A todos los sacerdotes, transfórmalos en Ti, Señor. Que el Espíritu Santo los posea, y que por ellos renueve la faz de la tierra.

domingo, 5 de julio de 2020

El seguidor de Jesús debe ser constructor de la paz ... Rezamos con Santa Maria Nuestra Señora de Lourdes,





Evangelio según san Mateo 11, 25-30
Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús exclamó:
"Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien.
El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús


Salmo 144
Acuérdate, Señor, de tu misericordia.
Dios y rey mío, yo te alabaré, bendeciré tu nombre siempre y para siempre. Un día tras otro bendeciré tu nombre y no cesará mi boca de alabarte.
Acuérdate, Señor, de tu misericordia.

El Señor es compasivo y misericordioso, lento par enojarse y generoso para perdonar. Bueno es el Señor para con todos y su amor se extiende a todas sus criaturas.
Acuérdate, Señor, de tu misericordia.

El Señor es siempre fiel a sus palabras, y lleno de bondad en sus acciones. Da su apoyo el Señor al que tropieza y al agobiado alivia.
Acuérdate, Señor, de tu misericordia.

Que alaben, Señor, todas tus obras, y que todos tus fieles te bendigan. Que proclamen la gloria de tu reino y den a conocer tus maravillas.
Acuérdate, Señor, de tu misericordia.


Carta de San Pablo a los Romanos 8, 9.11-13

Hermanos: Ustedes no viven conforme el desorden egoísta del hombre, sino conforme al Espíritu, puesto que el Espíritu de Dios habita verdaderamente en ustedes. Quien no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Si el Espíritu del Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, habita en ustedes, entonces el Padre que resucitó a Jesús de entre los muertos, también les dará vida a sus cuerpos mortales, por obra de su Espíritu, que habita en ustedes.
Por tanto, hermanos, no estamos sujetos al desorden egoísta del hombre, para hacer de ese desorden nuestra regla de conducta. Pues si ustedes viven de ese modo, ciertamente serán destruidos. Por el contrario, si con la ayuda del Espíritu destruyen sus malas acciones, entonces vivirán.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.


Hoy Elevamos nuestra suplica a Dios Padre y rezamos junto a los Santos, Hoy Junto a:
Nació en Cremona (Italia) el año 1502. Estudió medicina en Padua, profesión que empezó a ejercer, pero que pronto dejó para prepararse y recibir la ordenación sacerdotal. Ordenado de sacerdote en 1528, se fue a Milán en 1530 y allí fundó la Congregación de los Clérigos Regulares de San Pablo, santo que era el norte y guía de su vida, también llamados Barnabitas por su casa madre en Milán (San Bernabé), y que tenía por finalidad promover la reforma del clero y de los laicos siguiendo las directrices del Concilio de Trento. Fundó también la comunidad de las Angélicas de San Pablo y la de Los Casados de San Pablo para comprometer a los seglares en el apostolado. Se le puede considerar como el precursor de san Calos Borromeo en la reforma católica. Murió en su ciudad natal el 5 de julio de 1539.
 Oración:
 Concédenos, Señor, crecer, según el espíritu de san Pablo, apóstol, en el conocimiento incomparable de tu Hijo Jesucristo, que impulsó a san Antonio María Zaccaría a proclamar en tu Iglesia la palabra de salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén

Demos gracias siempre y en todo lugar a Cristo, nuestro Salvador, y digámosle llenos de confianza: Ayúdanos, Señor, con tu gracia.

Concédenos guardar sin mancha nuestros cuerpos, para que el Espíritu Santo pueda habitar en nosotros.

Acrecienta en nosotros el amor a nuestros hermanos y el deseo de cumplir tu voluntad hoy y todos los días.

Danos hambre del alimento que perdura y da vida eterna, y que tú diariamente nos proporcionas.

Que tu Madre, refugio de pecadores, interceda por nosotros, para que obtengamos tu perdón y nos convirtamos más y más a ti.

Oración:
 Señor Jesús, que tu amor y tu misericordia dirijan nuestros corazones, ya que sin tu ayuda no podemos perseverar en tu servicio ni complacerte. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.


Oremos a Dios Padre por el Papa N., por nuestro obispo, N. y por todos aquellos a los que se han confiado nuestras almas; que nuestro Señor les dé fuerza y sabiduría para dirigir y gobernar santamente las comunidades que les han sido encomendadas y puedan así dar buena cuenta cuando se les pida.
Roguemos, al Señor

Oremos también para que Dios nos conceda la paz; que él, que es la verdadera paz y el origen de toda concordia, transmita la paz del ciclo a la tierra, la paz espiritual para nuestras almas y la paz temporal para nuestros días.
Roguemos, al Señor

Pidamos por los que se esfuerzan en seguir las sendas del Evangelio, para que nuestro Señor los mantenga en este santo propósito hasta el fin de sus días; oremos también por los que viven en pecado, para que nuestro Señor les dé la gracia de convertirse, hacer penitencia y purificarse en el sacramento del perdón y alcanzar así la salvación eterna.
Roguemos, al Señor

Oremos, finalmente, a Dios nuestro Señor por los fieles difuntos, que han salido ya de este mundo, especialmente por nuestros familiares, amigos y bienhechores, para que el Señor, por su gran misericordia, los reciba en su gloria y los coloque entre los santos y elegidos.
Roguemos, al Señor


Señor Dios, que has revelado a los sencillos las riquezas de tu reino, escucha nuestras oraciones y haz que, como discípulos de tu Hijo, llevemos con él el yugo suave de la cruz y anunciemos a los hermanos el descanso eterno que solo se encuentra en ti. 
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén




LA VIDA DEL EVANGELIO
por Julio Micó, OFMCap
"El seguidor de Jesús debe ser constructor de la paz (Adm 15; 1 R 14,2), libre frente a los legalismos (1 R 9,13-16) y alegre cuando ayuna (1 R 3,2). Confesará a Jesús delante de los hombres (1 R 16,8), aunque tal actitud le acarree persecución (1 R 16,16). Antes que defenderse o resistir (1 R 14,4), será como una oveja entre lobos
(1 R 16,1-2), esforzándose por no reaccionar de forma violenta (1 R 22,21-23), sino amando a sus enemigos (Adm 14,4), perdonándolos siempre (1 R 21,6; 22,28) y no temiendo a los que matan el cuerpo (1 R 16,17-18).

El que pretenda seguir a Jesús deberá cumplir la ley desde dentro (1 R 11,4) y saber que el mal no viene de fuera, sino del corazón mismo del hombre (1 R 22,7-8). De cara a Dios y de cara a los hombres, se considerará un esclavo que hace lo que debe y de quien se puede prescindir (1 R 11,3; 23,7). Y si tiene algún cargo de responsabilidad que le da poder, lejos de aceptar el título de padre o de maestro (1 R 22,33-35), se considerará servidor e inferior a todos (1 R 5,10-11), a ejemplo de Jesús el Señor, que vino para servir. El que quiera unirse a la comunidad de Jesús abandonará lo que posee en favor de los pobres (1 R 1,2) y se pondrá en camino para la misión, libre de todo lo que estorba (1 R 14,1). Una vez que haya puesto la mano en el arado, no mirará atrás (1 R 2,10), sino que seguirá adelante, seguro de que el Señor cumplirá sus promesas (1 R 1,5). Y, por encima de todo, amará al Señor Dios (2CtaF 18), sabiendo que, si persevera hasta el final, obtendrá la salvación (1 R 16,21)


Acabamos de escuchar las palabras de Jesús: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad» (Jn 14,15-17). Con estas palabras Jesús revela la profunda relación que existe entre la fe y la profesión de la Verdad divina, entre la fe y la entrega a Jesucristo en el amor, entre la fe y la práctica de una vida inspirada en los mandamientos. Estas tres dimensiones de la fe son fruto de la acción del Espíritu Santo. Esta acción se manifiesta como fuerza interior que armoniza los corazones de los discípulos con el Corazón de Cristo y los hace capaces de amar a los hermanos como él los ha amado. Así, la fe es un don, pero al mismo tiempo es una tarea.

«Que os dé otro Paráclito, el Espíritu de la verdad». La fe, como conocimiento y profesión de la verdad sobre Dios y sobre el hombre, «viene de la predicación, y la predicación, por la palabra de Cristo», dice san Pablo (Rom 10,17). A lo largo de la historia de la Iglesia, los Apóstoles predicaron la palabra de Cristo, preocupándose de entregarla intacta a sus sucesores, quienes a su vez la transmitieron a las generaciones sucesivas, hasta nuestros días. Muchos predicadores del Evangelio han dado la vida precisamente a causa de la fidelidad a la verdad de la palabra de Cristo. Así, de la solicitud por la verdad nació la Tradición de la Iglesia.

Al igual que en los siglos pasados, también hoy hay personas o ambientes que, descuidando esta Tradición de siglos, quisieran falsificar la palabra de Cristo y quitar del Evangelio las verdades que, según ellos, son demasiado incómodas para el hombre moderno. Se trata de dar la impresión de que todo es relativo: incluso las verdades de la fe dependerían de la situación histórica y del juicio humano. Pero la Iglesia no puede acallar al Espíritu de la verdad. Los sucesores de los apóstoles, juntamente con el Papa, son los responsables de la verdad del Evangelio, y también todos los cristianos están llamados a compartir esta responsabilidad, aceptando sus indicaciones autorizadas.

Todo cristiano debe confrontar continuamente sus propias convicciones con los dictámenes del Evangelio y de la Tradición de la Iglesia, esforzándose por permanecer fiel a la palabra de Cristo, incluso cuando es exigente y humanamente difícil de comprender. No debemos caer en la tentación del relativismo o de la interpretación subjetiva y selectiva de las sagradas Escrituras. Sólo la verdad íntegra nos puede llevar a la adhesión a Cristo, muerto y resucitado por nuestra salvación.

En efecto, Jesucristo dice: «Si me amáis...». La fe no significa sólo aceptar cierto número de verdades abstractas sobre los misterios de Dios, del hombre, de la vida y de la muerte, de las realidades futuras. La fe consiste en una relación íntima con Cristo, una relación basada en el amor de Aquel que nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4,11) hasta la entrega total de sí mismo. «La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros» (Rom 5,8). ¿Qué otra respuesta podemos dar a un amor tan grande sino un corazón abierto y dispuesto a amar? Pero, ¿qué quiere decir amar a Cristo? Quiere decir fiarse de él, incluso en la hora de la prueba, seguirlo fielmente incluso en el camino de la cruz, con la esperanza de que pronto llegará la mañana de la resurrección.

Si confiamos en Cristo no perdemos nada, sino que lo ganamos todo. En sus manos nuestra vida adquiere su verdadero sentido. El amor a Cristo lo debemos expresar con la voluntad de sintonizar nuestra vida con los pensamientos y los sentimientos de su Corazón. Esto se logra mediante la unión interior, basada en la gracia de los sacramentos, reforzada con la oración continua, la alabanza, la acción de gracias y la penitencia. No puede faltar una atenta escucha de las inspiraciones que él suscita a través de su palabra, a través de las personas con las que nos encontramos, a través de las situaciones de la vida diaria. Amarlo significa permanecer en diálogo con él, para conocer su voluntad y realizarla diligentemente.


Tiempo del Espiritu con Fray Alejandro



Nuestra Señora de Lourdes





El Santuario de Lourdes (Francia) se abrirá de forma virtual al mundo, el próximo 16 de julio, aniversario de la 18ª y última aparición de la Virgen María, para una peregrinación excepcional que tendrá lugar desde la Cueva de las Apariciones. De esta manera, a través de la peregrinación virtual Lourdes United, millones de personas de todo el mundo podrán unirse por medio de televisiones, radios y redes sociales.





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Santa Misa con los Heraldos del Evangelio de Ecuador 


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