Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, dicho esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn 20,19-21).
Jesucristo, el Señor, nos acoge siempre con inmensa misericordia, e intercede por nosotros ante el Padre. Dirijámosle nuestra oración con confianza.
-Para que disipe todos los miedos de su Iglesia y le otorgue la valentía de predicar en todo el mundo la Buena Nueva.
-Para que ilumine a los gobernantes, y los empuje a buscar siempre soluciones que lleven a la paz y a la justicia.
-Para que los que buscan la luz de la fe, la encuentren en Jesús resucitado y en el testimonio de sus discípulos.
-Para que todos los que celebramos con gozo la Pascual del Señor, seamos testigos de su presencia, amor y misericordia, entre nosotros.
Oración: Acoge, Señor Jesús, las plegarias que te dirigimos quienes hemos recibido el don de la fe y hemos sido objeto de tu misericordia. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
EL AMOR MISERICORDIOSO DE DIOS Y LA PAZ
Benedicto XVI, del Regina Caeli
Queridos hermanos y hermanas:
Este domingo concluye la semana o, más precisamente, la «octava» de Pascua, que la liturgia considera como un único día: «Este es el día en que actuó el Señor». No es un tiempo cronológico, sino espiritual, que Dios abrió en el entramado de los días cuando resucitó a Cristo de entre los muertos. El Espíritu Creador, al infundir la vida nueva y eterna en el cuerpo sepultado de Jesús de Nazaret, llevó a la perfección la obra de la creación, dando origen a una «primicia»: primicia de una humanidad nueva que es, al mismo tiempo, primicia de un nuevo mundo y de una nueva era.
Esta renovación del mundo se puede resumir en una frase: la que Jesús resucitado pronunció como saludo y sobre todo como anuncio de su victoria a los discípulos: «Paz a vosotros». La paz es el don que Cristo ha dejado a sus amigos como bendición destinada a todos los hombres y a todos los pueblos. No la paz según la mentalidad del «mundo», como equilibrio de fuerzas, sino una realidad nueva, fruto del amor de Dios, de su misericordia. Es la paz que Jesucristo adquirió al precio de su sangre y que comunica a los que confían en él. «Jesús, confío en ti»: en estas palabras se resume la fe del cristiano, que es fe en la omnipotencia del amor misericordioso de Dios.La comunión de los primeros cristianos tenía como verdadero centro y fundamento a Cristo resucitado. En efecto, el Evangelio narra que, en el momento de la Pasión, cuando el Maestro divino fue arrestado y condenado a muerte, los discípulos se dispersaron.
Sólo María y las mujeres, con el apóstol san Juan, permanecieron juntos y lo siguieron hasta el Calvario. Una vez resucitado, Jesús dio a los suyos una nueva unidad, más fuerte que antes, invencible, porque no se fundaba en los recursos humanos sino en la misericordia divina, gracias a la cual todos se sentían amados y perdonados por él.
Como sucedió con la primera comunidad, María nos acompaña en la vida de cada día. Nosotros la invocamos como «Reina del cielo», sabiendo que su realeza es como la de su Hijo: toda amor, y amor misericordioso. Os pido que le encomendéis a ella mi servicio a la Iglesia, a la vez que con confianza le decimos: Mater misericordiae, ora pro nobis.:
REGINA COELI
V. Alégrate, Reina del cielo; aleluya.
R. Porque el que mereciste llevar en tu seno; aleluya.
V. Ha resucitado, según predijo; aleluya.
R. Ruega por nosotros a Dios; aleluya.
V. Gózate y alégrate, Virgen María; aleluya.
R. Porque ha resucitado Dios verdaderamente; aleluya.
Oración
Oh Dios que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, te has dignado dar la alegría al mundo, concédenos que por su Madre, la Virgen María, alcancemos el gozo de la vida eterna. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor.
R. Amén
Como sucedió con la primera comunidad, María nos acompaña en la vida de cada día. Nosotros la invocamos como «Reina del cielo», sabiendo que su realeza es como la de su Hijo: toda amor, y amor misericordioso. Os pido que le encomendéis a ella mi servicio a la Iglesia, a la vez que con confianza le decimos: Mater misericordiae, ora pro nobis.:
Fuente: Franciscanos.org
Oremos
REGINA COELI
V. Alégrate, Reina del cielo; aleluya.
R. Porque el que mereciste llevar en tu seno; aleluya.
V. Ha resucitado, según predijo; aleluya.
R. Ruega por nosotros a Dios; aleluya.
V. Gózate y alégrate, Virgen María; aleluya.
R. Porque ha resucitado Dios verdaderamente; aleluya.
Oración
Oh Dios que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, te has dignado dar la alegría al mundo, concédenos que por su Madre, la Virgen María, alcancemos el gozo de la vida eterna. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor.
R. Amén
DEVOCIÓN A SAN JOSÉ, PATRONO DE LA MISERICORDIA
Acordaos, oh castísimo esposo de la Virgen María y amable protector mío San José, que jamás se ha oído decir que ninguno haya invocado vuestra protección e implorado vuestro auxilio sin haber sido consolado. Lleno, pues, de confianza en vuestro poder, ya que ejercisteis con Jesús el cargo de Padre, vengo a vuestra presencia y me encomiendo a Vos con todo fervor. No desechéis mis súplicas, antes bien acogedlas propicio y dignaos acceder a ellas piadosamente. Amén.
NOVENA A LA DIVINA MISERICORDIA
Deseo que durante esos nueve días lleves a las almas a la Fuente de Mi misericordia para que saquen fuerzas, alivio y toda gracia que necesiten para afrontar las dificultades de la vida y especialmente en la hora de la muerte. Cada día traerás a Mi Corazón a un grupo diferente de almas y las sumergirás en este mar de Mi misericordia. Y no rehusaré nada a ningún alma que traerás a la Fuente de Mi misericordia. Cada día pedirás a mi Padre las gracias para estas almas por Mi amarga Pasión (1209-1229).
1. Dia Viernes Santo
Hoy, tráeme a toda la humanidad y especialmente a todos los pecadores, y sumérgelos en el mar de Mi misericordia. De esta forma, me consolarás de la amarga tristeza en que Me sume la pérdida de las almas.
Jesús misericordiosísimo, cuya naturaleza es la de tener compasión de nosotros y de perdonarnos, no mires nuestros pecados sino la confianza que depositamos en Tu bondad infinita. Acógenos en la morada de Tu muy compasivo Corazón y nunca nos dejes salir de Él. Te lo suplicamos por Tu amor, que Te une al Padre y al Espíritu Santo.
Oh omnipotencia de la Divina Misericordia, salvación del hombre pecador,
Tú eres la misericordia y un mar de compasión, ayudas a quien Te ruega con humildad.
Padre eterno, mira con misericordia a toda la humanidad y especialmente a los pobres pecadores que están encerrados en el Corazón de Jesús lleno de compasión, y por Su dolorosa Pasión, muéstranos Tu misericordia, para que alabemos su omnipotencia por los siglos de los siglos. Amén.
Hoy, tráeme a las almas de los sacerdotes y de los religiosos, y sumérgelas en Mi misericordia insondable. Fueron ellas las que Me dieron fortaleza para soportar Mi amarga Pasión. A través de ellas, como a través de canales, Mi misericordia fluye hacia la humanidad.
Jesús misericordiosísimo, de quien procede todo bien, aumenta Tu gracia en nosotros para que realicemos dignas obras de misericordia, de manera que quienes nos vean, glorifiquen al Padre de Misericordia que está en el cielo.
La fuente del amor de Dios, vive en los corazones limpios, purificados en el mar de misericordia, resplandecientes como las estrellas, claros como la aurora.
Padre eterno, mira con misericordia al grupo elegido de Tu viña, a las almas de los sacerdotes y a las almas de los religiosos; otórgales el poder de Tu bendición. Por el amor del Corazón de Tu Hijo, en el cual están encerradas, concédeles el poder de Tu luz para que puedan guiar a otros en el camino de la salvación y a una sola voz canten alabanzas a Tu misericordia sin límite por los siglos de los siglos. Amén.
Jesús misericordiosísimo, de quien procede todo bien, aumenta Tu gracia en nosotros para que realicemos dignas obras de misericordia, de manera que quienes nos vean, glorifiquen al Padre de Misericordia que está en el cielo.
La fuente del amor de Dios, vive en los corazones limpios, purificados en el mar de misericordia, resplandecientes como las estrellas, claros como la aurora.
Padre eterno, mira con misericordia al grupo elegido de Tu viña, a las almas de los sacerdotes y a las almas de los religiosos; otórgales el poder de Tu bendición. Por el amor del Corazón de Tu Hijo, en el cual están encerradas, concédeles el poder de Tu luz para que puedan guiar a otros en el camino de la salvación y a una sola voz canten alabanzas a Tu misericordia sin límite por los siglos de los siglos. Amén.
3.Dia Domingo de Pascua (Resurreccion del Señor)
Hoy, tráeme a todas las almas devotas y fieles, y sumérgelas en el mar de Mi misericordia. Estas almas Me consolaron a lo largo del Vía Crucis. Fueron una gota de consuelo en medio de la amargura.
Jesús misericordiosísimo, que desde el tesoro de Tu misericordia concedas a todos Tus gracias en gran abundancia, acógenos en la morada de Tu clementísimo Corazón y nunca nos dejes escapar de Él. Te lo suplicamos por el inconcebible amor Tuyo con que Tu Corazón arde por el Padre celestial.
Son impenetrables las maravillas de la misericordia, no alcanza sondearlas ni el pecador ni el justo, Miras a todos con compasión, y atraes a todos a tu amor.
Padre eterno, mira con misericordia a las almas fieles como herencia de Tu Hijo y por Su dolorosa Pasión, concédeles Tu bendición y rodéalas con Tu protección constante para que no pierdan el amor y el tesoro de la santa fe, sino que con toda la legión de los ángeles y los santos, glorifiquen Tu infinita misericordia por los siglos de los siglos. Amén.
Jesús misericordiosísimo, que desde el tesoro de Tu misericordia concedas a todos Tus gracias en gran abundancia, acógenos en la morada de Tu clementísimo Corazón y nunca nos dejes escapar de Él. Te lo suplicamos por el inconcebible amor Tuyo con que Tu Corazón arde por el Padre celestial.
Son impenetrables las maravillas de la misericordia, no alcanza sondearlas ni el pecador ni el justo, Miras a todos con compasión, y atraes a todos a tu amor.
Padre eterno, mira con misericordia a las almas fieles como herencia de Tu Hijo y por Su dolorosa Pasión, concédeles Tu bendición y rodéalas con Tu protección constante para que no pierdan el amor y el tesoro de la santa fe, sino que con toda la legión de los ángeles y los santos, glorifiquen Tu infinita misericordia por los siglos de los siglos. Amén.
Fuente: Iesvs.org
"El alma cristiana no deja pasar un solo día sin meditar la pasión de Jesucristo." (Santo Padre Pio de Pietrelcina) |
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