Evangelio según san Marcos 6, 7-13
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo llamó Jesús a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros. Les ordenó que no tomaran nada para el camino, excepto en bastón. Ni pan, ni morral, ni dinero consigo. Que llevaran sandalias, pero no dos túnicas. Les dijo además:
"Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta que se vayan de aquel lugar. Si en algún sitio no los reciben ni los escuchan, váyanse de allí y sacudan el polvo de la planta de sus pies, como testimonio contra ellos".
Ellos salieron a predicar y exhortaban a la conversión. Expulsaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los sanaban.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Nota el Evangelio y las lecturas de este posteo son para meditacion no corresponden al Evangelio del dia
Que nuestras oraciones lleguen, hermanos y hermanas, a la presencia del Señor, y que nuestros ruegos sean escuchados por Aquél que escruta el corazón humano.
Oremos
Pidamos la sabiduría del Hijo de Dios para los que proclaman con fidelidad la palabra divina y para todos los ministros que sirven a la Iglesia, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Por Israel, el pueblo de la antigua alianza, por los cristianos separados de la Iglesia católica y apostólica y por los que no conocen al Dios verdadero, invoquemos al Señor, dueño de toda verdad, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Por los que viven lejos de su casa, por los encarcelados, por los débiles y oprimidos y por los justos que sufren persecución, oremos a Jesús, el Salvador, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Invoquemos con fe y devoción al Señor de la gloria por la paz y felicidad de los que ahora estamos aquí, huéspedes en la casa del Señor, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Escucha, Padre todopoderoso, nuestras oraciones y concédenos considerar por encima de todo la grandeza de los favores que nos has otorgado con tu Hijo amado; para que, llenos del Espíritu Santo, anunciemos al mundo, de palabra y con las obras, el plan que has proyectado realizar en nuestros tiempos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo los Efesios 3, 14-19
Hermanos: Me arrodillo ante el Padre, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra, para que, conforme a los tesoros de su bondad, les conceda que su Espíritu los fortalezca interiormente y que Cristo habite por la fe en sus corazones.
Así arraigados y cimentados en el amor, podrán comprender con todo el pueblo de Dios, la anchura y la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo, y experimentar ese amor que sobrepasa todo conocimiento humano, para que así queden ustedes colmados con la plenitud misma de Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo 118
Enséñame, Señor, a gustar tus mandamientos.
Sólo cumpliendo todos tus mandatos puede un joven vivir honestamente.
Enséñame, Señor, a gustar tus mandamientos.
Con todo el corazón te estoy buscando, de tu ley no permitas que me aleje.
Enséñame, Señor, a gustar tus mandamientos.
Guardo tus mandamientos es mi pecho para nunca ofenderte.
Enséñame, Señor, a gustar tus mandamientos.
Bendito eres, Señor, enséñale a tu siervo lo que ordenas.
Enséñame, Señor, a gustar tus mandamientos.
Todos los mandamientos de tu boca mis labios enumeran.
Enséñame, Señor, a gustar tus mandamientos.
Me gozo más cumpliendo tus preceptos, que teniendo riquezas.
Enséñame, Señor, a gustar tus mandamientos.
Aleluya, aleluya.
Su Maestro es uno solo, Cristo, y su Padre es uno solo, el del cielo, dice el Señor.
Aleluya.
Que el mayor de ustedes sea el servidor de ustedes
Evangelio según san Mateo 23, 8-12
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a su discípulos:
"No dejen que los llamen "maestros", porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A ningún hombre sobre la tierra lo llamen "padre", porque el Padre de ustedes es sólo el Padre celestial. No se dejen llamar "guías", porque el guía de ustedes es solamente Cristo.
Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús
El Señor, presente de muchas maneras entre nosotros, se nos muestra muy cercano en la figura del sacerdote.
Cada sacerdote es un inmenso regalo de Dios al mundo; es Jesús, que pasa haciendo el bien, curando enfermedades, dando paz y alegría a las conciencias; es «el instrumento vivo de Cristo» en el mundo Cfr. Conc. Vat. II, Decr. Presbyterorum ordinis, 12, presta a Nuestro Señor la voz, las manos, todo su ser, Cfr. San Josemaría Escrivá. o. c., p. 71.
En la Santa Misa renueva el mismo Sacrificio redentor del Calvario. Hace presente y eficaz en el tiempo la Redención obrada por el Señor
«Jesús –recordaba Juan Pablo II a los sacerdotes brasileños– nos identifica de tal modo consigo en el ejercicio de los poderes que nos confirió, que nuestra personalidad es como si desapareciese delante de la suya, ya que es Él quien actúa por medio de nosotros», Juan Pablo II, Homilía 2-VII-1980.
En la Santa Misa es Jesucristo quien cambia la sustancia del pan y del vino en su Cuerpo y en su Sangre. Y «es el propio Jesús quien, en el sacramento de la Penitencia, pronuncia la palabra autorizada y paterna: Tus pecados te son perdonados. Y es Él quien habla cuando el sacerdote, ejerciendo su ministerio en nombre y en el espíritu de la Iglesia, anuncia la Palabra de Dios. Es el propio Cristo quien cuida a los enfermos, a los niños y a los pecadores, cuando les envuelve el amor y la solicitud pastoral de los ministros sagrados».
Juan Pablo II, Homilía 2-VII-1980
Un sacerdote es para la humanidad más valioso que todos los bienes materiales y humanos juntos. Hemos de pedir mucho por la santidad de los sacerdotes, hemos de ayudarles y sostenerlos con la oración y con nuestro aprecio. Debemos ver en ellos al mismo Cristo.
Jesús elige a los Apóstoles como representantes personales suyos, no solo mensajeros, profetas y testigos.
Esta nueva identidad se ha de manifestar en una vida sencilla y austera, santa; debe mostrarse en una entrega sin límites a los demás. El Evangelio de la Misa nos relata que Jesús los envió dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más: ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja...
Dios toma posesión del que ha llamado al sacerdocio, lo consagra para el servicio de los demás hombres, sus hermanos, y le confiere una nueva personalidad. Y este hombre elegido y consagrado al servicio de Dios y de los demás, no lo es solo en determinadas ocasiones, por ejemplo, cuando está realizando una función sagrada, sino que «lo es siempre, en todos los momentos, lo mismo al ejercer el oficio más alto y sublime como en el acto más vulgar y humilde de la vida cotidiana. Exactamente lo mismo que un cristiano no puede dejar a un lado su carácter de hombre nuevo, recibido en el Bautismo, para actuar “como si fuese” un simple hombre, tampoco el sacerdote puede hacer abstracción de su carácter sacerdotal para comportarse “como si” no fuera sacerdote. Cualquier cosa que haga, cualquier actitud que tome, quiéralo o no, será siempre la acción y la actitud de un sacerdote, porque él lo es siempre, a todas horas y hasta la raíz de su ser, haga lo que haga y piense lo que pensare» F. Suárez,(El sacerdote y su ministerio, Rialp, Madrid 1969, p. 21.)
Meditemos hoy junto al Señor cómo es nuestra oración por los sacerdotes, con qué finura los tratamos, cómo les agradecemos que hayan querido corresponder a la llamada del Señor, cómo les ayudamos para que sean fieles y santos. Pidamos hoy «a Dios Nuestro Señor que nos dé a todos los sacerdotes la gracia de realizar santamente las cosas santas, de reflejar, también en nuestra vida, las maravillas de las grandezas del Señor» San Josemaría Escrivá.
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban... También los sacerdotes son como una prolongación de la Humanidad Santísima de Cristo, pues a través de ellos se siguen obrando en las almas los mismos milagros que realizó el Señor en su paso por la tierra: los ciegos ven, quienes apenas podían andar recuperan las fuerzas, los que habían muerto por el pecado mortal recuperan la vida de la gracia en el sacramento de la Confesión...
El sacerdote no busca compensaciones humanas, ni honra personal, ni prestigio humano, ni mide su labor por las medidas humanas de este mundo... No viene a ser partidor de herencias Lc 12, 13 entre los hombres, ni a redimirlos de sus deficiencias materiales –esa es tarea de todos los cristianos y de todos los hombres de buena voluntad–, sino que viene a traernos la vida eterna. Esto es lo específico suyo; es, también, de lo que más necesitado anda el mundo; por eso hemos de pedir tanto que haya siempre los sacerdotes necesarios en la Iglesia, sacerdotes que luchen por ser santos. Hemos de pedir y fomentar estas vocaciones, si es posible, entre los miembros de la propia familia, entre los hijos, entre hermanos... ¡Qué inmensa alegría para una familia si Dios la bendice con este don! Todos los fieles tienen la gratísima obligación de ayudar a los sacerdotes, especialmente con la oración: para que celebren con dignidad la Santa Misa y dediquen muchas horas al confesonario; para que tengan en el corazón la administración de los sacramentos a enfermos y ancianos y cuiden con esmero la catequesis; para que se preocupen del decoro de la Casa de Dios y sean alegres, pacientes, generosos, amables y trabajadores infatigables para extender el Reino de Cristo... Les ayudaremos en sus necesidades económicas con generosidad, procuraremos prestarles nuestra colaboración en aquello que podamos... Y jamás hablemos mal de ellos. «¡De los sacerdotes de Cristo no se ha de hablar más que para alabarles!»San Josemaría Escrivá. Surco, n. 904.
Si alguna vez vemos en alguno de ellos faltas y defectos, procuremos excusarlos, disculparles, y hacer como aquellos buenos hijos de Noé: taparlos con la capa grande de la caridad Camino, n. 75.
Será .un motivo más para ayudarles con un comportamiento ejemplar y con nuestra oración y, cuando sea oportuno, con una corrección fraterna y filial a la vez
Para crecer en amor y veneración a los sacerdotes nos pueden ayudar estas palabras que Santa Catalina de Siena pone en boca del Señor: «No quiero que mengüe la reverencia que se debe profesar a los sacerdotes, porque la reverencia y el respeto que se les manifiesta no se dirige a ellos, sino a Mí, en virtud de la Sangre que Yo les he dado para que la administren. Si no fuera por esto, deberíais dedicarles la misma reverencia que a los seglares, y no más .
No se les ha de ofender: ofendiéndolos, se me ofende a Mí, y no a ellos. Por eso lo he prohibido, y he dicho que no admito que sean tocados mis Cristos".
Santa Catalina de Siena, El Diálogo, en Obras de..., BAC, cap. 16.18.
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