porque todo es bueno”San Josemaría Escrivá, Camino, n. 268-
La persona agradecida con Dios lo es también con quienes la rodean. Con más facilidad sabe apreciar esos pequeños favores y agradecerlos.
Si estamos atentos a Dios y a los demás, apreciaremos en nuestro propio hogar que la casa esté limpia y en orden, que alguien haya cerrado las ventanas para que no entre el frío o el calor, que la ropa esté limpia y planchada... Y si alguna vez una de estas cosas no está como esperábamos, sabremos disculpar, porque es incontable mente mayor el número de cosas gratas y favores recibidos.Las acciones de gracias frecuentes deben informar nuestro comportamiento diario con el Señor, porque estamos rodeados de sus cuidados y favores: “nos inunda la gracia”Ch. Journet, Charlas acerca de la gracia
Pero existe un momento muy extraordinario en el que el Señor nos llena de sus dones, y en él debemos ser particularmente agradecidos: la acción de gracias que sigue a la Misa.
Nuestro diálogo con Jesús en esos minutos debe ser particularmente íntimo, sencillo y alegre. No faltarán los actos de adoración, de petición, de humildad, de desagravio y de agradecimiento. “Los santos nos han dicho repetidamente que la acción de gracias sacramental es para nosotros el momento más precioso de la vida espiritual” R. Garrigou-Lagrange
En esos momentos debemos cerrar la puerta de nuestro corazón para todo aquello que no sea el Señor, por muy importante que pueda ser o parecer. Unas veces nos quedaremos a solas con Él y no serán necesarias las palabras; nos bastará saber que Él está allí, en nuestra alma, y nosotros en Él. Bastará poco para estar hondamente agradecidos, contentos, experimentando la verdadera amistad con el Amigo. Allí cerca están los ángeles, que le adoran en nuestra alma... En ese momento el alma es lo más semejante al Cielo en este mundo.
En otras ocasiones echaremos mano de esas oraciones que recogen los devocionarios, que han alimentado la piedad de generaciones de cristianos durante muchos siglos: Te Deum, Trium puerorum, Adoro te devote, Alma de Cristo..., y otras muchas, que los santos y los buenos cristianos que han amado de verdad a Jesús Sacramentado nos han dejado como alimento de nuestra piedad.
“El amor a Cristo, que se ofrece por nosotros, nos impulsa a saber encontrar, acabada la Misa, unos minutos para una acción de gracias personal, íntima, que prolongue en el silencio del corazón esa otra acción de gracias que es la Eucaristía.
“No se compone de normas rígidas la vida cristiana .
Pienso, sin embargo, que en muchas ocasiones el nervio de nuestro diálogo con Cristo, de la acción de gracias después de la Santa Misa, puede ser la consideración de que el Señor es, para nosotros, Rey, Médico, Maestro, Amigo”San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa.
Rey, porque nos ha rescatado del pecado y nos ha trasladado al reino de la luz. Le pedimos que reine en nuestro corazón, en las palabras que pronunciemos en ese día, en el trabajo que le hemos ofrecido, en nuestros pensamientos, en cada una de nuestras acciones.
En la Comunión vemos a Jesús como Médico, y junto a Él encontramos el remedio de todas nuestras enfermedades. Acudimos a la Comunión como se llegaban a Él los ciegos, los sordos, los paralíticos... Y no olvidamos que tenemos en nuestra alma, a nuestra disposición, la Fuente de toda vida. Él es la Vida.
Jesús es el Maestro, y reconocemos que Él tiene palabras de vida eterna..., y en nosotros ¡existe tanta ignorancia! Él enseña sin cesar, pero debemos estar atentos. Si estuviéramos con la imaginación, la memoria, los sentidos dispersos... no le oiríamos.
En la Comunión contemplamos al Amigo, el verdadero Amigo, del que aprendemos lo que es la amistad. A Él le contamos lo que nos pasa, y siempre encontramos una palabra de aliento, de consuelo... Él nos entiende bien. Pensemos que está con la misma presencia real con la que se encuentra en el Cielo, que le rodean los ángeles... En ocasiones pediremos ayuda a nuestro Ángel Custodio: “Dale gracias por mí, tú lo sabes hacer mejor”. Ninguna criatura como la Virgen, que llevó en su seno durante nueve meses al Hijo de Dios, podrá enseñarnos a tratarle mejor en la acción de gracias de la Comunión. Acudamos a Ella.
Oremos Juntos
Ángel santo de la guarda, compañero de mi vida, tú que nunca me abandonas, ni de noche ni de día.
Aunque espíritu invisible, se que te hallas a mi lado, escuchas mis oraciones y cuenta todos mis pasos.
En las sombras de la noche, me defiendes del demonio, tendiendo sobre mi pecho tus alas de nácar y oro.
Ángel de Dios, que yo escuche tu mensaje y que lo siga, que vaya siempre contigo hacia Dios, que me lo envía.
Testigo de lo invisible, presencia del cielo amiga, gracias por tu fiel custodia, gracias por tu compañía.
En presencia de los Ángeles, suba al cielo nuestro canto: gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo. Amén.
Oracion a Maria Dulzura de los Angeles
Dulzura de los ángeles, alegría de los afligidos,
abogada de los cristianos, Virgen madre del Señor, protégeme y sálvame de los sufrimientos eternos.
María, purísimo incensario de oro, que ha contenido a la Trinidad excelsa; en ti se ha complacido el Padre, ha habitado el Hijo, y el Espíritu Santo, que cubriéndote con su sombra, Virgen, te ha hecho madre de Dios.
Nosotros nos alegramos en ti, Theotókos; tú eres nuestra defensa ante Dios. Extiende tu mano invencible y aplasta a nuestros enemigos. Manda a tus siervos el socorro del cielo.
Oremos en el Año Santo
"Deseo que durante estos nueve días encamines almas hasta el manantial de Mi misericordia, para que encuentren allí la fortaleza, el refugio y toda aquella gracia que necesiten en las penalidades de la vida, y especialmente en la hora de la muerte. Cada día traerás a Mi corazón un grupo de almas diferentes y las sumergirás en el océano de Mi misericordia y Yo conduciré todas esas almas a la mansión de Mi Padre... Todos los días implorarás a Mi Padre gracias para esas almas en atención a los méritos de mi amarga Pasión."
Del diario de sor Faustina
Por las almas de los sacerdotes y religiosos
Misericordiosísimo Jesús, de quien procede toda bondad, multiplica Tus gracias sobre las religiosas consagradas a Tu servicio, para que puedan hacer obras dignas de misericordia; y que todos aquellos que la vean, glorifiquen al Padre de Misericordia que está en el cielo.
Padre Eterno, vuelve Tu mirada misericordiosa hacia el grupo elegido de Tu viña (hacia las almas de sacerdotes y religiosos); dótalos con la fortaleza de Tus bendiciones. Por el amor del Corazón de Tu Hijo, en el cual están unidos, impárteles Tu poder y Tu luz, para que guíen a otros en el camino de la salvación y con una sola voz canten alabanzas a tu misericordia por los siglos de los siglos. Amén.
Devocionario.com
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