Este Jueves Santo, el santo padre Francisco presidió en la basílica de San Pedro la concelebración de la santa misa crismal con los cardenales, patriarcas, arzobispos, obispos y presbíteros, diocesanos y religiosos, presentes en la diócesis de Roma, en la que pidió a los sacerdotes que sean “pastores con olor a oveja” para que Dios Padre renueve en ellos el Espíritu de Santidad con el que fueron ungidos. 
fuente: aica.org 
“Que renueve nuestro corazón de tal manera que la unción, con el 
perfume de Cristo, llegue a todos, también a las periferias, allí donde 
nuestro pueblo fiel más lo espera y valora”, deseó el obispo de Roma, al
 tiempo que pidió a los fieles que “acompañen a sus sacerdotes con el 
afecto y la oración, para que sean siempre pastores según el corazón de 
Dios”. 
Jueves Santo (Misa crismal)
 "..Queridos fieles, acompañad a vuestros sacerdotes con el afecto y la oración, 
para que sean siempre Pastores según el corazón de Dios.
Queridos sacerdotes, que Dios Padre renueve en nosotros el Espíritu de Santidad 
con que hemos sido ungidos, que lo renueve en nuestro corazón de tal manera que 
la unción llegue a todos, también a las «periferias», allí donde nuestro pueblo 
fiel más lo espera y valora. Que nuestra gente nos sienta discípulos del Señor, 
sienta que estamos revestidos con sus nombres, que no buscamos otra identidad; y 
pueda recibir a través de nuestras palabras y obras ese óleo de alegría que les 
vino a traer Jesús, el Ungido.
Amén." Fragmento de la Homilia de Su Santidad Francisco I
Celebración
        Eucarística y
        bendición de los óleos ¡Oh
        Dios!, que por la unción
        del Espíritu Santo constituiste a tu Hijo Mesías y Señor, y a
        nosotros,
        miembros de su cuerpo, nos haces partícipes de su Misma unción;
        ayúdanos a ser
        en el mundo testigos fieles de la redención que ofreces a todos
        los hombres.
        Por nuestro Señor Jesucristo.Amén
Lectura
          del libro del profeta
          Isaías 61, 1-3a. 6a. 8b-9
El
        espíritu del Señor está
        sobre mi, porque me ha ungido y me ha enviado para anunciar la
        buena nueva a
        los pobres, a curar a los de corazón quebrantado, proclamar el
        perdón a los
        cautivos, y la libertad a los prisioneros; a pregonar el año de
        gracia del
        Señor, el día de la venganza de nuestro Dios.El Señor me ha enviado a consolar a los afligidos, los afligidos de Sión, a cambiar su ceniza en diadema, sus lágrimas en aceite perfumado de alegría y su abatimiento, en cánticos.
Ustedes serán llamados "sacerdotes del Señor"; ministros de nuestro Dios" se les llamará.
Esto dice el Señor:
"Yo les daré su recompensa fielmente y haré con ellos un pacto perpetuo. Su estirpe será célebre entre las naciones, y sus vástagos, entre los pueblos. Cuantos los vean reconocerán que son la estirpe que bendijo el Señor".
Palabra de Dios.Te alabamos, Señor.
Sal
          88, 
Proclamaré
          sin cesar la
          misericordia del Señor.
"He
        encontrado a David,
        mi servidor, y con mi aceite santo lo he ungido. Lo sostendrá mi
        mano y le dará
        mi brazo fortaleza.
Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
Contará
        con mi amor y mi
        lealtad y su poder aumentará en mi nombre. El me podrá decir:
        "Tú eres mi
        padre, el Dios que me protege y que me salva".Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
Lectura
          del libro del
          Apocalipsis del apóstol san Juan 1,
          5-8
Hermanos
        míos: Gracia y paz a
        ustedes, de parte de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito
        de entre los
        muertos, el soberano de los reyes de la tierra, aquel que nos
        amó y nos
        purificó de nuestros pecados con su sangre y ha hecho de
        nosotros un reino de
        sacerdotes para su Dios y Padre. A él la gloria y el poder por
        los siglos de
        los siglos. Amén.Miren: él viene entre las nubes, y todos lo verán, aun aquellos que lo traspasaron. Todos los pueblos de la tierra harán duelo por su causa.
"Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que ha de venir; el todopoderoso".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Lectura
          del santo Evangelio
          según san Lucas 4,16-21
Gloria
          a ti, Señor.
En
        aquel tiempo, Jesús fue a
        Nazaret, donde se había criado. Entró en la sinagoga, como era
        su costumbre
        hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura. Se le
        dio el volumen
        del profeta Isaías, lo desenrolló y encontró el pasaje en que
        estaba escrito:
"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor".
Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a hablar, diciendo:
"Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que ustedes acaban de oír".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor".
Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a hablar, diciendo:
"Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que ustedes acaban de oír".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Renovación de las promesas sacerdotales
Acabada
          la homilía, el obispo dialoga con los presbísteros con éstas o
          semejantes
          palabras:
Obispo :
Hijos
        amadísimos: En esta
        conmemoración anual del día en que Cristo confirió su sacerdocio
        a los
        Apóstoles y a nosotros, ¿queréis renovar las promesas que
        hicisteis un día ante
        vuestro obispo y ante el pueblo santo de Dios?
Sacerdotes:
Sí,
        quiero.
Obispo
          :
¿Queréis
        uniros más
        fuertemente a Cristo y configuraros con él, renunciando a
        vosotros mismos y
        reafirmando la promesa de cumplir los sagrados deberes que, por
        amor a Cristo,
        aceptasteis gozosos el día de vuestra ordenación para el
        servicio de la
        Iglesia?
Sacerdotes:
Sí,
        quiero.
Obispo
          :
¿Deseáis
        permanecer como
        fieles dispensadores de los misterios de Dios en la celebración
        eucarística y
        en las demás acciones litúrgicas, y desempeñar fielmente el
        ministerio de la
        predicación como seguidores de Cristo, Cabeza y Pastor, sin
        pretender los bienes
        temporales, sino movidos únicamente por el celo de las almas?
Sacerdotes:
Sí,
        quiero.
Obispo
          :
Y
        ahora vosotros, hijos muy
        queridos, orad por vuestros presbíteros, para que el Señor
        derrame
        abundantemente sobre ellos sus bendiciones: que sean ministros
        fieles de
        Cristo, Sumo Sacerdote, y os conduzcan a él, única fuente de
        salvación.
Pueblo:
Cristo,
          óyenos. Cristo,
          escúchanos.
Seguidamente,
          dirigiéndose al
          pueblo, prosigue:
Obispo:
Y
        rezad también por mí, para
        que sea fiel al ministerio apostólico confiado a mi humilde
        persona y sea
        imagen, cada vez más viva y perfecta, de Cristo Sacerdote, Buen
        Pastor,Maestro
        y Siervo de todos.
    
Pueblo:
Cristo,
          óyenos. Cristo,
          escúchanos.
Obispo:
El
        Señor nos guarde en su
        caridad y nos conduzca a todos, pastores y grey, a la vida
        eterna.
Todos:
Amén. 
Después
          de la renovación de las promesas sacerdotales, los diáconos y
          ministros
          designados llevan los óleos, o, en efecto, algunos presbíteros
          y ministros, o
          bien los mismos fieles que presentan pan, el vino y el agua,
          se dirigen
          ordenadamente a la sacristia donde se han dejado preparados
          los óleos y las
          otras ofrendas. Al volver al altar, lo hacen de este modo: en
          primer lugar el
          ministro que lleva el recipiente con los aromas, si es que el
          obispo quiere
          hacer él la mezcla del crisma; después otro ministro con la
          vasdija de óleo con
          de los catecúmenos; seguidamente, otro con la vasija del óleo
          de los enfermos.
          El óleo para el crisma es llevado en último lugar por un
          diácono o un
          presbítero. A ellos les siguen los ministros que llevan el
          pan, el vino y el
          agua para la celebración eucarística.
Cuando llegan al altar o a la sede, el obispo recibe los dones. El diácono que lleva la vasija para el santo crisma, se la presenta al obispo, diciendo en voz alta: "Oleo para el santo crisma"; el obispo la recibe y se la entrega a uno de los diáconos que le ayudan, el cual la coloca sobre la mesa que se ha preparado. Lo mismo hacen los que llevan las vasijas para el óleo de los enfermos y de los catecúmenos. El primero dice: "Oleo de los enfermos"; el otro: "Oleo de los catecúmenos". El obispo recibe ambas vasijas, y los ministros las colocan sobre la mesa que se ha preparado.
La misa se desarrolla como en el rito de la concelebración, hasta el final de la plegaria eucarística, a no ser que todo el rito de la bendición se tenga inmediatamente. En este caso todo se dispone según se describirá más adelante
Cuando llegan al altar o a la sede, el obispo recibe los dones. El diácono que lleva la vasija para el santo crisma, se la presenta al obispo, diciendo en voz alta: "Oleo para el santo crisma"; el obispo la recibe y se la entrega a uno de los diáconos que le ayudan, el cual la coloca sobre la mesa que se ha preparado. Lo mismo hacen los que llevan las vasijas para el óleo de los enfermos y de los catecúmenos. El primero dice: "Oleo de los enfermos"; el otro: "Oleo de los catecúmenos". El obispo recibe ambas vasijas, y los ministros las colocan sobre la mesa que se ha preparado.
La misa se desarrolla como en el rito de la concelebración, hasta el final de la plegaria eucarística, a no ser que todo el rito de la bendición se tenga inmediatamente. En este caso todo se dispone según se describirá más adelante
Bendición del Oleo de los Enfermos
Antes de
          que el obispo diga "Por él sigues creando todos los
          bienes...", en la
          plegaria eucarística I o antes de la doxología "Por Cristo,
          con él y en él
          ", en las obras plegarias eucarísticas , el que llevó la
          vasija del óleo
          de los enfermos, la lleva cerca del altar y la sostiene
          delante del obispo,
          mientras bendice el óleo de los enfermos diciendo está
          oración:
Señor
        Dios, Padre de todo consuelo, que has querido sanar las
        dolencias de los
        enfermos por medio de tu Hijo: escucha con amor la oración de
        nuestra fe y
        derrama desde el ciceo tu Espíritu Santo Paráclito sobre este
        óleo.Tú que has hecho que el leño verde del olivo produzca aceite abundante para vigor de nuestro cuerpo, enriquece con tu bendición este óleo para que cuantos sean ungidos con él sientan en cuerpo y alma tu divina protección y experimenten alivio en sus enfermedades y dolores. Que por tu acción, Señor, este aceite sea para nosotros óleo santo, en nombre de Jesucristo nuestro Señor. Que vive y reina por los siglos de los siglos).
Amén.
La
          conclusión "Que vive y
          reina" se dice solamente cuando la bendición se hace fuera de
          la plegaría
          eucarística.
Acababa la bendición, la vasija del óleo de los enfermos se lleva de nuevo a su lugar, y la misa prosigue después de la comunión.
Acababa la bendición, la vasija del óleo de los enfermos se lleva de nuevo a su lugar, y la misa prosigue después de la comunión.
Antífona de Comunión
Cantaré
          eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu
          fidelidad por todas las
          edades.
Oración después de la Comunión
Concédenos Dios todopoderoso, que quienes han participado en tus sacramentos sean en el mundo buen olor de Cristo. Que vive y reina.Amén.
Bendición del Oleo de los Catecúmenos
Dicha la
          oración después de la comunión, los miembros colocan las
          vasijas con los óleos
          que se han de bendecir sobre una mesa que se ha dispuesto
          oportunamente en
          medio del prebisterio. El obispo, teniendo a ambos lados suyos
          a los prebíteros
          concelebrantes, que forman un semicírculo, y a los otros
          ministros detrás de
          él, procede a la bendición del óleo de los catecúmenos y la
          consagración del
          crisma.
Estando todo dispuesto, el obispo, de pie y cara al pueblo, con las manos extendidas, dice la siguiente oración.
Señor
        Dios, fuerza y defensa de tu pueblo, que has hecho del aceite un
        símbolo de
        vigor, dígnate bendecir este óleo y concede tu fortaleza a los
        catecúmenos que
        han de ser ungidos con él, para que, al aumentar en ellos el
        conocimiento de
        las realidades divinas y la valentía en el combate de la fe,
        vivan más
        hondamente el Evangelio de Cristo, emprendan animosos la tarea
        cristiana y,
        admitidos entre tus hijos de adopción, gocen de la alegría de
        sentirse
        renacidos y de formar parte de la Iglesia.Estando todo dispuesto, el obispo, de pie y cara al pueblo, con las manos extendidas, dice la siguiente oración.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Consagración del Crisma
Seguidamente
          el Obispo derrama los aromas sobre el óleo y hace el crisma en
          silencio, a no
          ser que ya estuviese preparado de antemano.
Una vez hecho ésto, dice la siguiente invitación a orar:
Hermanos:
        pidamos a Dios Padre todopoderoso que se digne bendecir y
        santificar este
        ungüento para que aquellos cuyos cuerpos van a ser ungidos con
        él sientan
        interiormente la unción de la bondad divina y sean dignos de los
        frutos de la
        redención.Una vez hecho ésto, dice la siguiente invitación a orar:
Entonces
          el obispo,
          oportunamente, sopla sobre la boca de la vasija del crisma, y
          con las manos extendidas
          dice la siguiente oración de consagración:
Señor
        Dios, autor de todo
        crecimiento y de todo progreso espiritual: recibe complacido la
        acción de
        gracias que gozosamente, por nuestro medio, te dirige la
        Iglesia.Al principio del mundo, tú mandaste que de la tierra brotasen árboles que dieran fruto, y entre ellos el olivo, que ahora nos suministra el aceite con el que hemos preparado el santo crisma.
Ya David, en los tiempos antiguos, previendo con espíritu profético los sacramentos que tu amor instituiría en favor de los hombres, nos invitaba a ungir nuestros rostros con óleo en señal de alegría. También, cuando en los días del diluvio las aguas purificaron de pecado la tierra, una paloma, signo de la gracia futura, anunció con un ramo de olivo la restauración de la paz entre los hombres.Y en los últimos tiempos, el símbolo de la unción alcanzó su plenitud: después que el agua bautismal lava los pecados, el óleo santo consagra nuestros cuerpos y da paz y alegría a nuestros rostros.
Por eso, Señor, tú mandaste a tu siervo Moisés que, tras purificar en el agua a su hermano Aarón, lo consagrase sacerdote con la unción de este óleo.
Todavía alcanzó la unción mayor grandeza cuando tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, después de ser bautizado por Juan en el Jordán, recibió el Espíritu Santo en forma de paloma y se oyó tu voz declarando que él era tu Hijo, el Amado, en quien te complacías plenamente.De este modo se hizo manifiesto que David ya hablaba de Cristo cuando dijo: "El Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo entre todos tus compañeros".
Todos
          los concelebrantes, en
          silencio, extienden la mano derecha hacia el crisma, y la
          mantienen así hasta
          el final de la oración.
A
        la vista de tantas
        maravillas, te pedimos, Señor, que te dignes santificar con tu
        bendición † este
        óleo y que, con la cooperación de Cristo, tu Hijo, de cuyo
        nombre le viene a
        este óleo el nombre de crisma, infundas en él la fuerza del
        Espíritu Santo con
        la que ungiste a sacerdotes, reyes, profetas y mártires, y hagas
        que este
        crisma sea sacramento de la plenitud de la vida cristiana para
        todos los que
        van a ser renovados por el baño espiritual del bautismo; haz que
        los
        consagrados por esta unción, libres del pecado en que nacieron,
        y convertidos
        en templo de tu divina presencia, exhalen el perfume de una vida
        santa; que,
        fieles al sentido de la unción, vivan según su condición de
        reyes, sacerdotes y
        profetas y que este óleo sea para cuantos renazcan del agua y
        del Espíritu
        Santo, crisma de salvación, les haga partícipes de la vida
        eterna y herederos
        de la gloria celestial.Por Jesucristo, nuestro Señor.Amén.
Todos
          los concelebrantes, en
          silencio, extienden la mano derecha hacia el crisma, y la
          mantienen así hasta
          el final de la oración.
Por
        tanto, te pedimos, Señor,
        que mediante el poder de tu gracia hagas que esta mezcla de
        aceite y perfume
        sea para nosotros instrumento y signo de tus t bendiciones;
        derrama sobre
        nuestros hermanos, cuando sean ungidos con este crisma, la
        abundancia de los
        dones del Espíritu Santo, y que los lugares y objetos
        consagrados por este óleo
        sean para tu pueblo motivo de santificación.
Pero ante todo, Señor, te suplicamos que por medio del sacramento del crisma hagas crecer a tu Iglesia en el número y santidad de sus hijos, hasta que, según la medida de Cristo, alcance aquella plenitud en la que tú, en el esplendor de tu gloria, junto con tu Hijo y en la unidad del Espíritu Santo, lo serás todo en todos por los siglos de los siglos.
Amén.
Pero ante todo, Señor, te suplicamos que por medio del sacramento del crisma hagas crecer a tu Iglesia en el número y santidad de sus hijos, hasta que, según la medida de Cristo, alcance aquella plenitud en la que tú, en el esplendor de tu gloria, junto con tu Hijo y en la unidad del Espíritu Santo, lo serás todo en todos por los siglos de los siglos.
Amén.
Cuando
          todo el rito de la
          bendición de los óleos se realiza después de la liturgia de la
          Palabra, acabada
          la oración de los fieles, el obispo con los concelebrantes se
          acerca a la mesa
          donde se va a tener la bendición del óleo de los catecúmenos,
          y del óleo de los
          enfermos, y la consagración del crisma. Todo se hace según se
          ha descrito más
          arriba.
Dada la bendición conclusiva de la misa, el obispo pone incienso en el incensario y se organiza la procesión hacia la sacristía.
Los óleos bendecidos son llevados por sus ministros inmediatamente después de la cruz.
En la sacristía, el obispo, oportunamente, puede advertir a los presbíteros cómo hay que tratar y venerar los óleos, y también cómo hay que conservarlos cuidadosamente.
Dada la bendición conclusiva de la misa, el obispo pone incienso en el incensario y se organiza la procesión hacia la sacristía.
Los óleos bendecidos son llevados por sus ministros inmediatamente después de la cruz.
En la sacristía, el obispo, oportunamente, puede advertir a los presbíteros cómo hay que tratar y venerar los óleos, y también cómo hay que conservarlos cuidadosamente.
 Este
Jueves Santo nos trae el recuerdo de aquella
Última Cena del Señor con los Apóstoles. Como en
años anteriores, Jesús
celebrará la Pascua rodeado de los suyos. Pero
esta vez tendrá características
muy singulares, por ser la última Pascua del Señor
antes de su
tránsito al Padre y por los
acontecimientos que en ella
tendrán lugar. Todos los momentos de esta Última
Cena reflejan la Majestad de
Jesús, que sabe que morirá al día siguiente, y su
gran amor y ternura por los
hombres.
Oremos hermanos y hermanas para que Dios nos envíe pastores santos y fortalezca a toda la Iglesia para continuar en este camino de fe con todos nuestros hermanos.
Rezamos el santo rosario pidiendo a Dios por intersección de Maria Santissima por todos los sacerdotes y las almas consagradas, que en este jueves santo Dios las proteja y guíe sus pasos. 

 