No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Aleluya.
Padre
misericordioso, ven en ayuda de nuestra debilidad y, por intercesión de
María, Madre inmaculada de tu Hijo, haz que podamos resurgir del pecado
a una vida nueva.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.Lectura del santo Evangelio según san Marcos (8, 1-10)
Gloria a ti, Señor.
En aquellos días, vio Jesús que lo seguía mucha gente y no tenían qué comer. Entonces llamó a sus discípulos y les dijo: “Me da lástima esta gente: ya llevan tres días conmigo y no tienen qué comer. Si los mando a sus casas en ayunas, se van a desmayar en el camino. Además, algunos han venido de lejos”.
Sus discípulos le respondieron:
“¿Y dónde se puede conseguir pan, aquí en despoblado,para que coma esta gente?”
El les preguntó:
“¿Cuántos panes tienen?”
Ellos le contestaron: “Siete”.
Jesús mandó a la gente que se sentara en el suelo; tomó los siete panes, pronunció la acción de gracias, los partió y se los fue dando a sus discípulos, para que los distribuyeran. Y ellos los fueron distribuyendo entre la gente.
Tenían, además, unos cuantos pescados. Jesús los bendijo también y mandó que los distribuyeran. La gente comió hasta quedar satisfecha, y todavía se recogieron siete canastos de sobras. Eran unos cuatro mil. Jesús los despidió y luego se embarcó con sus discípulos y llegó a la región de Dalmanuta.
Palabra del Señor.
Padre
lleno de bondad, que nos socorra el inmenso amor de tu Hijo
unigénito para que, quien al nacer de la Virgen María, no menoscabó la
integridad de la Madre, sino que la consagró, nos libre de nuestras
culpas y haga acepta a ti nuestra oblación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.A todos los sacerdotes, transfórmalos en Ti, Señor. Que el Espíritu Santo los posea, y que por ellos renueve la faz de la tierra.
La Virgen, Nuestra Madre, fue durante toda su vida consuelo de aquellos que andaban afligidos por un peso demasiado grande para llevarlo ellos solos: dio ánimos a San José aquella noche en Belén, cuando, después de explicar en una puerta y otra la necesidad de alojamiento, no encontró ninguna casa abierta. Le bastó una sonrisa de María para recuperar fuerzas y acondicionar lo que encontró: un establo a las afueras del pueblo. Y le ayudó a salir adelante en la fuga a Egipto, y a establecerse en aquel país... Y a José, a pesar de ser un hombre lleno de fortaleza, se le hizo más fácil el cumplimiento de la voluntad de Dios con el consuelo de María. Y las vecinas de Nazaret encontraron siempre apoyo y comprensión en unas palabras de la Virgen... Los Apóstoles hallaron amparo en María cuando todo se les volvió negro y sin sentido después que Cristo expiró en la cruz. Cuando volvieron de sepultar el Cuerpo de Jesús y las gentes de Jerusalén se preparaban para celebrar en familia la fiesta de la Pascua, los Apóstoles, que no habían estado presentes, andaban perdidos, y casi sin darse cuenta se encontraron en casa de María.
Desde entonces no ha dejado un momento de dar consuelo a quien se siente oprimido por el peso de la tristeza, de la soledad, de un gran dolor. “Ha cobijado a muchos cristianos en las persecuciones, liberado a muchos poseídos y almas tentadas, salvado de la angustia a muchos náufragos; ha asistido y fortalecido a muchos agonizantes recordándoles los méritos infinitos de su Hijo” Si alguna vez nos pesan las cosas, la vida, la enfermedad, el empeño en la tarea apostólica, el esfuerzo por sacar la familia adelante, los obstáculos que se juntan y amontonan, acudamos a Ella, en la que siempre encontraremos consuelo, aliento y fuerza para cumplir en todo la voluntad amable de su Hijo. Le repetiremos despacio: Dios te salve, Reina y Madre de Misericordia, vida, dulzura, esperanza nuestra...
Hoy recordamos a Nuestra Señora de Lourdes y oramos por todos los enfermos y afligidos, le pedimos a Nuestra Santa Madre una intencion especial por aquellos sacerdotes enfermos y en tentacion para que con su Santo Amor los consuele y los cubra con su Manto.
ORACION POR LOS SACERDOTES de la exhortación apostólica Pastores dado vobis
Juan Pablo II Oh María...
Oh María,
Madre de Jesucristo y Madre de los sacerdotes:
acepta este título con el que hoy te honramos
para exaltar tu maternidad y contemplar contigo
el Sacerdocio de tu Hijo unigénito y de tus hijos,
oh Santa Madre de Dios.
Madre de Cristo,
que al Mesías Sacerdote diste un cuerpo de carne
por la unción del Espíritu Santo
para salvar a los pobres y contritos de corazón:
custodia en tu seno y en la Iglesia a los sacerdotes, oh Madre del Salvador.
Madre de la fe,
que acompañaste al templo al Hijo del hombre,
en cumplimiento de las promesas hechas a nuestros Padres:
presenta a Dios Padre, para su gloria, a los sacerdotes de tu Hijo, oh Arca de la Alianza.
Madre de la Iglesia,
que con los discípulos en el Cenáculo
implorabas el Espíritu para el nuevo Pueblo y sus Pastores:
alcanza para el orden de los presbíteros la plenitud de los dones, oh Reina de los Apóstoles.
Madre de Jesucristo,
que estuviste con Él al comienzo de su vida y de su misión,
lo buscaste como Maestro entre la muchedumbre,
lo acompañaste en la cruz, exhausto por el sacrificio único y eterno,
y tuviste a tu lado a Juan, como hijo tuyo: acoge desde el principio
a los llamados al sacerdocio, protégelos en su formación
y acompaña a tus hijos en su vida y en su ministerio, oh Madre de los sacerdotes. Amén
PLEGARIA PARA PEDIR
POR LOS SACERDOTES
Señor Jesús, te pido por tus sacerdotes. Que cuando estén clavados en la cruz del confesionario, pongas en ellos tu corona de luz en vez de tu corona de espinas.
Que cuando, día a día, te traigan al pan convertido en tu cuerpo, ello no se les vuelva rutina, sino diario milagro.
Que su trato con las almas sea siempre para dejar en ellas el amor y el valor que Tú nos entregas.
Que cuando jóvenes, tengan la fortaleza de tus últimos tres años y cuando viejos, sigan sintiendo que «Dios alegra su juventud».
Que espíritu viviente en carne y hueso, sean como Tú, profundamente humanos y perfectamente divinos.
Que cuando el desánimo y la debilidad los agobien en el camino de su calvario, estés Tú, como Cirineo, para llevarles la cruz y volvérselas gozo.
¡Y que nunca falte quien de la vida por ellos, así como Tú la diste por nosotros!
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